¡A la escucha!

Un mundo demasiado ocupado

No es que el mundo sea egoísta, es que le falta imaginación y está muy ocupado. La frase es de Eglantyne Jebb, una mujer increíble, que a principios del siglo pasado decidió dedicar su vida y su delicada salud a convencer a la sociedad británica de que por encima de conflictos, bandos, guerras o diferencias políticas o ideológicas, había algo sagrado: los derechos de los niños. No lo tuvo fácil, había tantos prejuicios sociales en aquel momento entre la sociedad británica y en los medios de comunicación que aquello de ponerse a ayudar a los hijos de los enemigos sonaba a demasiado altruista. Pero lo logró y su fundación sigue viva 100 años después, Save The Children.

Su historia la ha recogido la escritora británica Clare Mulley que estos días anda por España presentando su libro. El jueves pude charlar un rato con ella, una pausa en medio de una semana en la que sólo hemos hablado de protestas y violencia en Cataluña. Dio la casualidad de que cuando nos vimos acababa de conocerse que Boris Johnson había logrado cerrar un acuerdo in extremis con la Unión Europea para un Brexit ordenadoBrexit . Quedaba la duda de si lograría los apoyos suficientes en el parlamento británico para sacar al Reino Unido de la Unión Europea el próximo 31 de octubre y no provocar un nuevo cataclismo. Con esos ecos de fondo, con esas imágenes en la retina, pudimos charlar junto a Charo Izquierdo de los desafíos que una mujer soltera tuvo que afrontar en los años 20 para lograr convencer a todos de ayudar a una asociación como Save The Children y comparábamos sus batallas con las que se libran 100 años después, también desde Save The Children y también tantas y tantas mujeres que intentan levantar la mano y pedir paso para hacerse oír.

¿Espiando... por una buena causa?

Eglantyne, según cuenta Clare en su libro, tenía una salud especialmente delicada que compensaba con un carisma arrollador. Muchos la llamaban traidora por querer alimentar y salvar a los hijos del bando enemigo. No lo tuvo fácil, pero, a pesar de todo, Eglantyne logró que la gente mirara más allá de sus propios prejuicios, que consiguiera ponerse en la piel del otro, empatizar, escuchar, superar una mirada tan limitada y supiera establecer líneas rojas en los enfrentamientos políticos o sociales. Todo esto que nos suena tan lejano ahora mismo, tan idealizado. Llevamos una semana presenciando cómo de nuevo hay posiciones políticas que prefieren esconderse tras barricadas y violencia, sin escuchar al de en frente, sin medir las consecuencias sociales y de fractura de convivencia que suponen. Demasiada gente estos días me ha llamado para decirme que siente profunda tristeza por lo que está pasando, y no todos son catalanes.

En aquella época, finales de la primera guerra mundial, también había cierto pesimismo en la sociedad, no sólo en el bando perdedor. Pero ella se empeñó en poner el foco en los más vulnerables. Eglantyne logró que el Papa Benedicto XV la recibiera en audiencia y lograra enviar un mensaje a todas las iglesias católicas para que donaran dinero para la fundación Save The Children. Buscó la voz más poderosa en una comunidad muy concreta, la católica, para lograr que la escucharan. Fue una pionera en técnicas de marketing, se alió con quienes la criticaban, los medios de comunicación, para que se unieran a su causa.

Su historia es, desde luego, inspiradora, sobre todo en los tiempos que vivimos, en los que nos hemos cegado con banderas y trincheras. Y su frase, con la que arrancaba este artículo, sigue siendo tan válida como hace 100 años: el mundo no es que sea egoísta, es que está muy ocupado.

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