Desde la tramoya

'Déjà vu'

¿Estamos realmente viviendo esta situación por primera vez? Porque parece que ya hemos estado aquí, que esto ya nos pasó. Si así fuera, quienes están construyendo lo que acontece harían bien en revisar los sucesos de entonces.

Me refiero a los hechos que entre 2003 (con el inicio de su redacción) y 2010 (cuando el Tribunal Constitucional sentenció sobre el contenido final), pusieron patas arriba la relación entre el Gobierno de España y el de Cataluña, a cuenta de la aprobación del Estatuto de Autonomía de la segunda. Con todas las diferencias entre aquel proceso y el que ahora estamos viviendo para la formación de un Gobierno —y esas diferencias son muy notables, sin duda— hay similitudes estructurales también muy claras y sintomáticas.

El primer parecido es la existencia, grosso modo, de tres corrientes políticas. La primera es el independentismo irredento, representado por ERC (más la CUP hoy también), subsidiado por el nacionalismo —entonces aparentemente más moderado— de la extinta CiU y de sus sucesores. La segunda fuerza está formada por la alianza de partidos de izquierda nacionales y sus hermanos catalanes. El PSOE y el PSC, por supuesto, IU/Iniciativa per Catalunya entonces, hoy Unidas Podemos y En Común Podem. Y la tercera fuerza es la derecha nacionalista española. Siempre representada por el PP, y ahora también por Vox.

La segunda similitud es la alianza de las dos primeras fuerzas para lograr objetivos dispares. Los socialistas necesitaban en 2003 y 2004 el apoyo de los independentistas para consolidar un Gobierno en Cataluña y también para formarlo en España. Los socialistas necesitan hoy ese mismo respaldo, una vez descartada la búsqueda de otros apoyos, para poder mantenerse en Moncloa. Los independentistas, por su parte, sacan legítimamente partido de esa necesidad, para poner condiciones a su apoyo, en la búsqueda de un objetivo siempre explícito: la independencia de Catalunya, aunque sea pasando por estadios provisionales, se llamen “nación catalana”, “Estado libre asociado”, “derecho de autodeterminación”, o “dret a decidir”. El resto de la izquierda española (IU/IC, Podemos) se une a la causa porque también su apoyo es necesario: ayer entrando en el Govern o apoyando a Zapatero en el Congreso de los Diputados; y hoy —con mayor representación parlamentaria— exigiendo y logrando entrar en un Gobierno de coalición

, con vicepresidencia incluida.

La tercera coincidencia es una inmediata reacción virulenta de la Derecha. El 25 de abril de 2006, exhibiendo diez furgonetas, decena y media de palés, 86 cajas para lo que podría haberse transportado en tres o cuatro, Mariano Rajoy llevó al Congreso cuatro millones de firmas contra el nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña, que había sido aprobado en el Parlament. El exceso escenográfico era una metáfora de la sobreactuación general que el PP había decidido aplicar. Manifestaciones en las calles, alarmismo, alarde de centralismo, informaciones conscientemente sesgadas y exageradas, que anunciaban la destrucción de España por las cesiones de los socialistas ante las exigencias independentistas. Es aún pronto para comparar, pero casi 14 años después del show de los palés, todo indica que la reacción va a volver a producirse: se está produciendo ya. Utilizando elementos de relevante simbolismo —hoy lo de “conflicto político con Cataluña”, o la celebración de reuniones bilaterales de Gobierno con Gobierno, ayer y siempre la idea de “nación”…—, la Derecha se echa al monte enarbolando la rojigualda. Por supuesto, el independentismo catalán se engrandece con esas sobreactuaciones, y así tanto unos como otros juegan con resultado mutuamente rentable, mientras quien sufre las consecuencias es la izquierda, presionada por sus aliados independentistas y también por sus adversarios conservadores, sumida ella misma en la contradicción.

El cuarto parecido es una reacción interna en el seno del PSOE. También es pronto para saber hasta dónde llegará el disenso, pero igual que durante las negociaciones sobre el Estatut se rebelaron los barones y los viejos líderes del PSOE contra las cesiones de Zapatero, ya empezamos a escuchar protestas internas entre los socialistas. Page, Lambán, Felipe González, Alfonso Guerra… Aquello terminó con resolución del Comité Federal del PSOE censurando las veleidades de los socialistas catalanes, con una fractura que fue muy difícil superar, si es que estuviera ya superada.

Y aún quedan dos posibles paralelismos, que es pronto para confirmar, pero que el PSOE debería revisar. Primero, un enorme desgaste de Zapatero, contra el que poco pudo hacer el extraordinario programa social que desarrolló: retirada de Irak, matrimonio gay, interrupción del embarazo, dependencia, igualdad, violencia de género, carnet por puntos… De nada parecía servir todo aquello: el Estatut invadió el espacio público porque apelaba al muy poderoso sentimiento de identidad nacional, que predomina casi siempre en política sobre todos los demás.

Y segundo paralelismo posible: una larga y penosa inestabilidad, una permanente tensión, en el Gobierno de Cataluña, entre éste y el Gobierno de España y dentro del propio Partido Socialista. Recordemos: Maragall renunció tras una precaria aprobación de su Estatut, finalmente peinado, años después, por el Tribunal Constitucional. Le sucedió Montilla, con una muy frágil Legislatura, que dio paso a la presidencia de Mas y al inicio del desafío independentista más virulento. Por supuesto, se interpusieron además el desgaste añadido del diálogo con ETA y la letal crisis económica, sentida a partir de 2009, pero lo cierto es que las veleidades filonacionalistas del PSC y la buena voluntad de Zapatero generaron una división interna muy aguda, y no fueron reconocidas por el electorado socialista, que fue retirando su apoyo en las urnas. El PSOE terminó por perder los dos Gobiernos, el de Cataluña y el de España.

No es déjà vu, no. Estuvimos allí. Lo sufrimos. Pedro Sánchez va a tener que aplicar mucha inteligencia para que la historia no vuelva a repetirse. Ojalá tenga suerte e inspiración, porque, de lo contrario, vamos a quedar en manos de la derecha más montaraz y también de quienes no se sienten inspirados por este atormentado país nuestro que llamamos España.

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