Qué ven mis ojos

Peor que estar parados es echar a andar sin saber dónde ir

“El viento no puede soplar a gusto de todos cuando cada uno quiere ir a una costa diferente...”

Estamos en el mes de los buenos deseos, pero ni por esas: en nuestra política no hay noches de paz, probablemente porque es un ámbito en el que faltan ideas y les sobran las palabras, que es lo peor que se puede decir de una disciplina en la que la oratoria debiese tener un papel protagonista. Ahora, en lugar de un discurso tienen un lápiz de carpintero con el que pintar líneas rojas ante los pies del enemigo. Lo que distingue al ser humano de los otros animales es su capacidad de hablar, y en algunos ejemplares, incluso la de escuchar, pero cada vez usamos menos esos superpoderes, en esta era de internet donde la gente no habla, da titulares, y no se deja ver, sino que posa para un póster. Lo único que puede uno hacer en una red es enredarse, y en eso estamos.

A imagen y semejanza de las personas que los imitan, es decir, moviéndonos en círculos y por un laberinto de espejos, nuestros líderes viven en una campaña electoral permanente, tal vez confundiendo a menudo los me gusta con los votos. Unos han olvidado que al hablar conviene decir algo, y van de aquí para allá vendiendo humo, soltando consignas y prometiéndole la luna a quienes se paren a oírlos. Otros van con la caja de herramientas en la mano para instalar vetos y cordones sanitarios. Y la palabra que los define en su conjunto es bloqueobloqueo, una condición propia de quienes no saben dónde ir ni por qué camino. Y la nave no va.

Para disimular, se ponen categóricos a derecha e izquierda. El líder de ERC, Oriol Junqueras, dice desde la cárcel en la que muy probablemente no debería estar, que un nuevo referéndum en Cataluña es “inevitable” y que la independencia es “irreversible”. Pero es que lo irreversible sólo tiene una cara, es un terreno en el que no existen las opciones, y por tanto donde no es posible la democracia. En este contexto, ¿irreversible quiere decir que, aunque se hiciera esa consulta y la independencia fuera rechazada, él y los suyos la impondrían? Alguna gente confunde lo que no quiere ver con lo que no existe.

En la otra esquina del cuadrilátero, la ultraderecha asegura que diga lo que diga Bruselas sobre la inmunidad del propio Junqueras —que además es lo mismo que decía aquí la Abogacía del Estado— o acerca de la condición de eurodiputados de Puigdemont y Comín —quienes, por otra parte, reclaman sus derechos como parlamentarios aunque estén procesados desde 2018, un año antes de haber logrado su acta—, esa opinión no importa nada, hay que desoírla, y clama en el desierto contra la justicia continental, que en su opinión no es más que una injerencia extranjera, un caballo de Troya lleno de jueces. Su solución es que el precio de que Cataluña se quede en España sea que España se vaya de Europa, como el Reino Unido. Para qué están las banderas, si no es para evitar que se vea lo que tienen alrededor.

Son sólo un par de ejemplos de lo que sucede, pero muy claros, porque dejan ver que si el panorama es confuso es porque les viene bien a quienes embrollan las cosas para luego ofrecerse a desenredarlas. A lo mejor todo se explica con ese descubrimiento científico recién publicado que afirma que en nuestro cerebro hay un mecanismo neuronal que fomenta la incredulidad ante los argumentos que nos contradicen, los rechaza por norma y empuja a nuestras sociedades a la polarización y al engaño, esto último porque la impermeabilidad ante las ideas discrepantes promueve el mantenimiento de creencias falsas y neutraliza las evidencias: diga lo que diga el rival, no puede ser verdad por el hecho de que lo diga él. Al enemigo ni agua, dice el proverbio. Pues si se piensa dos veces, cómo se parece esto a la incapacidad que percibimos en nuestros representantes para reconocer cualquier acierto o virtud en el adversario.

Ojalá que el espíritu navideño, que al menos en su parte decorativa parecen defender con tanto ahínco, traiga algún aire nuevo que agite las velas y, por fin, empecemos a movernos, en alguna dirección. Porque claro que va a haber un acuerdo de la izquierda nacional con el centro-derecha catalán, pero eso es sólo el principio y el viaje será largo, las tempestades violentas y el riesgo de motín, muy alto. El viento no puede soplar a gusto de todos cuando cada uno quiere ir a una costa diferente.

Feliz nochebuena a todas y a todos.

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