Desde la tramoya

¿El Gobierno amordaza?

Ayer jueves los tres diarios más relevantes de la derecha, La Razón, ABC y El Mundo, coincidían en el diagnóstico: el Gobierno amordaza (con esa palabra en los tres casos) al Congreso y al Senado al trasladar los consejos de ministros a los martes.

Argumentan que al dejar de celebrarlos los viernes, el Gobierno ocupa el espacio del poder legislativo y altera los tiempos de preparación de iniciativas y de preguntas en las sesiones de control al Gobierno. Los tres diarios —y otros muchos conservadores de menor entidad— siguen así los argumentos del PP, de Ciudadanos y de Vox, que han reaccionado con virulencia ante la primera decisión del nuevo Gobierno de coalición. En su crítica presentan a Sánchez como un autoritario que no respeta la división de poderes.

La crítica, sin embargo, no aguanta dos minutos. Primero, porque muchos gobiernos del mundo, en particular de la Unión Europea, y también los ejecutivos de buena parte de las Comunidades Autónomas, convocan sus consejos de Gobierno en días distintos del viernes y no por ello son menos demócratas ni menos eficaces. Segundo, porque la Mesa del Congreso de los Diputados y el Grupo Socialista en lo que le toca, ya se han mostrado favorables a modificar los plazos para que las diputadas y los diputados puedan hacer su trabajo legislativo con el tiempo necesario.

La decisión de pasar la actividad colegiada del Gobierno al martes tiene todo el sentido. Los viernes se habían convertido en día aislado de la actividad política cotidiana. Es sabido que el Congreso y el Senado reducen mucho su actividad ese día en el que los representantes suelen viajar a sus provincias. El Consejo de Ministros de los viernes parecía un evento casi residual, más inserto en los placeres del fin de semana que en la refriega cotidiana. Las decisiones del Gobierno encontraban los viernes por la tarde a los reporteros cansados y al personal pensando en el sábado y el domingo. Trasladar la reunión al martes pone al Consejo de Ministros en el centro de la vida política del país y eleva inmediatamente la atención de la opinión pública sobre la actividad del Ejecutivo.

La crítica sobre el impacto que el cambio tiene sobre la sesión de control al Gobierno es especialmente espuria. Las sesiones de control fueron un invento muy oportuno de Felipe González. En turnos rigurosamente tasados de dos minutos y medio, los diputados tienen una vez a la semana la ocasión de preguntar una decena y media de preguntas al presidente, a los vicepresidentes y a los ministros. Ni se vota nada ni hay efectos legislativos sobre el resultado. Pero esas sesiones de aproximadamente dos horas de duración son el momento más vibrante del Congreso (y también del Senado). Las mañanas del control son como las tardes de fútbol, en las que el público observa la pericia de los jugadores. El control al Gobierno es el único momento de la semana —aparte de otros debates específicos sobre iniciativas concretas— en el que los diputados de la oposición, por ejemplo, se enfrentan cara a cara a los miembros del Gobierno. Y el Pleno se convierte así en un espectáculo en el que las gradas miden y evalúan a los contendientes. Nada de eso cambiará por el hecho de que los consejos sean el martes.

Al contrario. Los miércoles los diputados podrán rebatir fácilmente las posiciones del Gobierno. Las diputadas y los diputados saben muy bien que, con independencia de cuál sea el texto registrado de la pregunta que se solicita hacer, hay mil argucias para hablar luego de lo que uno quiere y que rara vez las preguntas tienen que ver con contenidos del Consejo de Ministros, sino que suelen versar sobre cualquier asunto relativo al Gobierno que la oposición quiere destacar.

En el Parlamento de Cataluña, por ejemplo, era habitual que la pregunta que formulaba la oposición al president fuera tan general como “¿Qué opinión le merece al president la situación general de Cataluña?”. El diputado que preguntaba y el president iniciaban bajo esa pregunta un debate sobre la actualidad concreta del día. Esa flexibilidad se da por garantizada también en el Congreso de los Diputados y en el Senado.

Más allá del debate legítimo sobre lo adecuado o no de la decisión, resulta especialmente significativo que los tres diarios hayan utilizado el mismo término —literalmente “amordazar”— para referirse a la supuesta intención del Gobierno. Sabemos que la argumentación general de esos tres periódicos coincide en sus bases, pero que las tres portadas utilicen el mismo verbo, en línea con las posiciones de las tres derechas en el Parlamento, es una indicación de por dónde van a ir las cosas en esta Legislatura. El Gobierno va a tener que aguntar desde el primer día —suena a risa lo de la tregua de los primeros cien— a una oposición tocando una misma partitura para tumbar a Sánchez por todas las vías posibles.

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