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¡A la escucha!

Esto nos obliga a revisarlo todo

Cuesta no hablar de algo que no tenga nada que ver con el coronavirus porque la vida, nuestro día a día, se ha infectado de todo lo que tenga que ver con ello. Cuesta también mantener a raya las emociones, cuesta seguir siendo optimistas cuando el número de fallecidos ha superado con mucho los mil, cuando vamos sumando cada día miles de contagiados, cuando los días de confinamiento se van sumando, cuando el goteo de despidos, temporales o definitivos, no cesa y cuando los expertos y los políticos nos repiten en cada comparecencia que, lo peor, está todavía por llegar. Pero toca tirar del carro y toca no desmoronarse. Ya habrá tiempo para pararse, para llorar a destiempo lo que nos emociona o angustia ahora. Lo que toca hoy, ahora, es arrimar el hombro, cada uno en su parcela, cada uno en su casa, en su trabajo si ha tocado ir, en su profesión si es esencial en este momento de crisis o en su entorno acompañando a los que están solos, aunque sea en la distancia.

Estos días tenemos más presentes a los familiares y a los amigos que cada día se visten de blanco. Los médicos, enfermeros, sanitarios, celadores, administradores, la gente que está ahí cada día, conteniendo el dique de las lágrimas y la impotencia porque no hay minutos que perder. Con algunos podemos hablar casi a diario, yo al menos lo hago con mi hermano y mi cuñada, médicos en Navarra y que, como todos los sanitarios, viven con preocupación la situación límite, la falta de los equipos de protección, la falta de mascarillas, de pruebas de diagnóstico. En La Paz, varios amigos médicos me cuentan que se ofrecen voluntarios en los turnos para echar una mano a sus compañeros de medicina interna. Dicen que lo peor es ver el sufrimiento de la gente, la soledad de muchos enfermos de Covid-19. La situación es límite y aunque tienen hijos, aunque tienen padres mayores, saben que ahora toca estar ahí, protegerse al máximo, ser más precavidos que nunca y extremar las medidas de higiene.

Cuando todo esto pase...

Cuando todo esto pase...

Leía el otro día que cuando todo esto pase deberíamos revisar quiénes son nuestros referentes. Cambiar la mirada y acordarnos de quiénes estaban estos días dándolo todo. Los médicos, los sanitarios, y también los cajeros de los supermercados, las personas de la limpieza que no paran de desinfectar espacios comunes, las fuerzas de seguridad que, sin apenas medios también, han estado vigilando y animando a los que están confinados. Cuántas veces hemos ido a hacer la compra y apenas hemos reparado en ellos. Y ahí están: yendo cada día a trabajar, también con apenas protección en muchos casos, haciendo muchas horas y procurando que nuestra obsesión por el papel higiénico quede saciada cada vez que acudimos al lineal de la celulosa. O los repartidores, que ahí siguen: llevando los pedidos que seguimos haciendo por internet, las cartas, los paquetes. Ahí están.

No nos olvidemos de ellos cuando esto pase, que pasará. Y a partir de ahora dejemos de seguir la vida insulsa de algunos personajes que lo primero que han hecho en esta situación es coger su dinero, su coche e irse corriendo a una casa fuera de la ciudad para protegerse. ¡Venga ya! Si algo bueno nos puede dejar esto es que acabemos con la absurdez del postureo en las redes. Hay por ahí un vídeo de un adolescente que les pide a los de su generación revisar todos sus valores, lo que les preocupaba hasta hace sólo una semana; que aprovechen estos días para recordarse lo importante que es vivir en el mundo real y no en el de las redes. Quererse más y exigirse menos. Esto es una lección para ellos, dice. Hay que darle perspectiva a todo esto. Una generación que lo tiene todo al alcance de una app: divertirse, comprar, moverse, de repente se ha visto paralizada por un virus, encerrada en su casa. Este chico, al que no conozco, se define como una generación débil mentalmente. No tenían preocupaciones, hasta ahora. Y ni si quiera en esta crisis han sido capaces de sentirse realmente preocupados hasta que ha llegado el confinamiento.

Miremos esto como una oportunidad. También nosotros como padres. Quedan muchos días por delante y quedan muchas lecciones que aprender. Queramos más, exijamos menos, respetemos más y compartamos más. Cuídense.

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