Muros sin Fronteras

El problema no es el virus, es el sistema

Donald Trump, en una de sus intervenciones para informar sobre la situación de Estados Unidos respecto al coronavirus.

El vídeo de arranque es de abril de 2015, hace cinco años. Para los científicos no ha sido una sorpresa. Saldremos de esta, pero quizá no de la siguiente pandemia si no somos capaces de sacar las conclusiones adecuadas, de poner los medios nacionales e internacionales para evitarlo. La mayor amenaza para la supervivencia de la raza humana, de este sapiens que no hace honor a su nombre, no son las armas, ni siquiera las nucleares, el impacto de un asteroide o que los robot se vuelvan locos, sino un virus similar al Covid-19. Esta idea centra la intervención de Bill Gates con la que inicio este texto: también es el eje del artículo de Simon Parkin Así será nuestra próxima pandemia globalAsí será nuestra próxima pandemia global que enlacé la semana pasada y se lo vuelvo a recomendar.

Si lo combinan con la serie documental Pandemic de Netflix, que habla de las mismas cosas, les ayudará a entender el contexto y no les va a provocar angustia (espero). No es Contagio, que tal vez no sea la película más adecuada en un confinamiento. En este otro reportaje hablan de la gripe española. Es el precedente más cercano del Covid-19 ocurrido hace 100 años.

Las cifras actuales son demoledoras: de camino a los 500.000 afectados en todo el mundo, y no deja de crecery no deja de crecerHablamos mucho de aplanar la curva (jerga en la que ya somos expertos), de fechas y objetivos; también, afortunadamente, de personas. Se multiplican los gráficos comparativos en los que Asia sale mejor parada. Tal vez sea porque vivieron dos coronavirus (SARS, en 2003; y MERS, en 2012) y están mejor preparados. Son sistemas autoritarios que basan el poder en la tradición religiosa-cultural del confucionismo.

Las obligaciones en defensa del grupo están por encima de la libertad del individuo. Uno nace surcoreano, japonés, chino. No es algo de lo que se pueda escapar tan fácilmente como en Occidente. Ese nosotros-nacional conlleva obligaciones y códigos de comportamiento. Nadie cuestiona en Corea del Sur, uno de los países que mejor lo ha hecho, el seguimiento de las personas a través del móvil, la invasión del Estado en la esfera privada. Es un gran hermano consentido. En Europa y EEUU es algo más difícil, en teoría. Hemos cedido información personal sin saberlo, o peor: sin que nos importe demasiado. Nuestros teléfonos son terminales de espionaje. Saben lo que compramos, lo que decimos, lo que pensamos.

Hay hechos incuestionables: Lombardía lo hizo peor que Wuhan, Madrid lo está haciendo peor que Lombardía y Nueva York va camino de hacerlo peor que Madrid. Nadie aprende de los errores de los demás. Faltan medios y materiales para proteger a los luchadores de primera línea. No es fácil adquirirlos donde reina el principio de la oferta y la demanda, una manera de describir la avaricia a costa del sufrimiento de los demás. Es sorprendente lo que ha tardado el Reino Unido en actuar con contundencia. Boris Johnson ha pasado en una semana de defender la selección natural de la especie a encerrar su población en casa por tres semanas. Las cifras del experimento sobrepasaban los 500.000 muertos.

En el entorno de Donald Trump abundan los defensores de la eugenesia capitalista. El remedio no puede ser peor que la enfermedad, acaba de decir el presidente. Está nervioso porque sabe que será la economía la que determine el resultado de las elecciones de noviembre. Es su gran logro. El índice de la Bolsa está por debajo del día de su inauguración presidencial. Distintos expertos y think tank dan por segura una recesión y aumento del desempleo. Es un escenario de pesadilla, sobre todo para Trump, que ya no esconde su deseo de reabrir lo antes posible la economía digan lo que digan los científicos.

El personaje estrella a seguir es el doctor Anthony Fauci, que se debate entre dejar pasar las burradas del presidente o decir la verdad. Le ha contradicho en directo en varias ocasiones. Hay un runrún de sables. Dicen que Trump lo quiere despedir, algo que podría ser demoledor para él y para su país. Es lo que pasa cuando los ciudadanos prefieren a un demagogo oportunista que a un defensor de la ciencia.

Vienen días muy duros, y después, otros tan duros en la economía. ¿Pagarán los de siempre? No lo duden. La ventaja es que esta vez todos vamos a estar mal. Hay dos enseñanzas de 2008 que la UE debería aplicar en 2020: no puede dejar expuestos a los más débiles como sucedió con Grecia. Somos un todo. No se puede repetir una eugenesia por países.

El nazismo no surgió de la nada, no fue consecuencia de un meteorito. Es un pensamiento que estaba –y está-- entre nosotros: el desprecio por los débiles, enfermos y ancianos, cuestionar el pago de impuestos para asuntos sociales. Lo dijo Emmanuel Macron hace unos días, no se puede considerar la Sanidad Pública como un gasto, porque es una inversión. Los defensores de los recortes y de la privatización a sus amigos no pasan por el mejor momento publicitario, pero no duden de que volverán con otros argumentos.

Veremos qué cambios de fondo y de comportamiento genera la pandemia, si son políticos o de cultura. Apuesto a que nada volverá a ser igual. Lo que no va a cambiar nunca es el número de idiotas y su insoportable visibilidad en las redes sociales. Cada uno de nosotros tenemos dos deberes ciudadanos: no salir de casa y bloquear en masa a los cretinos, sean seguidores o no.

Tenemos que renovar las prioridades, reflexionar y acometer los cambios necesarios. Angela Merkel compara la pandemia con la Segunda Guerra Mundial. No es un mal ejemplo para defender una reordenación mundial, un reset global. Es este sistema depredador sin controles el que mata más que el virus, es el que da prioridad al gasto militar sobre la investigación y la sanidad, el que vive en una eugenesia social permanente de la que solo se salvan los más ricos.

Más sobre este tema
stats