Diario de una confinada
Si un día te recordáramos todos por esa frase…
Tengo la cabeza llena de citas y no son de Churchill ni de Platón, ni de Confucio. Tengo la cabeza llena de aquello que me dijeron los míos, los que le dieron sentido a mi vida mientras estaban y se lo siguen dando ahora que no están, aunque siguen siendo.
Son esas reflexiones, como faros, que utilizo para abrirme paso en tiempos oscuros, cuando no sé por dónde tirar ni de dónde sacar fuerzas porque el miedo, la tristeza o el dolor me han detenido.
Oigo esas frases dentro de mi cerebro con sus expresiones inconfundibles, con su entonación, con su deje propio, con su manera única de analizar y sentir. “Las cosas en su sitio siempre se encuentran”, “Tendrá que ser así”, “Bienvenida a tu libertad”.
Así, expuestas sin contexto, una por una, sin decir quién las dijo ni cuándo, ni por qué, puede sonar como si hubiera metido la mano en una saca de correos y, después de revolver bien, como en los viejos concursos de la tele, hubiera sacado postales escritas de emisor a receptor, asumiendo que solo ellos dos conocen la carga de significado de cada mensaje. Así, esparcidas sin más, puede que no digan nada, claro, a mí me lo dicen todo.
Seguro que tú que me estás leyendo, tienes las tuyas, las de quienes te fueron llenando el corazón de frases que son mucho más que palabras encadenadas. Seguro que vuelven a tu memoria cada vez que te enfrentas a una decisión y te figuras cuál sería su consejo, o cuando estás sufriendo y evocas su consuelo, o cuando vives algo tan fascinante y piensas en lo que hubiera dicho al vivirlo contigo… Y las escucharás, seguramente, cuando te apetece deleitarte en el recuerdo y juegas a reconstruir su rostro a través de lo que te dijo un día, cuando parecía que los días nunca se os iban a terminar…
Ocurre un curioso fenómeno en las redes sociales, que tienen una parte de patio pero otra de álbum de fotos. Cuando alguien muere, en ocasiones, otro usuario rescata su último tuit. Es una traslación al mundo virtual de la última frase que te dijo aquella persona a la que no volviste a cruzarte en la escalera… Y entonces, esos últimos caracteres adquieren otro carácter.
En estos días de confinamiento, solo me acerco a los pequeños grupos en cada aplauso desde mi ventana y solo me rozo con la multitud en las redes sociales. Leyendo lo que unos y otros dejamos grabado en ellas, hoy me ha dado por imaginar que, si algunos de los que leo fueran el último tuit, la última foto en palabras, lo último que aportáramos sus autores a la humanidad virtual… unos harían de nuestra especie un elemento totalmente prescindible y otros, en cambio, indispensable.
De los primeros, ya te comenté querido diario, estoy haciendo ayuno, no los puedo digerir con este nudo que llevo en el estómago. De los otros hay también muchos, afortunadamente, pero hoy me quedo con este, porque contiene todo lo que es un bien de primera necesidad
Hoy no podía ser otra la canción. Dedicada a María y a quienes, como ella, nos sonríen en este infierno: