Qué ven mis ojos

Si soplamos todos juntos apagaremos este infierno

Benjamín Prado

“Hay ideas que no merecen ni ser ignoradas”

Hay una buena noticia, una mala y las dos son la misma de siempre: la mayoría de las y los españoles van por delante de los líderes a quienes deberían de seguir. Que muchos de ellos no sean capaces de enterrar el hacha de guerra ni en un escenario como el que padecemos, explica quiénes son y a qué han venido. Que no comprendan que ahora es el momento de sumar y que más adelante, cuando esta pesadilla termine, ya echaremos todos cuentas, deja clara su incapacidad para ver más allá de sus ambiciones. Y en cuanto a las proclamas de la ultraderecha, sus despropósitos verbales y sus campañas de intoxicación, lo más útil será recordar un aforismo vienés del que habla Claudio Magris en su último libro, Instantáneas: hay cosas que no merecen ni ser ignoradas. Pero están ahí y la fiscalía debiera pararles los pies a quienes hacen lo que acaba de hacer una diputada de Vox: pedirle al ejército, desde su cuenta de Twitter, un golpe de Estado. No reproduzco literalmente su mensaje para ahorrarles la vergüenza ajena gramatical, que proviene del hecho de que en los gritos no existen ni la semántica ni la ortografía, pero en la escritura sí. Qué nivel.

Campeones del mundo a la hora de coger los rábanos por las hojas, resulta que si, según la última encuesta del CIS, queda claro que en estos precisos instantes la ciudadanía desea que las fuerzas que constituyen el Parlamento nacional y los autonómicos vayan de la mano, la conclusión es que el sondeo está trucado. Si a un general de la Guardia Civil se le escapa que entre sus misiones está la de atemperar los ataques contra el Gobierno en la red, los otros grupos protestan, y con toda la razón, pero eso no hace desaparecer el hecho de que exista una campaña orquestada de bulos, hecha con cuentas artificiales y seguidores comprados o ficticios, en la que con tal de desprestigiar al Ejecutivo de coalición se pueden cruzar absolutamente todas las líneas de lo tolerable y que a lo único que contribuyen es a confundir y asustar a quienes los lean. Y cuando el presidente, que es a quien corresponde la gestión de la crisis, propone un gran acuerdo de reconstrucción de nuestro país, que sin duda quedará malparado cuando la salud deje su lugar a la economía en el número uno de nuestros problemas, se enredan en discusiones de patio de colegio sobre si los han llamado un día antes o después, si la comunicación duró más o menos, etcétera. Lo urgente es lo que nos perjudica hoy a todos, no lo que podría beneficiarlos a ellos el día de mañana. Ya habrá tiempo para eso cuando la vida reanude su marcha y en nuestras instituciones se pueda debatir otra vez libremente y cada cual desde su escaño eso y cualquier otra cosa que esté dentro de nuestra Constitución. Nadie pide carta blanca para nadie, sólo que no jueguen con nuestro futuro, que será difícil y también apasionante. Remen, no urdan motines. No hagan de esta tragedia un drama sin fin. No eviten que España se levante, lo mismo que ha hecho siempre.

Hay que estar muy atentos para ver quiénes dan la talla y quiénes no. Habrá que apuntar las mentiras y las manipulaciones, para recordarlas en su momento, porque lo que se dice o se calla con miles de víctimas mortales sobre la mesa tiene otra magnitud. En el lado de los aciertos, nadie le está negando el pan y la sal al alcalde de Madrid, por su actitud positiva y responsable. En el lado de los errores, ahí sigue erre que erre la portavoz de la Generalitat, Meritxel Budó, que dice que si Catalunya fuera independiente hubieran fallecido menos personas de coronavirus, porque ellos hubiesen empezado el confinamiento quince días antes. Haces números y eso es el 29 de febrero, justo cuando ella y los suyos acudían a la concentración de cien mil personas que habían organizado con Puigdemont en Perpinyà. Eso se parece tanto al intento de la ultraderecha de culpar a La Moncloa de su mitin en Vistalegre como el famoso hastag #sanchezveteya al “váyase, señor González” con el que saludaba José María Aznar a Felipe González. El mundo es un pañuelo.

Como no podía y sobre todo no debía ser de otro modo, Pablo Casado va a formar parte de las conversaciones sobre qué hacer para poner en pie de nuevo el país en cuanto el mal sea vencido, porque es su obligación. Y es muy razonable que haya exigido que la discusión se celebre en el Congreso, con luz y taquígrafos y en una comisión parlamentaria. El Gobierno, por su parte, ha aceptado de inmediato esa condición, y puede que sólo se trate de un primer paso, pero ambos lo dan en el mismo camino que siguieron los dirigentes de la Transición, ese por el que se avanza cuando todos ceden y renuncian a algo a favor del todo.

Ojalá sean capaces de salvar sus diferencias y darle a este país lo que se merece: la oportunidad de salir de este infierno de la única forma que eso es posible: soplando todas y todos a la vez para apagarlo.

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