Diario de una confinada

Leer la vida, vivir los libros

Raquel Martos

“Todas las penas pueden ser soportadas si las conviertes en una narración”. Estas palabras están en la primera página de Teatro de la caricia, el libro de un genio, Finzi Pasca. Desde que leí esta afirmación, la llevo en mi interior como una jaculatoria a la que me aferro cuando llega el desconsuelo.

Los libros tienen ese inmenso poder de abrazar y acoger –hablábamos ayer de Galdós– y también tienen el poder de construir, como arquitectos de la emoción, mundos en los que puedes confinarte durante el tiempo que dure su lectura, o su relectura…

Sumergirte en los libros y dejarte acariciar o despertar gracias a lo que otros dedos escribieron. Despegar a través de ellos para volar a otro tiempo, a otros lugares o a otras vidas. Largarte a otro universo y, al abandonar la atmósfera que te rodea, sentir que te desprendes de la gravedad de tu realidad, que flotas en otras.

En este peculiar 23 de abril no paseará Sant Jordi por las calles de Barcelona, ni habrá actos en las librerías de toda España. Las conexiones virtuales tratarán de sustituir ese sensual roce entre autor y lector, sí, pero no será lo mismo. Nos perderemos el bendito contagio de la lectura y el acercamiento social de quienes acuden a una firma o a la búsqueda de tesoros de papel.

Leer nunca es tiempo perdido, ni gastado, ni derrochado, leer es ganar tiempo, invertirlo, ensanchar nuestra vida y nuestra experiencia. Porque los libros no nacieron para sujetar puertas sino para abrirlas, no para decorar estanterías sino para amueblar cabezas y abrigar almas.

En este extraño Día del libro sumo a mi devoción por la lectura la que tengo por escribir, aunque a veces duela, como la vida… Hace justo un año estaba en plena escritura de mi tercera novela Los sabores perdidos y en el inicio de un duelo. Confinada en mi dolor, pero bajo el consuelo impagable de poder abandonar la gravedad de mi realidad durante un rato, para dar vida a otros personajes. ¿Y quién iba a decirme, a decirnos, cómo sería la vida un año después?

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Nadie puede saber ahora cómo serán los capítulos que no hemos leído aún de esta historia de terror, pero soñemos hoy con que el relato del próximo 23 de abril sea de puertas abiertas, luces encendidas, roces entre autor y lector, libros jóvenes en parques, libros viejos releídos y sabores reencontrados… Y leamos, aunque a veces duela.

"Cuentan que cuando apareció, el público quedó muy impresionado. Estaba muy viejita, frágil. La acompañaron hasta un sillón y le ayudaron a sentarse. Ella tomó un poco de vino y empezó a contar historias. Las recordaba y las volvía a contar sin ningún papel entre sus arrugadas manos. Los jóvenes que estaban allí la miraban asombrados y silenciosos; la anciana era como una aparición. ¿De dónde vendría? ¿Quién sería? Hoy no importa. Basta con recordar que ella dijo una vez. 'Todas las penas pueden ser soportadas si las conviertes en una narración'".

Teatro de la caricia, de Finzi Pasca.

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