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Una oportunidad excepcional para cambiar la política española

José Miguel Contreras

Pedro Sánchez ha planteado en el Congreso de los Diputados el ofrecimiento, en nombre del Partido Socialista, de apoyar acuerdos de reconstrucción en comunidades autónomas y ayuntamientos “gobierne quien gobierne”. La propuesta supone una auténtica revolución en la política española, si es que llegara a ponerse en práctica. La primera reacción de la derecha política y mediática fue este miércoles muy curiosa. Todos miraron hacia otro lado disimulando, sin querer oír lo que allí se había dicho. La alternativa planteada por Sánchez supondría hacer estallar la tensa e intensa confrontación que ha dominado la vida política española en los últimos tiempos, especialmente agudizada con la aparición en el terreno de juego de la ultraderecha agrupada en Vox.

La importancia de este anuncio irá adquiriendo mayor o menor dimensión dependiendo de dos escenarios. En primer lugar, hay que ver cómo empiezan a moverse los socialistas en cada comunidad autónoma y cada ayuntamiento de España. Para el PSOE y para Pedro Sánchez va a suponer una importante prueba de su unidad interna y de su capacidad de adaptarse disciplinadamente a situaciones muy complejas en algunos lugares. Hay significativas figuras del partido que no comparten este espíritu de entendimiento con la derecha y consideran que supone una muestra de debilidad responder en mitad de la gresca en la que se desenvuelve el debate político actual. El segundo terreno de juego será la comisión parlamentaria que va a discutir los posibles pactos de reconstrucción nacional.

Hace unos días, Más Madrid planteaba una posición similar en el ayuntamiento de Madrid. La peculiaridad reside en que el actual alcalde del PP, Martínez Almeida, ha destacado en estas últimas semanas por aplicar una línea abiertamente alejada del hostigamiento al gobierno central que le ha granjeado un extendido reconocimiento entre muchos votantes de izquierdas en la capital. La propuesta planteada por Sánchez va mucho más allá, puesto que se abre a todos los ayuntamientos y comunidades en los que se respeten los mínimos principios democráticos.

Está por ver la actitud que puede adoptar Unidas Podemos y sus confluencias. Cuentan con la ventaja de que tienen margen para tomar la decisión que deseen. Si optaran por no apoyar bajo ningún concepto al PP, seguramente a nadie le resultaría contradictorio. Ahora bien, si decidieran sumarse a la iniciativa, colocarían a los populares en una disyuntiva complicada al romper de plano la imagen de una formación que según su manido discurso habitual viene a destruir el sistema democrático y a imponer un régimen comunista arrasador.

En la derecha, este paso supone un completo vuelco al esquema dibujado desde la famosa foto de Colón. El proyecto de las tres derechas lideradas por Casado, Rivera y Abascal se estrelló en las urnas al no obtener una mayoría suficiente para alcanzar el gobierno. La salida de Rivera ha acabado por desencadenar un proceso de sigiloso desligamiento de Ciudadanos del trío de Colón. Inés Arrimadas ha empezado a dar muestras de querer recuperar el espacio del centro político abandonando la política del cordón sanitario respecto al PSOE.

Seguramente, el cambio más trascendente de este movimiento político afectaría a Vox. Bajo este nuevo modelo, la ultraderecha perdería automáticamente su capacidad de condicionar la vida política. En Madrid, en Andalucía, o en cualquier lugar donde Vox tiene una representación que facilita el gobierno del PP, su influencia sería nula. Su voto minoritario dejaría de ser decisivo y, por tanto, su postura chantajista que le ha permitido imponer algunas de sus políticas pese a su minoritaria representación democrática dejaría de ser efectiva. El PP tendría las manos libres para decidir si acepta o no las estrafalarias exigencias de la ultraderecha en asuntos tan delicados como la educación, la inmigración o la igualdad. Para Ciudadanos supondría una completa liberación de su carga más pesada. No tendría por qué discutir nunca más si debe contar o no con la ultraderecha para llevar adelante su programa político. Para el PP, se abriría una histórica oportunidad de ampliar su espacio político fuera de la única apuesta por la confrontación y la competencia con Vox. La ultraderecha quedaría enormemente desdibujada.

Por desgracia, en la política española nos hemos acostumbrado a que suele triunfar la vileza sobre la nobleza, el enfrentamiento sobre el acuerdo y el insulto sobre el aprecio. De repente, posibilitada por la grave crisis abierta por el impacto del COVID-19, se abre una oportunidad histórica de repensar un modelo de convivencia que no defendemos la mayoría de los españoles. Tenemos ante nosotros la posibilidad de que los radicalismos que buscan la polarización queden relegados ante el poder imbatible de los acuerdos amplios y dialogados. Lo más lógico es que la propuesta se quiebre por los intereses contrapuestos de algunos de los necesarios participantes en el proceso. Pero, al menos por una vez, celebremos la posibilidad de que otra política pudiera ser posible. Los que lo deseamos, deberíamos plantearnos luchar porque así sea.

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