¡A la escucha!

¡Basta ya!

Helena Resano

Helena Resano

Mentir a sabiendas o jalear los bulos no está recogido en la Constitución. La frase es de Jesús Maraña, director editorial de este medio, un periodista íntegro al que siempre hay que escuchar y que sobre todo se guía por la sensatez. Sobra decir que le admiro.

El otro día explicó en apenas dos minutos la diferencia entra la libertad de expresión y el delito de difundir bulos. Algo muy elemental pero que estos días parece que hay que recordar. La libertad de expresión sí está recogida en la Constitución; mentir, a sabiendas de que lo estás haciendo, no. Y estos días hay mucho de esto último.

No me gusta quejarme y como suele decir otro periodista muy activo en redes, aquí se viene llorado (la frase es de Pérez Reverte). Pero hoy sí quería pararme en algo nada sano que empieza a crecer conforme pasan las semanas de confinamiento. Llevamos días, semanas, en las que el odio en las redes, de un lado y de otro, se vuelca como bilis sobre los periodistas. Ataques cuando lo que dices o lo que cuentas no gusta al que lo lee o escucha. Cientos de mensajes en los que el insulto es la norma, el argumento no existe y en el que lo que se busca es dañar. Y así con todo. Al principio de este confinamiento contaba aquí que llevaba días siendo la consultora de mi entorno sobre noticias que estaban circulando en las redes, en los grupos de whatsapp. La mayoría noticias falsas, bulos, fake newsfake news. E insistía, entre mis amigos, mi familia y mi entorno, que, por favor, no reenviaran esa información que les había llegado a su teléfono sin confirmar por una fuente oficial, sin contrastar, porque lo único que conseguía es que esa mentira creciera sin control. Y una mentira viralizada es una verdad asumida por tanta y tanta gente que no se va a molestar en contrastar. Así de duro.

El síndrome de la cabaña

El síndrome de la cabaña

Aunque la mayoría evitan contribuir a toda esta cacofonía, otros muchos aceptan esa mentira como válida porque es mucho más fácil de asumir, de aceptar, de entender. “Lo otro me provoca desazón, me inquieta, no llego a entenderlo, y por tanto, lo rechazo”. Lo increíble es que esto ocurra con gente que más o menos se supone que está preparada (o creías que estaba preparada y leída), que incluso te conoce, que tiene tu teléfono a golpe de mano, que lo mismo que lo descolgaban para pedirte mil favores, pueden hacerlo ahora para preguntarte si eso que hay circulando por ahí es verdad o no. Pero debe de ser más difícil hacerlo y más fácil volcar tu frustración, tu cabreo, tu odio en un foro público e insultar al mensajero como si no hubiera un mañana. ¡Con lo fácil que es preguntar!

Sí, nuestro deber como periodistas es contrastar, verificar que lo que estamos publicando o contando en un informativo es así. No hacerlo nos acarrea consecuencias legales y las asumimos, pero al margen de todo eso, es una cuestión de principios: informar mintiendo es lo contrario a lo que buscamos, a lo que busco, con esta profesión. Entiendo el periodismo como esa profesión que ayuda a entender nuestro entorno, que se cuestiona lo que pasa, que busca respuestas y que hace las preguntas para lograr acercarse lo máximo a esa verdad. Y creo que el periodismo bien ejercido ayuda a hacer de éste un mundo mejor. Estar informado ayuda a tomar mejores decisiones. Poner el foco sobre lo que se quiere ocultar ayuda a acabar con las injusticias, los desmanes, los abusos. Y desde el principio ejerzo esta profesión con esa máxima. Es nuestra responsabilidad velar por que lo que contamos sea verdad. Pero ustedes también tienen la responsabilidad de informarse y de contrastar lo que ven. Y los políticos, ¡ay, los políticos!, su deber, no ya su responsabilidad, es no contribuir a difundir esos bulos, es buscar argumentos en su postura política basados en verdades, en datos contrastados y no en mentiras que pueden circular por las redes.

Este jueves, otro maestro de esta profesión al que admiro y sigo desde que era pequeña me decía: “Ánimo Helena. Hay que asumir que nos hemos convertido en unos proscritos. Pero eso no nos puede hacer tambalear. Nunca antes había visto este nivel de odio y sólo espero que pase”. Bueno, yo también, maestro. Espero que pase y espero que la cordura vuelva. Nos hace falta.

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