Diario de una confinada

A los actores y actrices de pequeñas partes

Raquel Martos

Entre las personas que forman parte del elenco de nuestra vida hay protagonistas, secundarios, actores y actrices de pequeñas partes y figuración. A nuestros protagonistas ahora los tenemos muy presentes, incluso cuando no están o cuando no podemos acceder a ellos, cuántas familias sin los suyos porque están en camas de hospital, en UCIS, en morgues a las que no pueden acercarse…

Nuestros secundarios puede que también estén bajo control. Y seguramente, con muchos de ellos sea más estrecho el contacto ahora, desde nuestros respectivos confinamientos, que en tiempos de antigua normalidad, cuando dábamos por hecho que siempre tendríamos ocasiones para vernos y hacíamos esa frase que debería empezar a considerarse ya un maldito bulo “tenemos que cenar”.

A la figuración la hemos perdido por completo los que estamos encerrados en casa y hemos dejado de figurar también para ellos, paisaje animado de la rutina. A diario nos cruzábamos los unos con los otros en las calles, en las estaciones de tren, en los grandes almacenes. Seres humanos desconocidos con los que no compartíamos más que el espacio común, eso que ahora ya no es corriente.

Los que salen a la calle para trabajar siguen cruzándose con otros figurantes –sin duda, ellos están viendo otra película–, aunque la presencia de estos sea muchísimo menor y ya ni siquiera las zonas más concurridas de las ciudades más pobladas puedan entrar en la categoría de superproducción.

Hoy quiero enviar un mensaje a los “actores de pequeñas partes”. En el mundo audiovisual los conocíamos como “figurantes con frase”, pero en 2016 desapareció ese término que servía para encubrir abusos laborales, para mantener a estos actores en un limbo legal y para que les pagaran, a veces, solo un poco más que lo que marca la base salarial del amor al arte.

Con el cambio, además de la mejora en la remuneración por su trabajo, estos artistas pasaron a generar derechos de propiedad intelectual, el nuevo término jurídico perseguía el objetivo de que se reconociera, de verdad, su papel y su importancia en el proyecto.

En la vida, los actores de pequeñas partes son para mí esas personas a las que ves a menudo porque entras en su tienda, porque tomas café en su bar, porque vas a su centro a que te hagan la manicura, porque coincidís cuando sacáis al perro, porque trabajan en el mismo edificio que tú, aunque pertenezcáis a empresas diferentes. Quizás nunca os hagáis esa falsa promesa de “tenemos que cenar”, pero cada encuentro es un gusto.

Tengo en mi vida un largo casting de buenos actores y actrices de pequeñas partes, porque lo que más me gusta del mundo es hablar con “la gente”. De hecho, la categoría de “figurantes con frase” yo ya la tenía descartada desde antes de que el BOE publicara el nuevo Convenio, porque con algunos y algunas he llegado a intercambiar capítulos y capítulos enteros de nuestras vidas.

Hoy he sentido mucha añoranza de mis “actores y actrices de pequeñas partes”, porque, en ocasiones, las zonas chiquitillas del día que he compartido con estas personas han compensado esas grandes porciones que a veces te salen agrias.

Ojalá me esté leyendo alguno de esos actores y actrices con los que me cruzaba cada mañana o cada tarde, ya sabéis quiénes sois, intercambiábamos algunas palabras, quizás un chiste o una burrada –si había confianza– o algo más suave si nuestro código era otro.

Ojalá os llegue, de algún modo, el mensaje de que os echo de menos. Si al salir de este encierro no suenan vuestras voces en la banda sonora de mi nueva normalidad, mi nueva normalidad habrá perdido el swing.

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