Ultreia

Encumbrar a la soldado Robles para debilitar al general Sánchez

Daniel Basteiro

Isabel Díaz Ayuso citó muchos nombres propios en su discurso del 2 de Mayo, día oficial de la Comunidad de Madrid. La presidenta regional quiso honrar a todos los que en Madrid han luchado contra el covid-19. Uno destacó sobre todos los demás. Fue la única mención a un dirigente político nacional. Para extrañeza de propios y extraños, se trataba de una ministra del Gobierno central, al que Ayuso critica en los términos más duros día sí, día también.

“La ministra Margarita Robles ha sido una nueva Manuela Malasaña y le agradecemos la fabulosa operación Balmis y cómo nuestros militares y la Guardia Real nunca dejaron solos a nuestros seres queridos”, proclamó la presidenta regional.

Díaz Ayuso introdujo a la ministra de Defensa en la retórica bélica (no en vano está al frente del Ejército), pero la comparación no puede ser en realidad más exótica. Robles es una veterana magistrada que en 2016, a punto de cumplir los 60 años, dejó el Tribunal Supremo para volver a la primera línea política. Manuela Malasaña era una costurera de menos de 18 años que se convirtió en el icono de la Guerra de la Independencia. La joven Manuela fue asesinada en 1808 por las tropas francesas sin que aún hoy se sepan exactamente las circunstancias. Robles sobrevive políticamente mejor que otros ministros y dirigentes nacionales y, por supuesto, está lejos de ser una víctima en modo alguno.

Si alguien se quiere erigir en estos días como la resistencia ante el invasor es, precisamente, la propia Ayuso. Ella es la punta de lanza del discurso más duro del PP y despliega estratégicamente un tono marcadamente más agresivo que el del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, y otros barones del partido. El usurpador, en este caso, no es José Bonaparte, apodado Pepe Botella por los madrileños de los tiempos de Goya por su afición a la hidratación lúdica. Tampoco el covid-19. Para la presidenta regional, el principal enemigo de carne y hueso es el propio Pedro Sánchez, a quien buena parte de la derecha y la extrema derecha han considerado desde el principio un gobernante ilegítimo tanto por acceder al poder a través de una moción de censura como por hacerlo de la mano de Unidas Podemos y la abstención de formaciones independentistas.

Ayuso resistió la tentación de erigirse ella misma como la heroína (un día antes se produjeron las bochornosas imágenes del apelotonamiento en Ifema) y cedió la proyección a Robles. Poco hay de inocente en el gesto, por mucho que la titular de Defensa, una hábil comunicadora con buenas amistades en todo el espectro político, haya protagonizado varias intervenciones públicas muy aplaudidas y gestione su departamento sin mayores sobresaltos. En política, nada suele ser gratis, especialmente los piropos al rival. 

Robles se ha convertido, para el PP y para algunos medios de comunicación, en un nuevo icono del centroderecha. Sin ella pretenderlo, da continuidad a la teoría del Gobierno de concentración que tanto circuló hace semanas y que Jesús Maraña explicó aquí. Es más, la propia Robles ha tenido que desmentir un bulo de Twitter que la colocaba en una carrera por la presidencia del Gobierno tras apartar a Sánchez. El de la jueza es un nombre más en la larga lista de presidentes imaginarios en la que en los últimos años han aparecido Josep Borrell, José Bono o la vicepresidenta económica, Nadia Calviño. Esos perfiles, sobre los que en su momento se escribieron no pocos artículos, gustan mucho en algunos ambientes empresariales y políticos de centroderecha.

Nadie con un mínimo conocimiento de cómo funciona el PSOE puede darle ni un pellizco de verosimilitud a la hipótesis. Es más: por eso mismo es posible volcar en ella entusiasmo sin límites ni temor a que el deseo se materialice. Por otra parte, Robles formó parte del grupo de diputados del "no es no" a Mariano Rajoy, fue duramente criticada por los que ahora la alaban en su etapa como portavoz en el Congreso y volvería a serlo si estuviese al frente del timón. Pero la mera propuesta es de por sí un elemento de desgaste contra el propio Sánchez, algo que no ha pasado desapercibido en Moncloa. Si Robles gusta a la derecha no es que la derecha tenga un problema con el PSOE sino que Sánchez es el problema. Si la soldado es mejor que el general, ¿por qué hay que sufrir al general?

“La ministra Margarita Robles nos recordó que no todo el PSOE está perdido", dijo el periodista Carlos Herrera en la Cadena Cope hace unos días al elogiar el discurso de la titular de Defensa en el cierre del Palacio de Hielo. "Salvó la dignidad del PSOE como partido”, en oposición a Sánchez, que según él la echa a perder, claro.

Tras Martínez-Almeida y la propia Ayuso, Robles es la dirigente que más reforzada sale de la crisis, según una encuesta publicada por ABC este domingo. El sondeo pregunta por 12 políticos, pero sólo tres son del Gobierno: Sánchez, Pablo Iglesias y la propia Robles. En el sondeo no se encuentra ningún otro ministro o vicepresidente, ni siquiera el titular de Sanidad, Salvador Illa.

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El Mundo no ahorró este domingo calificativos en un destacado perfil en el que la bautizó como “Santa Margarita” en su primera página. Sus palabras sobre los fallecidos que velaron los militares en las morgues madrileñas hicieron que su figura se “agrandara hasta sepultar al resto de los miembros de su Gobierno”. En ese momento álgido mostró “la sensibilidad, la compasión y la entereza que se le suponen a un gobernante en circunstancias extremas”. La actitud general del Gobierno que encabeza Sánchez es “tan exageradamente fría, tan calculadora, tan negacionista del sufrimiento, tan ineficaz, tan poco respetuosa con los muertos y con los vivos” que Robles brilla con luz propia. No sólo se trata de elogios a Robles sino de ataques a Sánchez, a pesar de que la distancia entre la responsabilidad que ostenta una y otro en la lucha contra el covid-19 es todo un abismo.

No hace falta ver Baron Noir, la serie brillante y (muy) francesa sobre las tripas del poder que está de moda entre políticos y periodistas para entender que quien controla el partido controla el poder. Así lo comprendió Pedro Sánchez en las primarias del PSOE de 2016 y por eso ahora dispone de una autoridad a prueba de bombas por más que en su partido siga habiendo muchas y diversas voces. De ello es consciente Robles, diputada por Ávila y sin carné al partido, fiel al jefe del Ejecutivo más allá de que le agrade, como a todo el mundo, que se reconozca su trabajo.

En cualquier caso, en los piropos con truco a la “nueva Manuela Malsaña” late, de nuevo, el runrún continuo de los que además de derrotar al coronavirus persiguen que Sánchez sea su principal víctima política.

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