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Diario de una confinada

Volver a pisar cristales

Raquel Martos

En mis pinitos de cocinera me he aficionado a “la olla de cocción lenta”. Un electrodoméstico con el que el tiempo de espera se prolonga y mucho, porque ella, como su propio nombre indica, no tiene prisa por cocinar, al contrario.

Esta mañana, mientras tomaba el café del desayuno, estaba yo feliz observándola, con su cerámica limpia y reluciente, reposando tranquilita en la encimera –después de haber pasado la noche cocinando para mí mientras yo dormía– y, sin saber por qué, la cabeza me ha llevado a la fase 1. He sentido una angustia difícil de gestionar.

A veces la mente camina por unos derroteros que creemos no haber marcado y no entendemos el itinerario que lleva nuestra cabeza de un lugar a otro, aparentemente alejados entre sí, sin conexión alguna entre ellos.

Pero si nos detenemos y tratamos de seguir las pistas, como si fueran los garbanzos de Pulgarcito, a veces llegamos a una respuesta. Y después de cavilar un rato al respecto, creo que he descubierto por qué se me ha ido la olla esta mañana y me he plantado mentalmente en una fase preocupante…

La slow cooker es un electrodoméstico que nació con la intención de recuperar aquella cocina del calor suave, sin prisa, era la búsqueda del regreso nostálgico a la manera de la abuela. Y me atrevería a asegurar que los que nos enganchamos a este modo de preparar la comida diaria perseguimos esa misma idea, volver a la cocina de la abuela, la de antes, la de aquellos años en los que se le daba todo el tiempo del mundo al ritual culinario. Y eso mismo queremos hacer ahora, aunque no tengamos tiempo, aunque ya no esté la abuela.

El aparato se compone de dos partes: el recipiente de cerámica en el que colocamos los ingredientes para el cocinado y una carcasa de metal que se enchufa a la corriente eléctrica y transmite el calor a través de resistencias. Y tiene dos ventajas importantes, es sencilla de manejar y el coste es asumible, el aparato en sí no es muy caro y el consumo de electricidad es bajo.

Fijándome solo en estas características básicas de esta olla que me ha robado el corazón, he resuelto el enigma, porque al repasarlas he visto en forma de metáfora la razón de mi angustia por esa incursión que vamos a hacer en las nuevas fases…

1.- El paso al que nos aproximamos nace de la búsqueda por recuperar lo que teníamos, nuestra manera de vivir, sin franjas, sin distancia social, sin guantes… Intentamos acercarnos lo más posible a aquel otro modo de hacer las cosas, es lo mismo que pretendemos con la olla, volver a la ANTIGUA NORMALIDAD de la cocina de la abuela, solo que ya no está la abuela… Sí, hemos perdido a muchos en el camino y perderemos a más.

2.- La recompensa es el propio plato y no lo lograríamos si no existiera el calor que produce LA RESISTENCIA. De resistencia llevamos ya una larga prueba, sería absurdo hacerla inútil ahora por exceso de urgencia o por falta de sentido de la responsabilidad.

3.- Una de las ventajas de la olla es que puedes conseguir resultados impresionantes con un aparato que es SENCILLO DE MANEJAR, al igual que algunas de las cuestiones que no podemos descuidar ahora, la higiene, la distancia, esfuerzos en el fondo sencillos con grandes resultados. La empatía, el más sencillo de todos, tan difícil para algunos…

4.- COSTE ASUMIBLE: El coste de esperar el tiempo necesario e ir poco a poco es asumible, el riesgo al que nos enfrentamos de no hacerlo, no.

La olla de cocción lenta no es aconsejable para los impacientes y yo que lo soy y mucho, he descubierto con mi olla que me compensa esperar para lograr un plato que valga la pena. Y tampoco tengo ahora prisa en recuperar según qué experiencias a según qué coste propio… y ajeno.

Esta mañana, antes de tomar ese café que me ha llevado a la angustia, he paseado con mi perra por un lugar que suele tener las huellas del botellón de la víspera, durante el confinamiento estaba extraordinariamente limpio, hoy he vuelto a pisar cristales.

Llega una de las horas de la verdad, no es la primera ni será la última. En esta pesadilla en la que nos vamos acostumbrando a vivir, pero de la que necesitamos salir, los tiempos son otros y hay que hacerse a ellos.

Paciencia, todo llega.

At last. Etta James.

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