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Diario de una confinada (Despedida)

El encierro colectivo y solitario

Raquel Martos

El 18 de marzo escribí la primera página de este Diario de una confinada. Hoy escribo la última y ojalá no tenga que iniciar un diario similar, será muy buena señal…

Se van abriendo las puertas para que vayamos saliendo, ordenada y lentamente, sin acariciar la certeza de que no volveremos a entrar y un poco deslumbrados por la luz de fuera después de haber pasado tantos días dentro.

Abandonamos tímidamente el confinamiento colectivo y solitario. El dolor, aunque sea compartido, se padece en soledad.

En estas semanas cada uno de nosotros ha escrito su propio diario. Cada historia es singular, diferente, pero apostaría a que en cada una de ellas hay dolor, miedo, rabia, incredulidad... A todos nos ha tocado, con más o menos cercanía, la enfermedad, la muerte, el mazazo económico. Pero es muy probable que en cada una de estas historias, las nuestras, haya también algún punto de luz, por tenue que sea.

Es que lo oscuro y lo luminoso cohabitan con naturalidad. Junto a esas imágenes felices que van iluminando las calles con reencuentros llenos de mascarillas, ilusión y alivio, esas otras de alfombras desinfectantes en las puertas de los tanatorios que esperan a quienes, a partir de ahora, sí podrán ir a despedirse…

Junto a la estampa de establecimientos que empiezan a atender a sus clientes sin cita previa, con ozono y de uno en uno, largas filas de quienes solo pueden permitirse ir con su bolsa al "mercado de alimentos". La fila colectiva que pide ayuda para comer es también solitaria. No es un cordón, sino la unión de muchos puntos, un individuo pasando fatiga y detrás otro, y otro a continuación…

Y junto a las voces y los motores que devuelven el sonido natural a las calles, el silencio de todos los que ya no van a estar, las sillas vacías, las familias rotas. La vida es una sucesión, a veces lógica y a veces loca, de luminosidad y negrura, un claroscuro.

Hace varias semanas sumamos nuestra resistencia en una acción colectiva, nos metimos en casa, de un día para otro, y asumimos no salir a la calle más que para lo inevitable o a la ventana para lo ineludible, aplaudir de agradecimiento a los que nos cuidan en los hospitales y a quienes se la jugaban fuera para que nosotros pudiéramos estar a salvo dentro…

La mayoría, salvo el egoísmo minoritario que prefiere ponerlo todo en sombra, hizo del encierro un ejercicio luminoso de responsabilidad. Era la responsabilidad obligada por las circunstancias, sí, pero aceptada por eso mismo.

Ahora podemos ensombrecer la salida tan deseada sin mirar por el otro, o salir de un modo luminoso con responsabilidad. Es responsabilidad obligada por las circunstancias, sí, pero aceptada por eso mismo.

No sabíamos cuánto tiempo nos tocaría estar dentro, esperando, no sabemos ahora cuánto tiempo podremos estar fuera, respirando. Que por nosotros no quede intentar que este período sea largo y tranquilo.

Van subiendo las persianas y yo regreso a mi rincón semanal. Allí les espero, porque escribir es un acto solitario pero qué gusto que te acompañen los lectores. GRACIAS.

La música de este último día del 'Diario de una confinada' enlaza la sombra del momento con la luz del arte y lo solitario con lo colectivo. Es la bellísima versión en inglés de la canción con la que Jorge Drexler ganó el Oscar. Cuenta mi querido Fernando Neira que Leo Sidran (coproductor de la canción en español) inició el proyecto en soledad y acabó acompañado por el propio Drexler y por un enorme grupo artistas de uno y otro lado del río…

Row on. Rema… Eso que tanta falta nos hace.

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