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Telepolítica

Contagiar al grito de "¡Libertad!"

José Miguel Contreras

Lo primero, situarme. Básicamente, pertenezco a esa mayoría de españoles que se sintieron satisfechos el miércoles de la pasada semana en el parlamento. Nuestros representantes políticos obtuvieron 178 a favor en la votación y consiguieron sacar adelante la extensión del estado de alarma. En mi caso, entendí que significaba contar con una mayor seguridad en el mantenimiento de un control de las medidas de confinamiento y de la circulación entre las distintas provincias de España. Lo demás, me daba un poco igual. Reconozco que me hizo cierta ilusión que, en esta ocasión, el acuerdo alcanzado agrupara a opciones ideológicas diferentes como Unidas Podemos, Ciudadanos, PNV, Más País, PSOE y otros partidos con importante implantación autonómica en Cantabria, Galicia, Canarias o Teruel. Me parecía que era una fotografía de una España abierta que apostaba por buscar el consenso por delante de la confrontación.

Legítimamente, otras fuerzas muy diversas no secundaron esa posición. Las agrupaciones eran extrañas, pero cualquier persona interesada por la política sabía que les movían motivaciones diferentes. El PP se abstuvo igual que Bildu. Vox votó en contra igual que Junts Per Catalunya, ERC y la CUP. Como tantas otras veces, todo el asunto quedó en una trifulca que los medios trasladaron después a la sociedad. Los españoles, una vez más, acabamos divididos incluso cuando se trata de decidir algo en lo que estamos todos de acuerdo.

Lo asombroso de la situación que vivimos es que no conozco a nadie, y entiendo que no lo habrá, que desee que nuestros familiares, amigos o conocidos mueran víctimas del maldito coronavirus. Tampoco conozco a nadie que desee permanecer confinado más tiempo del preciso para garantizar nuestra salud. Por último, no creo que haya nadie en su sano juicio a quien no le preocupe que la economía del país se recupere con urgencia. Que los pequeños negocios del barrio y las grandes empresas recuperen su actividad y podamos volver a preocuparnos de otros problemas menos trascendentes y más frívolos.

En mi círculo familiar más cercano, en mi entorno de amigos y en los lugares de ocio que frecuento estoy en contacto permanente con gente conservadora con la que no comparto la misma ideología política. Con todos ellos, procuro hablar con respeto y poner especial cuidado para evitar una discusión que pueda afectar a algo que me importa más que llevar razón en una charla sobre política. Prefiero su aprecio y su cercanía a la separación que provocaría un enfrentamiento poco civilizado. Casi siempre, tirar del humor ayuda a suavizar las polémicas y, si las circunstancias lo permiten, disfruto al intercambiar ideas y al intentar convencerles de que están equivocados. Jamás lo consigo, evidentemente. Ellos dirán lo mismo a la inversa.

El motivo de esta carta tiene que ver con algo que me ha desconcertado más de lo habitual: las manifestaciones en algunas calles de gente gritando "¡Libertad!" sin respetar las mínimas normas de seguridad sanitaria. Defiendo su derecho a exponer sus ideas públicamente. Escucho cuando algunos salen a los balcones con las cacerolas y suelo seguir con interés las abundantes opiniones que aparecen en todos los medios de comunicación y redes sociales defendiendo sus ideas. Como es fácil suponer, no sintonizo en modo alguno con sus planteamientos, pero comprendo la sinceridad de sus creencias.

Lo que no comprendo es la pretensión de mostrar su disconformidad con las medidas democráticamente aprobadas por los españoles poniendo en riesgo el contagio de un virus que ha matado ya en el mundo a 300.000 personas. De ellas, a 27.000 españoles. Entiendo que piensen que la mayoría de sus compatriotas estamos equivocados, pero no termino de asimilar que no acepten que democráticamente tenemos la razón de ser más numerosos y reunir un acuerdo transversal significativamente más amplio que el suyo. Es evidente que son muchos los que votan a PP y Vox en España. En las últimas elecciones se acercaron a los 9 millones. Perdieron las elecciones. Parece que algunos de ellos aún hoy no lo han aceptado.

No sería justo generalizar. Apenas unos cientos de manifestantes han salido a la calle en un gesto insolidario e irresponsable. Es más que probable que algunos de ellos se habrán contagiado del virus como ocurre en cualquier concentración multitudinaria que no respete la distancia de seguridad y en la que los asistentes se dediquen a lanzar al aire gotículas posiblemente contaminadas hacia sus amigos y familiares. Luego, los contagiados volverán a casa y otros a sus puestos de trabajo y posiblemente contaminen a otras personas por las que a buen seguro sienten gran aprecio. No soy capaz de procesar el razonamiento mental que lleva a esa minoría de españoles a cometer semejante estupidez.

Este jueves se comunicaron oficialmente más de 200 nuevos fallecimientos y más de 500 nuevos contagios detectados en los test. En Madrid, donde se produjo la concentración de protesta más destacada han muerto estos últimos días alrededor de 50 conciudadanos cada jornada. Todo hace suponer que un gobierno responsable no permitirá que el peligro de contagio aumente en aquellas zonas en las que los focos no están controlados o donde el sistema sanitario mantiene riesgos de colapso si se produce algún rebrote. Lo lógico y normal es que ciudades como Madrid y Barcelona sigamos bajo estrictas medidas de confinamiento.

Simplemente, me gustaría aclarar a título personal que creo que la mayoría de los españoles, que respaldamos el valor de la democracia parlamentaria y respetamos el significado de los resultados electorales, estamos deseando que el confinamiento no sea necesario más tiempo. Que nada nos haría más felices que ver pronto a nuestra sociedad activa, trabajando y conviviendo cotidianamente. Que nada deseamos más que deje de haber un solo caso de contagio del coronavirus y que el último de los enfermos abandone sano y salvo la última cama de un hospital. Que nunca más tengamos que sentir el dolor de conocer la noticia de que un familiar, un amigo o un conocido ha fallecido por culpa del virus. Lo digo, por si alguien tiene dudas al respecto.

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