Telepolítica

El PP debería probar otra estrategia, aunque fuera por curiosidad

A medida que se acerca esta fase final del estado de alarma parece que toca hacer balance de lo sucedido desde la perspectiva política. Casi todas las semanas se hace pública alguna encuesta. Todas ellas, en términos generales, acaban por coincidir en sus principales tendencias. La última publicada estos días en Abc tenía especial valor. Estaba realizada por GAD-3, la compañía de estudios de mayor confianza en el PP, en uno de los medios más afines a este mismo partido. Cabe suponer que en Génova le habrán dado al sondeo la máxima credibilidad. La conclusión principal que se extraía es que la estrategia de acoso y derribo contra el Gobierno aprovechando la emergencia sanitaria ha fracasado.

La base fundamental de lo que hasta ahora ha promovido el PP se ha basado en considerar al Gobierno como culpable único y directo de todo lo malo sucedido tras la llegada a España del coronavirus. En ese posicionamiento ha tenido que competir con Vox, que planteaba la misma hipótesis, aunque de manera más estridente. Vox decidió incluso sacar a sus simpatizantes a la calle con banderas y cacerolas en las manos para intentar agudizar una supuesta situación de desorden y presión generalizada que se ha quedado en nada. Todas las encuestas marcan que la suma de los posibles votantes de PP y Vox no ha subido. No han conseguido movilizar a nuevos seguidores.

Una posición tan beligerante y frentista ha contribuido a que sus bases se hayan agitado y soliviantado arrastradas por sus líderes, pero también han provocado el efecto contrario de consolidar a los votantes progresistas. La evidente sobreactuación de la derecha parlamentaria parece que ha reforzado la defensa del Gobierno de izquierdas. Todos los sondeos publicados, incluso en los medios más antigubernamentales (es decir, en casi todos los medios), coinciden en que el PSOE se mantiene en la misma representación que obtuvo en las últimas elecciones, pese a todo lo sucedido. No ha sufrido desgaste electoral.

En el Partido Popular, sus estrategas decidieron que el covid-19 podía representar una magnífica oportunidad para redirigir contra el Gobierno toda la rabia y la desesperación que esta tragedia llevaba consigo. Pensaron que, si conseguían hacerle responsable de todo lo que pasara, el flamante Gobierno de coalición quedaría hecho añicos. El problema principal fue el no darse cuenta de que en una situación tan crítica como la que hemos vivido, hay una cuestión trascendental que está por encima de cualquier tacticismo partidista: salvar la vida.

El secretario general del PP, que suele ejercer de portavoz oficial de las consignas del partido, pronunció hace un par de semanas una frase que merece figurar en los libros de estrategia política. Se plantó en rueda de prensa y explicó cuál era el problema que tenía España. Dijo textualmente lo siguiente: “El Gobierno sólo acierta cuando rectifica y cuando escucha al Partido Popular”. En política no siempre triunfa lo razonable, pero al menos habría que esforzarse porque lo parezca. En mitad de una emergencia sanitaria que amenazaba al mundo, plantearon como respuesta de combate frente a un virus que ha matado a más de 400.000 habitantes del planeta (el 6,5% en España) y ha infectado a 7,3 millones (el 3,3% en nuestro país) que lo que había que promover era muy sencillo. Para acertar, bastaba con hacer siempre lo contrario de lo que planteara el Gobierno. Si decidía hacer algo sensato y claramente necesario daba igual. Su reacción sería siempre defender lo contrario. No cabe argumento de menor consistencia política y ética.

Así les ha ido. Durante estas últimas semanas, han votado contra el confinamiento que ha podido salvar hasta 450.000 vidas; se han posicionado en contra de cualquier iniciativa votando reiteradamente junto a Vox y los partidos independentistas catalanes; y, ahora, alientan iniciativas políticas, mediáticas, policiales y judiciales para intentar salvar un plan manifiestamente desastroso. El único resultado evidente que ha conseguido esta estrategia ha sido el de agitar la tensión en la calle, creando una división social cuando la gente de forma mayoritaria buscaba el encuentro de unos con otros, el esfuerzo colectivo.

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Queda aún bastante recorrido por delante. Se ha anunciado la puesta en marcha en sede parlamentaria de una comisión de evaluación de lo sucedido. Parece obligado hacerlo. Lo lógico sería aprovechar la ocasión para determinar los errores estructurales que tenía nuestro sistema de salud y solucionarlos de cara al futuro. También sería importante aislar aquellas actuaciones equivocadas de las que podamos sacar conclusiones constructivas para no volver a repetirlas. Finalmente, en caso de manifiestas irregularidades o incompetencias flagrantes, deberán asumirse las responsabilidades que correspondan a todos los niveles de la administración pública, sea estatal, autonómica o municipal. El PP tendrá la oportunidad de decidir si introduce algún cambio en su filosofía o decide perseverar en el mismo empeño seguido estas semanas.

La mejor prueba de que la estrategia del no a todo se está resquebrajando se pudo ver este miércoles en la votación sobre el Ingreso Mínimo Vital. El PP no se atrevió a votar en contra de una medida que cuenta con un amplísimo apoyo social. Seguramente, hace un par de semanas lo hubiera hecho sin dudar. Hasta el último momento estuvieron decidiendo su posición. Al final, se consiguió un acuerdo transversal que deja a la ultraderecha fuera del sentir mayoritario de los españoles. Ojalá que a los populares esta jugada les salga bien. Querrá decir que podemos alentar la ilusión de pensar que nos espera un futuro diferente a lo que desgraciadamente nos hemos acostumbrado tras las últimas elecciones generales.

Nos hemos jugado todo en una lucha sin cuartel contra una pandemia descomunal y la respuesta de un grupo de estrategas ha sido la de pensar que, oponiéndose a todo, dificultando todo, emponzoñando todo, iban a conseguir debilitar a un gobierno democráticamente elegido hasta forzar su dimisión. En realidad, el único cambio significativo que todas las encuestas marcan en la actualidad es la positiva evolución de Ciudadanos desde que decidió abandonar los cordones sanitarios excluyentes y asumir la posibilidad de aceptar pactos acordes con la voluntad mayoritaria de los españoles. Es posible que pueda entenderse que un eficaz truco para ganar electores es atender al bien común de la ciudadanía. Quizá algún día este PP debería probarlo. Aunque sólo fuera por curiosidad.

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