Desde la tramoya

Manual de resistencia: caso práctico

Luis Arroyo

El título del segundo libro de Pedro Sánchez (el primero fue el resumen de su tesis sobre la diplomacia económica), tiene como título 'Manual de resistencia'. El “himno” de nuestro confinamiento en España ha sido la conocida canción del Dúo Dinámico, Resistiré, que hemos escuchado hasta el hartazgo en decenas de versiones.

La presencia del valor de la resistencia en el espíritu general del presidente del Gobierno y también en el alma de la España de la crisis sanitaria no es solo una curiosa coincidencia. Para mí es también una metáfora de cómo Pedro Sánchez ha acertado más que sus adversarios políticos (y también más que sus aliados) a la hora de entender el ánimo de la opinión pública durante la pandemia y de su habilidad para adaptarse a él.

La narrativa del Gobierno, los personajes y el attrezzo que ha puesto en escena, y las texturas de la comunicación, han emitido a la ciudadanía las señales que ella quería recibir: la promesa de la resistencia, el aguante, la fuerza y la unidad frente a la adversidad.

La cosa empezó con las arengas bélicas: aquello de la guerra contra el enemigo invisible, nuestros héroes en primera línea del frente… Vimos a policías, guardias civiles y militares en la pantalla cada día en aquellas primeras semanas, y asumimos sin rechistar su apabullante presencia en las calles. La resistencia era entonces contra el virus, y el país se unía en la obediencia, en la solidaridad y en el aplauso a los médicos y los sanitarios.

Justo cuando esa fase se agotaba, el Gobierno aprobaba su plan de desescalada, los uniformados abandonaban la escena y el presidente iba desbrozando un discurso menos ampuloso y solemne y más humilde y bondadoso. La dureza de los primeros momentos, acompañada de gestos severos, literalmente fúnebres, se iba atenuando para dar paso a una comunicación más amable, más relajada. La ultraderecha no se ajustó bien al momento. La famosa manifestación de los coches en Colón estaba fuera de tiempo. Era ridículo escuchar a Monasterio decir que “a los españoles no se nos encierra, no se nos confina” cuando llevábamos dos meses metidos disciplinadamente en casa y nos quedaban dos días para salir de ella. Cuando las caceroladas empezaron algunos pensaron que Sánchez no aguantaría. Pero eso era tan ingenuo como pensar que los aplausos durarían años. Lo cierto es que unas y otros son hoy inaudibles. De hecho, fue entonces cuando la resistencia al virus se convirtió en resistencia ante los fascistas. Fue un gran regalo de la extrema derecha al Gobierno.

Pedro Sánchez y el Gobierno han resistido, sí. Lo han hecho con creces. No es porque lo diga yo, sino por lo que nos muestran los indicadores. En las tres encuestas nacionales que se han publicado en estas semanas, incluida la del CIS, el PSOE sigue siendo el partido preferido, sin descensos significativos en su electorado potencial, y Pedro Sánchez mantiene intactas sus evaluaciones. Lograrlo después de la mayor crisis de la historia reciente es, efectivamente, un éxito en la aplicación de su manual de resistencia. También han resistido en sus indicadores el Partido Popular y Vox, pero no es mérito equiparable resistir cuando estás en la oposición que cuando estás en el Gobierno gestionando el confinamiento total de la población.

El presidente se ha visto muy ayudado por esos dos portavoces esenciales durante la crisis: Salvador Illa y Fernando Simón. Ambos han resultado ser providenciales. El primero estaba destinado a ser el ministro catalán en un Ministerio sin competencias y se ha convertido en el líder sacrificado, ponderado y conciliador que las circunstancias exigían. El segundo, al que ya habíamos conocido con la crisis del Ébola, ha sido el portavoz técnico inalterable y bienintencionado, tan de agradecer en situaciones como la que hemos pasado. Se podrá discutir si una u otra decisión está bien tomada. Pero el Gobierno se ha visto muy beneficiado por la capacidad de esos dos individuos, el ministro y su director general, para trasladar tranquilidad y confianza a la ciudadanía. Es mérito de ellos, claro que sí, pero también de quien los nombró y del equipo que ha administrado sus presencias.

En su libro, Sánchez dice: "Puede sonar presuntuoso, pero (…) me crezco en las situaciones difíciles”. Todo indica que también debe haberlo sentido durante la crisis. Porque a pesar de los ataques brutales que ha recibido por parte de la oposición, a pesar del ruido de las cacerolas, a pesar de los errores, que los ha habido, sin duda, a pesar de los ruidos esporádicos de sus socios en el Gobierno o de los enfados de sus aliados parlamentarios… a pesar de todo eso, Sánchez ha aplicado su manual y ha resistido.

Cuando vengan los turistas y nos vayamos a la playa, mientras las noticias sobre la enfermedad vayan remitiendo, veremos a Sánchez y a su Gobierno de manera muy distinta. En el imaginario colectivo, nos guste más o menos el PSOE, tendremos el recuerdo de un Gobierno que afrontó la crisis con buena voluntad, incluso aunque no acertara siempre, que trató de proteger a los más vulnerables y que resistió los embates del virus primero, y de la extrema derecha después.

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