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Qué ven mis ojos

¿Y si antes de buscar oxígeno en Marte tenemos respiradores para todos en la Tierra?

Benjamín Prado

“La democracia es dos cosas: que no todo valga y que no sobre nadie”

El tiempo no corre a la misma velocidad para todos. Para que miles de personas muriesen en las residencias geriátricas de Madrid bastaron una decisión política tomada a la ligera y los pocos segundos que hacen falta para firmar un documento que ordenaba no trasladar a los hospitales a ancianos con síntomas de coronavirus; para que se diluciden las responsabilidades de quienes manejaban los hilos del drama, la Comisión de Investigación encargada de hacerlo dispone de un año desde su constitución y, si no acaba su tarea en ese plazo, la Mesa de la Asamblea tendrá en su mano prorrogarlo lo que necesite. Los muertos seguirán muertos, pero el interés por el asunto se irá diluyendo, sobre todo si la pandemia ya ha sido superada y la anhelada vacuna se ha hecho realidad. Tenemos que mirar hacia delante, dirá algún estadista, y así, con el futuro como zanahoria, no se sabe si avanzaremos, pero pocos mirarán atrás y quienes lo hagan serán acusados de utilizar a las víctimas. El cantante Alejandro Sanz resumió lo que tanta gente piensa cuando dijo que lo ocurrido en esos centros debería avergonzarnos toda la vida, pero por desgracia no será para tanto.

Una parte de la tragedia ya la sabemos, y también tenemos bastante claros los papeles que ha representado cada uno de sus protagonistas, aunque haya actores que al llegar la escena del juicio traten de cargar a otros con el suyo, igual que si en mitad de una representación la reina le pusiera la corona al mensajero y empezara a recitar el texto de otro de los personajes, para despistar al público. Lo que ya se sabe evidencia que lo ocurrido en esos centros mayoritariamente privados o concertados ha sido lo peor dentro de lo ya de por sí espantoso, porque en ellos ha estado el gran foco letal del covid-19, y no sólo porque la edad de los damnificados fuera, lógicamente, un factor de riesgo, que es el argumento que desde el principio se utilizó en los discursos: “Son pacientes con patologías previas”, decían, lo cual era una obviedad que hacía las veces de cortina de humo: ¿Existe alguien que a partir de los setenta u ochenta años no tenga ninguna dolencia? Entre otras muchas cosas, una democracia tiene el deber de la empatía, también consiste en compartir el dolor de las y los ciudadanos, sin inmiscuirse en el territorio de los sentimientos privados, y no en limitarse a pedir a voces una declaración de luto nacional –naturalmente que estamos de luto– y un acto donde dejarse ver y en el que pedir el voto para su partido. “Puedes ser solamente una persona para el mundo, pero para alguna persona tú eres el mundo”, dijo Gabriel García Márquez, autor, por cierto, de una de las novelas más hermosas que se han hecho sobre la pervivencia de las emociones en la vejez, El amor en los tiempos del cólera.

No, el problema nunca fue exclusivamente ese, la edad empeoraba sin duda las perspectivas de los residentes infectados, pero muchos hubieran salvado la vida si los hubieran llevado a un sanatorio. Fue abandonarlos sin asistencia lo que causó el desastre. Faltaban camas, ucis y respiradores, porque toda la farmacéutica primaria había dejado de fabricarse en España y en casi toda Europa, para dejarla en manos de China y otros países; y faltaban también doctoras, médicos y enfermeros gracias a los recortes hechos en ese sector por el Partido Popular, que gobierna en Madrid desde 1995 y no ha dejado de hostigar a la Sanidad pública y de mermar sus dotaciones. Las competencias eran suyas, nunca les fueron retiradas sino, al contrario, se fortalecieron con la atribución de mayor poder dictaminada por el Gobierno y publicada en el BOE, y que traten de lavarse las manos significa que saben muy bien que las tienen manchadas. La Comisión no se sabe si llegará a alguna parte, pero la Justicia lo hará. No sabemos hasta qué despacho, pero que nadie dude que lo hará.

Sin embargo, hay otro ángulo de todo esto que pocos quieren iluminar, porque tal vez tengamos miedo de ver lo que oculta. Se trata de hacerse una pregunta más colectiva y cuyas respuestas bien podrían dejarnos en muy mal lugar como sociedad. ¿Qué estamos haciendo con nuestros mayores? ¿Nos hemos dejado arrastrar hacia un abismo moral, embaucados por las ideas de la prosperidad que nos hablan de un mundo en el que sólo hay lugar para los sanos, quienes producen, y no para quienes ya merecen un descanso tras tanto esfuerzo? ¿Qué quieren decir la o el ministro de Sanidad de turno cada vez que salen en los medios de comunicación lamentando el coste de las pensiones o el incremento de la factura sanitaria? ¿Quieren, tal vez, acusar a las mujeres y hombres que las cobran y lo generan de no morirse, de sobrevivir más de lo que le interesa a las cuentas del Estado? Ahora que el gasto en ese ámbito ha descendido por primera vez y se habla de un ahorro de 26.360 millones de euros, ¿habrá quienes interpreten eso, aunque no lo digan, como una buena noticia? Da miedo pensarlo.

Lo estábamos haciendo mal, muy mal, y debemos aceptarlo y evitar que se repita. No se puede usar y tirar a las personas, ni crear guetos, aunque sean de lujo, para apartarlas de la circulación como a un vehículo que ya no puede correr. Es indigno. Y cuando no sea posible evitar que alguien termine sus días lejos de los suyos, en una residencia, tendrá que ser de otro modo, sin que eso sirva nada más que para alimentar fondos buitre y a empresas para las que no van a ser más que una fuente de ingresos. Hablan de “medicalizar” las residencias y hay que darle la vuelta a ese supuesto descubrimiento: ¿Cómo es posible que no lo estuvieran? ¿Quién entiende que en un lugar donde hay seres que están en “la última curva del camino”, según la definió el maestro Miguel Delibes, y naturalmente aquejados de diversos males, no sea obligatorio que haya como mínimo una enfermería equipada con los elementos necesarios para que en caso de sufrir cualquier ataque puedan ser atendidos, estabilizados y derivados a un hospital?

Tendríamos que pensar en todo eso. Está muy bien ir a buscar oxígeno a Marte, pero antes hay que asegurar respiradores para todos en esta Tierra que, por ahora, es la única que tenemos.

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