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Me llena de inquietud y perturbación

Raquel Martos

El quiosco de helados, junto al colegio, era la señal inequívoca de que había comenzado oficialmente el verano en mi barrio. Mis veranos tenían sabor a polo de menta, muy baratos, de marca desconocida, envueltos en papel de seda. Unos días me los comía a mordiscos, dejando las marcas de mis "incisivos centrales superiores" —los paletos— y otros días succionaba intensamente, me divertía arrebatarle el color verde, dejando ver su identidad real: puro hielo.

Los veranos ya no son como aquellos, ni los quioscos de helados son estacionales, ni los polos se pagan en pesetas con la cara del rey Juan Carlos. "La cara del rey Juan Carlos", cómo suena esto ahora…

Es que entonces no existía el euro, reinaba el padre de Felipe VI y su cara estaba en las monedas sustituyendo a la cara de Franco, que había dejado de circular  —me refiero a la moneda—. Bueno, él también, el susodicho había muerto en la cama, se le paró el corazón…

Quién me iba a decir a mí, cuando compraba polos a siete pesetas, que aquel Borbón tan simpático —que caía mejor al ala izquierda de mi familia que al ala derecha— iba a protagonizar en el futuro un movidón a caballo entre The Good Fight  —por el lío presuntamente delictivo de un poderoso— y Sálvame Deluxe —por el lío de un rey con una amiga—. Por cierto, el eufemismo "examiga" enternece el núcleo irradiador…

Los veranos ya no son como aquellos de silla "al fresco", en los que se comentaba todo de todos, menos del ocupante del trono. Y si se hacía, se susurraba. Nada de voz alta para hablar de la alta cuna.

Y justo ahora que nos hemos soltado el pelo plebeyo y se ha abierto la veda para comentar campechanamente sobre el ídem, no podemos sacar la silla al fresco por si el contagio del puto bicho.

Ya que estamos de eufemismos de "examigas", llamemos "verano de pandemia" a este "verano de mierda": con brotes del virus; con la tensión entre aquellos que apelan a la responsabilidad y aquellos a los que se la pela ser responsables; con la presión de intentar ese equilibrio casi imposible entre contención y expansión, para no pararnos de nuevo, para no tener que confinarnos otra vez. Tal y como van los números, cambiaríamos la canción Resistiré por la peli Esta casa es una ruina y no sería comedia…

Ahora que nos llegan previsiones económicas catastróficas de la OCDE, del Consejo Europeo, del INE, del Banco de España. Ahora que no hay colas de ilusión para conciertos de verano, sino filas de pobreza para esperar una donación de alimentos. Ahora que miles de familias se van al paro, si no están en él, entran ganas locas de gritar desde la silla al fresco —valga la redundancia— al recordar aquel discurso de Nochebuena en 2011, en plena crisis económica, en el que el examigo pedía a la sociedad en su conjunto que actuara con GENEROSIDAD y SOLIDARIDAD. Ay.

Si se confirman las "perturbadoras e inquietantes" informaciones, eufemismo de "indecentes y vergonzosas", el campechano perderá su color, dejando ver su identidad Real: puro hielo.

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