Desde la tramoya

Para entender los disparates de Abascal

Luis Arroyo

El miércoles en el Congreso, el líder de la ultraderecha ha revelado a la sociedad española que Sánchez “no es el toro que mató a Manolete”, que “no es culpable de todo” y que, como ya nos habían anunciado sus correligionarios en el mundo entero, el verdadero responsable de la pandemia es la China comunista. También pide que España abandone la Organización Mundial de la Salud, siguiendo el ejemplo de Donald Trump. China “controla y maneja a su antojo a la Organización Mundial de la Salud que ha colaborado en la ocultación (de datos)”. No se atreve a afirmarlo taxativamente, pero Abascal cree que el virus puede haber sido creado por algún humano (¿por China?). “Tiene un sospechoso componente artificial”, sugiere. Y pide también que nuestros datos no se pongan en manos de la tiranía comunista china, que aprovechará la implantación del sistema 5G.

En la disparatada conspiración que hay en la cabeza de la extrema derecha mundial y que Vox asume en nuestro país, todo lo que nos sucede es resultado del intento de instaurar un Nuevo Orden Mundial con un gobierno único, colectivista, burocrático y en manos de la élite internacional de izquierdas. Esa izquierda en la que están desde George Soros hasta Nicolás Maduro, pasando por los demócratas estadounidenses, Podemos, Irán, China y, por supuesto, las grandes organizaciones “globalistas” internacionales, como las Naciones Unidas… Incluso el papa Francisco sería promotor de ese nuevo régimen –una “dictadura progre” universal– que está por venir.

Si nos dejamos llevar por las primeras impresiones, desde eso que se ha denominado la “superioridad moral de la Izquierda”, el pensamiento de Abascal nos parecerá una completa tontuna; podríamos pensar que, de tan estúpidas que son sus aseveraciones, terminarán por desvanecerse por la fuerza de los hechos, de la ciencia y de la verdad histórica.

No será así, sin embargo. La creencia en conspiraciones ha sido un motor de la Historia. Uno de los más poderosos y peligrosos, de hecho. Por ejemplo, el origen de las grandes religiones reside en el relato, compartido por millones de ciudadanos bienintencionados, según el cual hay una comunidad (nosotros, los creyentes), elegida por una fuerza sobrenatural (la divinidad), para defendernos de nuestros enemigos (ellos, los infieles). Esa creencia esencial lleva a los seres humanos a quitar la vida del extraño, y también a dar la propia si es para defender al hermano. La idea de una conspiración de unos cuantos poderosos malignos –sobre todo si son extranjeros– contra el pueblo llano y virtuoso es una constante en la historia, que ha provocado sangrientos enfrentamientos, muerte y destrucción.

Un comunicado como un torniquete

Un comunicado como un torniquete

Hacer el esfuerzo de entender las cosas que dijo Abascal el miércoles en el Congreso a propósito de la pandemia exige comprender la relación entre el conservadurismo y la superstición y, más particularmente, entre el conservadurismo y las teorías de la conspiración. En un recientísimo análisis cualitativo (puedes consultarlo aquí), se constata la gran fuerza que adquieren las supuestas conspiraciones entre los seguidores de r/The_Donald, el influyente foro ultraconservador de seguidores de Trump que fue cerrado en junio por Reddit, por incumplir las normas del alojamiento. El análisis coincide con lo que observó Carlos Castillo tras infiltrarse 24 horas para ver lo que pasaba en las redes de la extrema derecha española el pasado mes de mayo, y que publicó en eldiario.es (lo tienes aquí).

Desde que Theodor Adorno escribiera en 1950 La personalidad autoritaria (un libro muy influyente pero científicamente poco robusto), hasta los estudios más recientes y solventes sobre el carácter conservador, se identifica el conservadurismo, y más aún el ultraconservadurismo, con una mayor sensación de incertidumbre, de amenaza y de miedo. Esa sensación se traduce en una búsqueda de orden en el caos, en una agresividad hacia los grupos minoritarios que se supone amenazan a la comunidad y en una propensión mayor, en consecuencia, a encontrar un sentido a la vida, aunque esté construido por conexiones delirantes. Para entender que lo que subyace en las suposiciones de Abascal y los millones de personas que creen en las conspiraciones, es muy útil recurrir a una completa revisión de la literatura científica (aquí) sobre las características psicológicas de los conservadores. Tras analizar 88 estudios, en 12 países, los autores constatan que el conservadurismo político está directamente asociado a la ansiedad por la muerte, a la sensación de inestabilidad, al dogmatismo y la intolerancia a la ambigüedad, a la resistencia a nuevas experiencias, al rechazo a lo incierto y a la necesidad de orden, estructura y conclusión.

Esas características psicológicas, reforzadas por las relaciones sociales endogámicas que favorecen las redes sociales y por un evento multiplicador como es el virus, constituyen un caldo de cultivo muy favorable para que se extiendan hipótesis de la conspiración que, aunque a muchos nos parezcan disparatadas, encuentran acomodo rápido en una buena parte de la población, que a través de ellas encuentra respuestas sencillas a preguntas que de otro modo quedarían sin responder.

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