Qué ven mis ojos

La derecha tiene tres cabezas y todas muerden, pero sólo piensa una

Benjamín Prado

“Todo éxito necesita un público, al fracaso le basta un auditorio vacío.”

Decía Miguel de Unamuno que el silencio puede ser la mayor de las mentiras, y en nuestra vida política asistimos día sí y día no al espectáculo de quienes callan ante el delito si lo cometen los suyos o sus aliados y miran hacia otro lado si una injusticia los favorece, para que no los acusen de presenciarla y cruzarse de brazos. Ellos venden humo y nosotros cerramos los ojos y nos quedamos a oscuras. La presidenta de la Comunidad de Madrid, por ejemplo, es incapaz de asumir ni un milímetro de su responsabilidad con respecto a la gestión de la pandemia que ha asolado de forma gravísima la ciudad que gobierna, desbordando con sus olas envenenadas los hospitales y los cementerios, ya sabemos lo que ocurrió en las residencias y las ucis. Pero a su lado tiene unos socios que aún la sostienen, que participaron con sus actos o con su inmovilidad en el aquelarre de los geriátricos y ahora lo hacen en el caos de la vuelta al colegio, confirmando que es segura cuando, en realidad, no han cumplido prácticamente una sola de las promesas que hicieron, ni han contratado a los profesores que anunciaron, ni hay material suficiente en las aulas… Uno de sus compañeros de viaje es la ultraderecha, así que por ese lado no hay más que añadir, y el otro es Ciudadanos, un partido que venía a regenerar nuestra política y a luchar contra la corrupción y resulta que ha servido para afianzar al Partido Popular en Madrid o Andalucía, aunque para ello tuviera que formar un trío con Vox. La complicidad de las tres formaciones es máxima en esas dos regiones, por mucho que a nivel nacional su nueva jefa, Inés Arrimadas, haya dejado sin suelo bajo los pies a Pablo Casado, con su más que previsible apoyo a los Presupuestos Generales del Estado que él quería impedir que saliesen adelante.

La única táctica del líder de la oposición es la de siempre: el bloqueo, porque tampoco quiere permitir que se renueve el Consejo General del Poder Judicial, que lleva dos años metido en arenas movedizas y cuya permanencia desobedece claramente la Constitución, que ya sabemos que para algunos más que una carta magna es un as en la manga, que ponen sobre la mesa cuando les viene bien y esconden cuando es mejor que le vaya mal al contrario. El mensaje a la ciudadanía es perverso, habla de una Justicia manipulada desde el poder, donde hay magistrados de derechas e izquierdas y, consecuentemente, no imparciales. Es difícil que no se tenga esa sospecha cuando desde la calle de Génova parece que se agarrasen a ciertas togas como a un clavo ardiendo. La imagen que proyectan es terrible y empeora la realidad, porque ya vemos una y otra vez que al final aquí las balanzas pueden tardar más o menos en calibrar la inocencia o la culpabilidad de un acusado, pero no están trucadas: ha habido y hay demasiados pesos pesados de nuestra vida pública entre rejas como para que se dude de eso.

Si es muy poco edificante y nada democrática esta actitud del PP encaminada a conservar el mando en plaza que ha perdido en las urnas, sus disculpas no tienen un pase y siempre tienen el mismo nombre: Unidas Podemos, una organización a la que, por cierto, nunca se refieren por su nombre completo, sino usando nada más que la segunda palabra, quién sabe si porque el rasgo feminista de la primera les produzca algún tipo de molestia. El caso es que Podemos y Pablo Iglesias son como el bálsamo de Fierabrás del Quijote, lo usan para todo y con su presencia en el Consejo de Ministros lo arreglan todo: mientras estén ahí, que no cuenten con nosotros para nada, no tenemos una palabra que hablar, lo cual es de una dureza extrema en unos momentos como los que vive nuestro país, acorralado por la pandemia que asola el mundo y vuelve a poner a España contra las cuerdas con una cifras que nos hacen temblar.

En el caso de la renovación de los órganos esenciales del Estado, entre otros del CGPJ, la coartada es la misma: sí, es cierto lo que ha dicho el presidente Sánchez de que casi habíamos llegado a un acuerdo, pero como Podemos sigue siendo antimonárquico, nos hemos echado atrás, no queremos saber nada de esa gente. Como explicación, es un desastre y además es de una hipocresía notable. Así que aquí seguiríamos si fuese por él y su camarilla, atados de pies y manos, sin recursos y a la espera de unas nuevas elecciones de las que el candidato Casado sueña salir con la llave de La Moncloa en el bolsillo, porque ésa es su ambición de fondo, si no fuese porque el resto del arco parlamentario da la impresión de haber entendido que en las actuales circunstancias el modelo que él sigue, el de dinamitar todos los puentes para después ofrecerse a reconstruirlos, nos llevaría a una ruina de entre cuyos escombros iba a costarnos una década salir. Su egoísmo es irresponsable y cada vez más peligroso, dado que además se siente acorralado, sabe que no le quedan muchas más oportunidades y que entre los suyos ya empieza a oírse el runrún de la decepción que se transformará en un motín con otro fracaso. Y la cuestión es que, como mínimo, ya sí parece estar cerca una nueva derrota sonada, si los Presupuestos salen adelante, tal y como es lógico que ocurra, porque eso deja a su PP, una vez más, en una tierra de nadie que es resbaladiza, al borde de la irrelevancia y, por añadidura, con Abascal y los suyos como única compañía, o incluso también con la de los independentistas a quienes tanto desprecia. Nadie entiende lo que hace, probablemente incluido él. Es lo que suele ocurrirle a la gente disparatada. Eso y que la dejan sola: todo éxito necesita un público, al fracaso le basta un auditorio vacío.

Pero hablábamos al principio de silencios y aquí hay uno llamativo, que es el de la propia Arrimadas y su núcleo de colaboradores más cercanos. Apoyarán o al menos dejarán salir adelante los Presupuestos pero ninguno de ellos dice una frase contra la actitud de su socio, que los quiere impedir. ¿Será para que no los confundan? ¿Será que ya han empezado una maniobra de distanciamiento como la de dos trenes que se separan para seguir hacia estaciones distintas? La respuesta llegará la próxima vez que se pongan las urnas, dentro de tres años, y veamos por qué lado de la derecha le comen más escaños a Casado. Igual es que la derecha tiene tres cabezas y todas muerden, pero sólo piensa una.

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