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5 días son muchos y 10 muy pocos

Helena Resano

Sí. La semana pasada decía que 5 días me parecían muchos para esperar el resultado de una PCR. Fue lo que tardaron en comunicarnos el positivo de mi hija desde el centro de salud. 5 días en los que no hubo una llamada de rastreador ni nada que se le pareciera. Y este miércoles, 10 días después de hacerse la PCR y sólo 3 desde que nos confirmaron su positivo, nos llamaron para decirnos que, si ya estaba bien, en dos o tres días le darían el alta. Ya no tiene síntomas, la fiebre hace días que ha desaparecido e incluso ha recuperado el gusto y el olfato. Se acaba por tanto su confinamiento domiciliario. 10 días y a la calle, eso sí, con su mascarilla y manteniendo las mismas medidas de seguridad y prevención que antes de contagiarse. Y, ¿qué quieren que les diga?, a mí las cuentas no me salen: 10 días para pasar la enfermedad se me hace demasiado poco. Así que, de momento, aquí sigue, aislada con nosotros.

Fernando Simón confirmaba este lunes que efectivamente desde Sanidad se está planteando rebajar de 14 a 10 días el aislamiento domiciliario de un positivo. Al parecer, según me contaban quienes saben de esto, tienen comprobado que al décimo día la probabilidad de contagio es muy baja. De acuerdo, aceptemos esa teoría. Pero también admiten que, en el caso de los jóvenes, les está resultando muy complicado que completen los 14 días de aislamiento: en cuanto se empiezan a sentir bien (en torno al décimo día) empiezan a hacer pequeñas salidas a la calle.

¿Y si hablamos de otra cosa?

¿Y si hablamos de otra cosa?

Al margen de esto, el problema es que médicamente no se está comprobando que efectivamente ese paciente al que se le da el alta ya está sano. No se hacen segundas pruebas para negativizar la enfermedad: el alta, en nuestro caso, se da por teléfono, tras un cuestionario del médico preguntando por los síntomas que tiene. Y sin un segundo test es imposible saber qué carga vírica tiene esa persona, si sigue siendo portadora de la enfermedad o no. La clave aquí, en este caso al menos, no es ya cómo está el enfermo o enferma, sino qué posibilidades tiene de seguir contagiando. Me parece fundamental para poder darle bandera blanca a su confinamiento. El problema es que con el colapso que hay para confirmar los positivos, lo de corroborar que ese positivo ha superado la enfermedad se deja un poco a ojo de estadística (la media dice que a los 14 días, pues ya está). Y repito, no es un problema de cómo hacen su función los sanitarios, que están desbordados, acumulando muchas horas de trabajo, sin dar abasto. Es un problema de gestión, del protocolo que se ha establecido.

Me temo que después de lo que hemos vivido y visto lo visto, lograr el éxito en esta pandemia va a depender mucho de la responsabilidad individual de cada uno. Asimilar que cuando te contagias, aunque tus síntomas sean leves, es básico para cortar la transmisión de la enfermedad ser estricto en los tiempos y en el aislamiento. Aunque te encuentres bien, aunque creas que ya está, que todo ha pasado. Y no sólo si te contagias: porque no se trata de llevar mascarilla y de lavarse y desinfectarse las manos. Las restricciones sociales son fundamentales para no expandir la enfermedad. El director de un hospital de Madrid me decía esta semana que hablamos poco de esto en los medios. Me pedía ayuda porque admitía que están en una tensa espera estos primeros días de septiembre. “Juntarte con los amigos en tu casa para ver el fútbol es peor que no ponerte la mascarilla en el autobús”. Y es así. Hemos aceptado de muy mala gana esto de restringir las comidas familiares, las quedadas con amigos, las barbacoas del verano…

El colmo es el caso de la surfista de San Sebastián que veíamos esta semana: con su positivo confirmado se fue a la playa de Zurriola a hacer surf tras haber dejado a su hijo en el colegio. Hizo un pleno al quince, vamos. Se fue a la puerta del cole, coincidió con otros papás y otros niños y después, se cogió su tabla y se fue a coger olas. Estaba de baja, es socorrista, y por lo visto, negacionista, ha tenido varias amonestaciones por no llevar la mascarilla puesta. Nada de todo esto le ha hecho entrar en razón. Ni que la grabaran, ni que la detuvieran. Al contrario, ha estado amenazando a la persona que colgó su caso en las redes. Bueno: descerebrados los ha habido siempre, el problema es que, en este caso, esos descerebrados juegan con la salud de todos. Cuídense.

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