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No es útil aplicar al PP su misma medicina

José Miguel Contreras

Desde que surgió la crisis del coronavirus, muchos hemos insistido en una idea básica: la abierta crítica al Partido Popular por su decisión de utilizar la emergencia sanitaria como principal arma para intentar derribar el gobierno democráticamente elegido. Que lo hiciera Vox no extrañó a nadie. Forma parte de su identidad. Lo sorprendente es que hubiera mostrado un espíritu constructivo y solidario.

En el caso del PP, su posición era inaceptable porque se presentaba públicamente como un partido de Estado, es decir como una formación que priorizaba el interés general al beneficio electoral para sus siglas.

El foco ahora está en el PP

Las circunstancias han evolucionado de tal manera que ahora la gestión de la lucha contra la pandemia recae en las comunidades autónomas, tal y como el propio PP reclamó denodadamente hasta que consiguió acabar con el estado de alarma. La situación más grave que se vive está centrada en la Comunidad de Madrid, gobernada precisamente por el Partido Popular. Toda la presión política, mediática y social se enfoca ahora en Isabel Díaz Ayuso y su consejería de Sanidad.

Hace unos días, en línea con la estrategia de guerra incondicional, Pablo Casado culpaba al Gobierno de Pedro Sánchez de haber sido responsable de que se hayan producido en España diez veces los efectos de la masacre terrorista de las Torres Gemelas de Nueva York. Le faltó recordar que, si tuviéramos en cuenta su lamentable comparación, aquella salvaje tragedia se ha multiplicado por 3 sólo en Madrid.

Efectos de la politización de la tragedia

Desde el mes de marzo hasta aquí hemos aprendido un buen número de lecciones sobre la gestión de la lucha contra el coronavirus. De manera evidente, todos hemos aceptado que llegamos tarde en la toma de las primeras medidas. Lo que resulta más difícil de asumir es que ahora haya vuelto a ocurrir lo mismo, aunque las razones que lo provocan sean diferentes.

Si en marzo, las autoridades sanitarias y gubernamentales no supieron medir la gravedad de lo que se avecinaba, hoy tenemos un problema diferente. La clave radica precisamente en el pecado original de haber querido convertir una tragedia colectiva en un arma política contra el gobierno.

Las CCAA quisieron protagonizar la desescalada

La mayor parte de las comunidades autónomas asumieron el fin del estado de alarma con gran alivio político. El peso asumido por el Gobierno central mientras el estado de alarma estuvo en vigor dejó a las autonomías en una situación delicada. Su papel quedaba relegado a un segundo plano y, evidentemente, eso suponía un debilitamiento de su imagen pública ante los ciudadanos. La posibilidad de ser los protagonistas de la desescalada se vio como una extraordinaria oportunidad para recuperar el terreno perdido.

Los gobiernos autonómicos pusieron todo su empeño es mostrarse como los conductores del proceso de desconfinamiento y de vuelta a la normalidad. Querían aparecer como los buenos de la película. Después de un duro período impuesto por el Gobierno de Pedro Sánchez, aparecía la oportunidad de abrir las calles de nuevo, de recuperar la actividad económica y de reiniciar la ansiada vida social. El inminente comienzo del verano parecía presentarse como el escenario más propicio para que el sol pudiera brillar para todos.

Madrid como modelo de gestión del PP

Madrid era para el PP el territorio elegido para confrontar con el Gobierno de España. Se quiso presentar como el paradigma de éxito alternativo a las complicaciones que hubo de intentar superar todo el equipo de gestión encabezado por el ministro Illa. Madrid debía ser el emblema de cómo se hacían bien las cosas. Madrid no podía fallar. Este es el problema al que ahora nos enfrentamos.

Vivimos una situación que acumula una gravísima emergencia sanitaria con una decisión de propaganda política que no está dispuesta a aparecer públicamente como lo que realmente es, un puro ejercicio de apariencia. Se pretende luchar contra una realidad inapelable a base de enconderla, de no hacerle frente. Lo preocupante es que, precisamente, ese proceder es el que más contribuye a profundizar en la crisis.

No se puede actuar igual

Todos los que hemos lamentado la búsqueda de rédito político del PP durante estos últimos meses, debiéramos ahora asumir que no es útil aplicar esa misma medicina en el momento actual. Todos deberíamos entender que Madrid necesita el apoyo y la colaboración de todas las instituciones y todos los ciudadanos. No es el momento de actitudes vengativas, ni de sonoros exabruptos. Es el momento de la acción urgente y decidida. Pero, para poder llevarla a cabo, el PP debe aceptar la realidad. Debe dejar de intentar ocultarla.

Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso tienen que asumir que tomar medidas estrictas no es una muestra de fracaso. Por el contrario, debe ser interpretado como una prueba de su capacidad de reacción. Actuar con contundencia no es símbolo de debilidad, sino de fuerza. Cambiar completamente su estrategia política no implica dejación de funciones, sino un nítido ejercicio de poder. A ver cómo conseguimos que lo entiendan. Por mi parte, cuentan como ciudadano con todo mi apoyo para que lo hagan.

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