La portada de mañana
Ver
Las macrorresidencias suman el 38% de las plazas de mayores, un modelo que se demostró letal en el covid

¡A la escucha!

Las tapas de un desahucio

Helena Resano

La tapa que te ponía valía más que lo que habías pedido. Paco era así: sus raciones eran famosas en el barrio de Lavapiés. Durante 40 años ha estado ahí, detrás de la barra, con su cuchillo jamonero, cortando para sus vecinos jamón y queso, las raciones que ponía a cada cliente que se sentara en su bar. Un aperitivo que regalaba con cada consumición, te pidieras lo que te pidieras, todos los días, porque él era así. A Paco le conoce todo el mundo y, por necesidad, le quiere todo el mundo. Y no sólo por sus tapas: “Paco es buena gente”, de los de toda la vida, el que te escuchaba en los días malos y en los días buenos.

Esta semana, sus vecinos le han devuelto esa generosidad bloqueando su desahucio. Se plantaron frente a su edificio el día que le iban a sacar: Paco seguía dentro, con sus cosas, con sus recuerdos, ésos que acumulas durante 85 años y también, claro, con sus pesares. Paco reconoce que lleva días sin dormir, “dándole vueltas a la cabeza”, sin creerse lo que estaba a punto de ocurrir: le iban a echar a la calle. Familiares del dictador Franco han comprado el edificio y en los números que han hecho con ese negocio, Paco les sobra. Van a subir los precios y necesitan que se vaya a la calle. Supongo que ellos nunca se pasaron a tomar algo por el bar de Paco, no pudieron tomarse a media tarde una cerveza con el jamón recién cortado. Ni tampoco escucharon sus historias de cuando era ciclista profesional y pedaleaba junto a Bahamontes. Si lo hubieran hecho, quizás se habrían interesado un poco por cómo estaba y qué iba a hacer una vez que le pusieran de patitas en la calle. Resulta que Paco tiene un cáncer terminal y el Ayuntamiento todavía no le ha dado una respuesta habitacional. Traducido: si este miércoles el desahucio hubiera seguido para delante, Paco se habría visto literalmente en la calle. Pero ahí estaban sus vecinos, luchando por su dignidad, luchando para que se hiciera justicia.

El problema es ¿qué hubiera pasado si a Paco no le conocieran todos en Lavapiés? ¿Qué habría hecho el juez? ¿Habría esperado hasta el último minuto para paralizar semejante atropello? No entiendo por qué, a veces, tardamos tanto en reaccionar. Cómo podemos permitir que una persona, a su edad y en su situación, tenga que vivir días y días de angustia por la avaricia de una familia y por la burocracia de un sistema. Porque la de este miércoles no era la primera vez que intentaban sacarlo de su casa, un piso de apenas 50 metros cuadrados. Desde hace dos años han utilizado todas las triquiñuelas legales para echarle, y eso que Paco nunca ha dejado de pagar. Durante estos meses han ido hasta tres veces, algunas con cerrajeros que han tenido que darse la vuelta por la presión de los vecinos.

Paco se emociona cuando le dicen que se puede quedar, de momento. Ese momento, en su situación, es una eternidad. Acaricia a su perro en la mesa de la cocina y casi se le saltan las lágrimas cuando agradece a sus vecinos haberse movilizado así, “haber luchado” por él. Pero ¡¿cómo no lo iban a hacer, Paco?!

Su casa está justo encima de su antiguo bar, el FM. En la puerta, hace ya dos años, los vecinos colocaron una foto suya. Se le ve mayor, pero sonriendo. Y ahí sigue la foto, intacta. Ni un grafiti, ni una pintada. Paco suele enseñar orgulloso sus fotos en blanco y negro de cuando era ciclista. La que hay en la puerta del antiguo FM es también en blanco y negro. El recuerdo de aquel hombre, que cuando entrabas por la puerta de su bar te ponía una tapa, te pidieras lo que te pidieras.

Más sobre este tema
stats