Qué ven mis ojos

Tercer aviso

Benjamín Prado

“Las únicas urnas en las que creen los ultras son las urnas funerarias”.

Otra vuelta de tuerca. La ultraderecha siempre da otra vuelta de tuerca cuando no se le paran los pies, y salta de las bravuconadas a las amenazas si se es condescendiente con ella. Cuando se le echa leña a su fuego, monta una pira de la inquisición, porque sus llamas no calientan, sólo abrasan, no dan luz, destruyen lo que tocan, lo reducen a cenizas. Con las banderas, fabrican antifaces para ellos y mordazas para los demás. Su peor enemigo es la democracia y si participan en ella no es más que para carcomerla desde dentro. Sus caudillos no tienen proyecto de futuro sino nostalgia del pasado, siempre y cuando éste haya estado en manos de un régimen totalitario y gobernado por un asesino que les ofreciese a sus lacayos el papel de cómplices y algunos privilegios y beneficios. No tienen moral sino dogmas, ni tampoco ideología, sólo una ambición enfermiza por llegar al poder y la seguridad de que para alcanzarlo sirve cualquier camino.

Sus argumentos, en realidad, no son políticos, sino paramilitares, y su táctica es la de los matones, dado que no quieren convencer a nadie de nada, sino atemorizarlo, hacer que se someta, que no pregunte, que renuncie a sí mismo y no se defienda, que se entregue al miedo. Las únicas urnas en las que creen son las funerarias. Buscan partidarios y votantes entre quienes están insatisfechos y les ofrecen formar parte de una clase dominante a cambio de su apoyo. Son racistas por convicción, pero también por interés, porque necesitan un adversario contra el que luchar, un peligro que ofrecerse a combatir. A menudo, se ofrecen de guardaespaldas de instituciones como la monarquía, pero igual el rey Felipe VI debiese recordar que también el Funeralísimo dijo que venía a devolverle el trono a su bisabuelo Alfonso XIII. Se lo otorgó con condiciones, treinta y ocho años más tarde, a su nieto, Juan Carlos I.

Ahora los extremistas han ido un paso más allá, y Vox ha lanzado una advertencia: “Derogad la Ley de Memoria Histórica; primer aviso.” Sería inconcebible que la Justicia no actuara contra semejante atentado a la convivencia e intento de extorsión al Estado de Derecho, cuando para otras cosas, algunas de ellas inocuas cuando no ridículas, se mueve a toda velocidad. Si no lo hace, la cuenta atrás seguirá avanzando y tendremos que empezar a preguntarnos qué preparan como segundo aviso y tercero, que es cuando suele acabar el plazo de cualquier ultimátum. Hasta ahora, han hecho pintadas en algunas estatuas de republicanos, han pedido el gobierno de concentración nacional que piden todos los involucionistas y se han dado unas vueltas en coche el día de la Fiesta Nacional; pero ¿qué van a hacer ahora? Ya sabemos que van a hacerle perder el tiempo que no nos queda al Congreso, con una moción de censura en la que van a estar con toda probabilidad solos y que demuestra lo poco que les importan la pandemia de coronavirus y sus víctimas. También sabemos que aquí hay quienes le piden al ejército rastreadores y quienes le piden que se subleve, pero también que nuestras fuerzas del orden no están aquí para invadirnos sino para protegernos. Pero seguro que guardan una carta en la manga y que es la de siempre: un esqueleto con la guadaña al hombro.

¿Y el tercer y último aviso? ¿Será una manifestación? ¿Otra denuncia de algún sindicato u organización afín? ¿Una huelga? ¿Otra fotografía de grupo en las escaleras de la plaza de Colón? Porque las declaraciones públicas van perdiendo gas, ya se les han gastado los insultos, empiezan a repetirse y la gente cambia de canal o emisora. Y lo de las caravanas patrióticas no logra mucho impacto en los medios. Y casi todo lo que le arrebatan al PP va a parar a Ciudadanos. No les salen las cuentas ni les creen el cuento, salvo unas y unos pocos. Si Pablo Casado no fuera él, sería capaz de aprovecharse de todo esto para dejar de hundir a su partido, pero resulta que la única cosa que se le ocurre es ponerse a su nivel y buscar atajos que lo lleven de mal en peor. Y ya sabemos lo bien que les ha funcionado el lema de la derechita cobarde, su gran acierto publicitario hasta el día de hoy.

Estamos amenazados, que no se nos olvide, nos han dado un primer aviso. La cabeza del caballo está en la cama. Y ellos tienen preparada la llave inglesa para ir más allá, para dar otra vuelta de tuerca si nadie se lo impide. Llegarán hasta donde les permitan los tribunales y las instituciones. Y hasta donde finjan no verlos avanzar quienes guardan silencio, les pintan de blanco, les regalan titulares, les endulzan el veneno.

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