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La pandemia electoral

Raquel Martos

¿Les suenan esos estudios que nos recuerdan, de vez en cuando, cuánto tiempo dedicamos de media a las redes sociales, a dormir, a practicar sexo, a leer o a hacer deporte? Es uno de los recursos más socorridos para decorar informativos.

¿Para cuándo un estudio que nos diga cuántas horas al día dedican un político y/o sus asesores a hacer cálculos electorales? ¿Dos, ocho, diez, veinticuatro? ¿Calculan en el sofá mientras hacen que ven una serie, calculan mientras hacen que escuchan a su pareja, calculan en la taza del váter mientras hacen…?

En USA andan descifrando cada baile, cada tos y cada insulto de Trump, en clave electoral. Pero no hay que cruzar el charco, ni tener elecciones a la vuelta de la esquina. Miremos en casa, sin pasión, con distancia, como si nos observara un venusiano. Y preguntémonos, como si estuviéramos en la ducha –en ese momento de confinamiento en solitario, “nuestra persona” y el chorro–: ¿Cuántas decisiones del Gobierno de España y de los diecisiete autonómicos carecen de un ligerillo tufillo electoralista…? ¿Una, dos? ¿Ninguna? ¿En serio?

El cálculo electoral entre campaña y campaña es más viejo que el hilo negro. Ocurre que ahora, en este drama indigerible, notarlo es como una china en el zapato con herida abierta y jode el doble.

Cada miércoles, algunos nos comemos los plenos de la sesión de control al Gobierno con palomitas –confieso que yo ya lo hago porque no me queda otra–. Y después de cada pleno –lleno de alusiones personales y vacío de propuestas– algunos nos quedamos más chafados que Santi escuchando a Pablo.

Hablemos de alipori. Esta semana tuvimos “patochada”, como definió Esteban a eso que entretuvo al Parlamento en medio de una emergencia sin paliativos. “El mundo se desmorona y nosotros nos e-moción-amos”. Mi juego de palabras es malo, pero fue peor el que allí vimos, salvo alguna cosa: el minuto de oro top, de AiTOP Esteban y el careto de Abascal escuchando a Casado.

El “candidato” abofeteado por su hermano –con un discurso mejor armado que Terminator- recibió en los rincones que más le duelen a él, rollo Cobra Kai.

Él que lo había dado todo en el escenario: empezó en modo Netflix, hablando de “Narcos”, “Hitler”, “Soros”… continuó con Maestros de la costura, ay la vestimenta de sus señorías, cantó por Enrique y Ana…

¿Qué es aquello que da vueltas como el aspa de un molino?

Es un rollo que es divino, es el supervirus chino. Virus, virus, chino, chino, filipino…”

Tras el jarro de agua hirviendo de Pablo, se confesó perplejo Santiago. No hacía falta, su cara lo decía todo y todavía hay quien dice que la mascarilla no deja ver los gestos.

La jugada clara de marcar el territorio del liderazgo es solo suculenta para los muy cafeteros de la política. Para la sociedad en general, el rechazo de de toda la Cámara a un panfleto imposible, sí tiene relevancia.

Si el discurso de Casado queda en flor de un día o si modifica el rumbo escorado del PP, solo el tiempo lo dirá...

Muy fan de la semana 'for me', 'for me', formidable...

Y eso dependerá, volvemos al inicio, de los cálculos electorales. Esto es así y lo es en cada sede. Que todos los políticos no son iguales, no, pero la política sí se mide en esos parámetros.

Los partidos son máquinas de calibrar el rédito electoral. Ni la calculadora humana José Bono –no el político, sino el señor que suma mentalmente a la velocidad a la que despotrica Olona– hace tantas cuentas como quienes piensan en sus “candidatos a votantes…”

Es por eso que se mide cada decisión –incluso en este tiempo, más que difícil— pensándose bien quién la toma y quién asume las consecuencias electorales, como si hubiera tiempo, como si no se tratara de operaciones a vida o muerte. El mundo se desmorona y nosotros…. Nosotros también.

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