¡A la escucha!

No entienden nada

Helena Resano

Esta semana, por fin, hemos podido retomar los cursos de formación que solemos impartir a profesionales, portavoces y altos directivos para saber comunicar. No siempre es fácil ponerse delante de una cámara y contar lo que haces. Y en este mundo, lo que no se cuenta no existe. Pues bien, desde marzo ha sido imposible poder impartir esos cursos a los médicos, otro de los colectivos con los que trabajamos desde hace tiempo. El covid-19 los tenía y los tiene, se pueden imaginar, desbordados. Imposible dedicarse unos minutos para ellos, para formarse, para adquirir habilidades comunicativas. Estaban a lo importante, a salvar vidas. Y aunque ahora temen, presienten que aquellos días de marzo se van a repetir, han sacado un hueco para poder reunirnos, por videollamada.

Son 6 oncólogos. 6 profesionales top en su ámbito. Charlo con ellos un rato, antes de meterlos en faena, de ponerles en algún apuro. Y me impacta, muchísimo, la humanidad y la serenidad con la que hablan sobre lo que han pasado y lo que están pasando. Su nivel de cabreo es alto, muy alto. No entienden nada, no nos entienden a nosotros, a la sociedad y mucho menos a los políticos. Da igual el color. Las quejas se reparten entre todos. Creen que todo el esfuerzo se ha tirado por la borda, que vivimos de espaldas a lo que ocurre dentro de los hospitales, que no estamos siendo en absoluto conscientes de lo que esta enfermedad está provocando y del esfuerzo humano y personal que están haciendo ellos para combatirla.

Les aprieto un poco en las preguntas, y ni por esas escucho un insulto, un grito. Son lamentos expresados desde el agotamiento. Repiten constantemente una palabra, “miedo”. Miedo a que lleguemos de nuevo tarde, miedo a colapsar, miedo a que esto acabe siendo mucho más grave, no sólo desde el punto de vista sanitario, también político y económico. Su sensatez, lo digo desde el corazón, me hace sonrojar. Vengo de un informativo en el que he tenido que contar que un ministro ha pedido perdón por irse a una entrega de premios, (uno de los médicos me confiesa que cuando vio las fotos rezaba para que eso fuera un fake), que unos políticos han utilizado una foto para echarse en cara sus faltas de apoyo, que una presidenta de una comunidad ha jugado al despiste para decidir si cierra o no... En fin. Todo eso que ya saben. Y me topo, de frente, con la sensatez de quienes nos están salvando. “Invitaría a todos los políticos a que pasasen una noche con nosotros en el hospital. Una sola noche de guardia y entenderían que no hay debate posible” me dice otro de los médicos. Utilizan términos como “desmoralizador”, “educación”. Y pienso que les escuchamos muy poco. Que deberíamos poner sus declaraciones en bucle, cada día.

Montse, enfermera de la UCI en Zamora, sobrada ya de paciencia y muy harta de tanta estupidez, ha decidido hacer pública la carta que ha enviado al hijo de una amiga. Un chico, joven, que por más que se lo pidiera le dijo una y otra vez que él no iba a dejar de ir de fiesta porque “soy joven, porque tengo que vivir”. Montse le preguntó directamente si era necesario que la gente muriera para que él pudiera seguir “viviendo” y él le contestó, sin un ápice de culpabilidad, que mientras no fuera nadie de su familia la que estuviera mal, todo lo demás no le importaba. A estas alturas de la película ya sabemos que el mundo individualista y egocéntrico que tenemos es parte del problema. Pero leído así, de una forma tan cruda, duele.

Pues bien, días después este chico llamó a Montse, asustado. Su padre se había contagiado de covid-19 y estaba ingresado. Montse no cuenta si el chaval se sentía culpable o no. Si creía que él le había podido contagiar. Sólo cuenta que ese chico tenía miedo, miedo de que todo se complicara. Y Montse ha publicado lo que le contestó: “Ahora ya sólo puedes rezar por tu padre para que viva”.

La carta de Montse se ha hecho viral. Circula por redes y ella no tiene ningún problema en dar la cara y contar por qué lo hizo: “Estaba harta, me salió contarlo”. Creo que esta semana ha quedado más que claro que el problema no es únicamente de los jóvenes. Las fotos de la fiesta de Madrid con políticos de todo el arco parlamentario reunidos en un salón claman al cielo. Algunos han pedido perdón, otros ni siquiera eso...

Ruth, una de las médicos con las que compartí la tarde del miércoles, me advertía de que en la primera ola el estrés agudo se pudo mantener. Aprendes rápidamente a mantener la ansiedad porque entiendes que esa situación pasará, antes o después. Lo que viene ahora, me confesaba, es mucho más difícil de manejar: el estrés mantenido en el tiempo es paralizante, porque no hay un horizonte claro. Pero si sabes que lo que haces se entiende, la gente lo apoya, tiras para delante. Pues bien. No creo que estemos dándoles nuestro apoyo ni que estemos dando ejemplo. Ellos siguen ahí, en los hospitales, con sus EPIS, luchando por salvar vidas, las de todos. Así que pensemos bien cómo les vamos a apoyar nosotros este fin de semana, qué vamos a hacer para que al menos sientan, a través de la mascarilla, que estamos con ellos.

Más sobre este tema
stats