Qué ven mis ojos

Para el neoliberalismo hay dos tipos de hospitales: los privados y los cerrados

Benjamín Prado nueva.

"La peor forma de bajar es caer; la peor de subir, caer muy bajo".

Anoche tuve un sueño. Imaginé que la caída humillante de Donald Trump en Estados Unidos era el principio del fin del neoliberalismo, ese movimiento antisistema al cual lo único que le interesa de la democracia es lo que a un ladrón de la casa que quiere robar: encontrar por dónde colarse a ella para desvalijarla. Habrá quien piense que, en el fondo, el presidente derrotado era tan insignificante en sí mismo que suponer que su derrota vaya a provocar una reacción en cadena que acabe con los Boris Johnson y los Bolsonaro del mundo, o con movimientos de ultraderecha como Vox, es equivalente a creer que la Gran Muralla China va a derrumbarse porque le quites un ladrillo; pero que no se confíen: en España tenemos en el todopoderoso franquismo un ejemplo de lo rápido que se descompone un régimen cuando ya estaba corrompido. Y tal vez ayude que en estos tiempos de pandemia y miedo, millones de ciudadanos han descubierto que estaban aún en peores manos de lo que suponían, porque la tragedia les ha abierto los ojos y se habrán dado cuenta del precio que pagamos por el ataque sin cuartel a la sanidad pública que caracteriza la estrategia privatizadora de esa supuesta teoría económica, que en realidad es un ataque feroz a los derechos de las y los ciudadanos. No olvidemos que lo primero que hizo el inquilino de la Casa Blanca fue desacreditar y combatir los planes de su predecesor Obama de darle algo parecido a una seguridad social para los norteamericanos.

Aquí también sabemos de qué va eso, porque hemos padecido durante muchos años, y las sufrimos ahora más que nunca, las políticas del Partido Popular encaminadas a destruir el sistema de salud público de todos con el fin de convertirlo en una mina de oro para unos pocos. ¿Nos acordamos de cuando el consejero Güemes se reunió con un grupo de empresarios y les presentó el Plan de Infraestructuras Sanitarias 2007-2011 para informarles de las ventajas de invertir en la construcción de cuatro nuevos sanatorios en Collado-Villalba, Torrejón, Móstoles y Carabanchel y en la reforma integral que pensaban hacer de otros cinco, Gregorio Marañón, Ramón y Cajal, Móstoles, La Paz y 12 de Octubre? El programa que les presentó lo decía todo con el título: "Aproveche las oportunidades de negocio para su empresa".

Su jefa, Esperanza Aguirre, cerró por aquellos años el hospital Puerta de Hierro y lo sustituyó por otro del mismo nombre, en Majadahonda, que puso en manos de varios fondos-buitre. El original, que tanto ella como sus sucesores prometieron rehabilitar y dar un nuevo uso, que unas veces era convertirlo en un centro de cuidados paliativos y otras en una residencia para estancias largas debidas a enfermedades con tratamientos complicados, sigue sin utilizarse, convertido en un edificio fantasmal, y no se ha utilizado más que para rodar algunos capítulos de la serie Cuéntame como pasó. Sin embargo, su mantenimiento nos ha costado a los madrileños, desde entonces, más de once millones de euros. ¿Cuántas vidas se hubieran salvado y se salvarían si estuviese abierto?

Su heredera en el cargo, Isabel Díaz Ayuso, tampoco ha hecho nada con ese hospital, que era público y ahora, al parecer, no es de nadie; ni lo hace tampoco con la planta cerrada del hospital Reina Sofía, de San Sebastián de los Reyes, en la que hay dieciséis UCI sin usar. Eso también podría haber evitado muertes, pero da la impresión de que a ella sólo le interesa construir su hospital contra pandemias de Valdebebas, que iba a costar cincuenta millones, después setenta y ya va por noventa y seis. Puede que sea un acto de megalomanía, el deseo de dejar una obra que la inmortalice o, simplemente, una huida desesperada hacia adelante que distraiga la atención y la aleje del oscuro horizonte que se abrirá ante ella cuando llegue a los juzgados su vergonzosa gestión de las residencias geriátricas durante la primera ola del coronavirus y haya que dilucidar si algunas de sus decisiones y órdenes constituyeron un delito. O puede que ni siquiera sea nada de eso, sino otra clara expresión del neoliberalismo del que hablábamos al principio, esa teoría que hará que cuando mire en esa dirección no vea pacientes, sino clientes, ni servicios públicos, sino una oportunidad de mercado. No hace falta que le pregunten si la bolsa o la vida, todo el mundo sabe lo que va a responder para cubrir el expediente y lo que iba a responder si dijera lo que piensa de verdad.

Anoche tuve un sueño y al despertar he seguido con la pesadilla.

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