Qué ven mis ojos

La vieja guardia esconde un puñal envenenado

Benjamín Prado nueva.

"Si el enemigo está en casa, te pones más en peligro cuantas más puertas cierras".

No hay poder más amargo que el de quienes lo han perdido. Suelen ser personas en las que la nostalgia se mezcla con el rencor, que sin duda mirarán con sospecha a quienes ayer los adulaban y hoy guardan las distancias, los ignoran o, si hace falta, los niegan. Cuando estaban en lo más alto, los jaleaban, pero a ras de tierra les tratan, en el mejor de los casos, con una cierta condescendencia que les llena de animadversión hacia sus sucesores, en quienes suelen ver todos los rasgos propios de la traición y a quienes, por lo general, acusan de dilapidar su legado, de no mostrarles el respeto debido. Fueron la medida de todas las cosas y son un cero a la izquierda. Eran primeros espadas y se han convertido en puñal envenenado, en viejas glorias que echan de menos los focos y que se sienten balas de fogueo, jarrones chinos, predicadores en el desierto... Cuando hablan, riñen, señalan, ponen notas, ajustan cuentas, deshacen las paces. Y cuando quieren que se los escuche, suelen dejar caer bombas retóricas que llamen la atención.

Son cosas que ocurren en todos los partidos, más aún en dos de los tres que han tenido responsabilidades de Gobierno central en nuestra segunda democracia. El tercero es Unidas Podemos, que por mucho que la derecha haga como que no existe, está en el consejo de ministros y tiene llave de La Moncloa. Y ahí está el problema, en las alianzas del PSOE, la estable y las utilitarias, que además es un problema doble, por fuera y por dentro, con la oposición y con una parte de la propia formación, toda aquella que ya peleó con uñas y dientes contra el actual secretario general Pedro Sánchez, que fue su rival en las elecciones internas, que después se conjuró para provocar su destitución y que tras su vuelta triunfal vive agazapada en busca de otra oportunidad de hacerle caer. Sus proclamas a favor de la unidad no se las cree nadie y tampoco se les puede negar su derecho a sostener una ideas contrarias a las de su líder; pero da la impresión de que mucha gente se equivoca al señalar a quienes mueven la cuerda del equilibrista, que no son Pablo Iglesias y los suyos, sino los propios compañeros de siglas, que parecen eternamente al acecho de un punto débil, una grieta en los muros de la calle de Ferraz, un talón de Aquiles donde lanzar su flecha.

Estos días, en un momento especialmente delicado de la legislatura, como lo es el asunto de los Presupuestos Generales del Estado, con las dificultades que tiene siempre para sacarlos adelante un Gobierno sin mayoría y con los contratiempos extraordinarios que le añade la situación de emergencia sanitaria que vivimos, desde los castillos de la vieja guardia socialista caen uno tras otro los calderos de aceite hirviendo, y mientras las y los ministros defienden cada apoyo que reciben, algunos de sus dirigentes históricos, jaleados por propios y, sobre todo, extraños a quienes hacen el juego, se rasgan las vestiduras y lanzan proclamas contra unos por su vocación independentista y contra otros por su pasado en el territorio de la banda terrorista ETA. Olvidan un par de cosas importantes, una de ayer y otra de hoy: la última, que ERC o Bildu son partidos legales y con representación en el Congreso; la primera, que cuando eran ellos quienes llevaban las riendas del país negociaron con todo aquel que les daba la posibilidad de sentarse en los bancos azules de ese mismo Parlamento, por ejemplo con CiU y PNV; y por decirlo todo, se sentaron también con los criminales para pactar su disolución y la entrega de sus armas. Lo hicieron Aznar en un lado y Felipe González en el otro. La memoria selectiva es una de las mil caras de la hipocresía.

No hay peor enemigo que el que está en casa, porque con él da lo mismo cuántos cerrojos le eches a las puertas: cuantas más cierres, más en peligro te pones. "¡Al suelo, que vienen los nuestros!", dicen que solía exclamar el ministro Pío Cabanillas. Es una frase por la que no pasan los años, siempre está de actualidad y nunca es aconsejable olvidarla. Que tenga cuidado Pedro Sánchez al cruzar una calle: debe mirar a los dos lados, derecha e izquierda, porque el peligro está por todas partes.

No es de extrañar que en la reunión de este lunes de su ejecutiva les afease a los barones la deslealtad con que le hacen la cama, insinuando que además de traidores son cobardes, ya que hablan en público pero no le expresan sus quejas cara a cara. Tal vez sea un error y, por ejemplo, cuando Fernández Vara ironizó sobre el sí de Bildu a las cuentas diciendo que iría a la farmacia “a buscar un antiemético”, que es un medicamento que combate las náuseas, igual lo que quería decir era "un antiemérito”, que a día de hoy supone un problema mayor que los arbertzales de segunda generación que han aceptado las reglas del sistema y a los que tanto alababa el antiguo alcalde del PP de Vitoria, cuando le convenían sus votos, firmaba pactos con sus representantes y señalaba cómo entre ellos “siempre ha habido gente que luchó por la paz.” Claro que algunos jefes autonómicos siempre se van a sentir más en sintonía con un antiguo monarca, en su condición de virreyes. Será eso.

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