¡A la escucha!

Ese no es el debate

Helena Resano nueva.

6 personas. 10 personas. Hasta las 2 de la madrugada, hasta la 1. Ahí estamos. Arañando comensales y arañando horas al covid-19 para tener Navidades. Hasta la semana que viene no se acordará qué es lo que recomienda Sanidad y las comunidades autónomas sobre cómo debemos celebrar este año Nochebuena y Nochevieja. Y, como todo últimamente, esto también se ha convertido en un regateo político de medidas, horas y número máximo de personas. Como si lo urgente no fuera evitar que esas reuniones se traduzcan a mediados de enero en más contagiados, más enfermos y más muertes.

La tercera ola, decía la OMS, será inevitable si no aprendemos de los errores cometidos en verano. Nos confiamos, muchos creyeron y actuaron como si el virus se hubiera esfumado (mucha gente me decía: “¿Pero esto ya se ha pasado, no?”, convencidos efectivamente de que el virus se había evaporado como por arte de magia…). Y de aquellas fiestas, estos confinamientos. Nos volvieron a perimetrar, se cerraron negocios, sobre todo de hostelería y turismo, y volvimos a limitar las salidas.

Lo más dramático de todo esto es que hemos interiorizado que, cada día, el goteo de cifras de muertos y contagiados se convierta en un fijo, una letanía, sin rostro, un frío número que sube y baja. Sin pararnos a pensar que, efectivamente, cada número es una vida, una familia, un drama que hay que gestionar. Una silla que esta Navidad estará vacía, sin posibilidad de volver a verla ocupada ni éstas ni las próximas Navidades.

Llevamos días escuchando eso de que “estas Navidades serán diferentes”. ¡Claro que lo serán! Lo serán por mucho que nos empeñemos en que seamos 3 núcleos familiares los que nos juntemos o dos. Lo serán porque para muchos esta pandemia lo ha cambiado todo. Los epidemiólogos se echan las manos a la cabeza viendo que llevamos días enzarzados en este debate. No lo entienden. Creen que no debería ni existir. Que estamos de nuevo cometiendo el mismo error. Y no aprendemos. No lo hemos hecho en estos meses y, ahora que empezamos a vislumbrar luz al final del túnel, menos aún.

Mientras, cada día, seguiremos recontando los que no están, los que siguen ingresados en una UCI, aislados, luchando por respirar. El virus sigue. No entiende de luces ni de fechas. Pero da igual: seguiremos contando si tal comunidad acepta que nos reunamos 10 o 6. O si aquí o allí, el toque de queda se amplía o no. Cuando ése no es el debate, ni mucho menos el dilema.

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