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La gran paradoja del 21A: un Parlamento más soberanista, una ciudadanía menos independentista

Desde la tramoya

Un buen hombre

Luis Arroyo nueva.

El desafío es enorme para los socialistas. Desde hace más de una década, los dos bloques que marcan la política catalana –el independentista y el constitucionalista– se han mantenido cuantitativamente inalterados y prácticamente iguales en número. Si Ciudadanos ganaba las últimas elecciones al Parlament, lo hacía arrancando votos al PSC, al PP y a Vox. En el otro bloque sucedía lo mismo entre los herederos de la vieja y extinta CiU, ERC y la CUP.

Dentro de los bloques los movimientos han sido enormes, pero entre bloques no ha habido prácticamente movimientos. Tal y tan equilibrado es el debate sobre quién es el titular de la soberanía en Cataluña que esa cuestión marca prioritariamente el comportamiento de los electores.

Por eso, en cuanto se supo que Salvador Illa sería el candidato socialista a la Presidencia de la Generalitat, ERC se aprestó a etiquetarle como el candidato de la coalición con el PP y con Ciudadanos. Y no se oculta que bajo la decisión colegiada de Sánchez, Iceta y el propio Illa, hay un intento por detener la deriva independentista del bloque soberanista, liderado en los sondeos por ERC.

He tenido la ocasión de compartir algunos momentos con Salvador Illa, como también con Miquel Iceta. De ambos puedo decir que son, ante todo, buenas personas. Moderados y conciliadores, pragmáticos y realistas, catalanistas pero también defensores de la realidad plurinacional, abierta y tolerante de una España que ya es en buena medida federal en su configuración actual. Iceta e Illa, y también Pepe Montilla y Pere Navarro, eliminaron con tesón las derivas nacionalistas que promovieron en otro tiempo los hermanos Maragall.

Aunque en este caso sea solo una sospecha, creo que Oriol Junqueras, ahora en prisión, es también un buen hombre. Y que ni él ni el resto de los presos deberían seguir en prisión si hay resquicios legales para facilitar su salida. Por muy consciente que fuera su delito, y por monumental e inútil que fuera el embrollo en el que metieron a Cataluña, la política debe complementar a la Ley para hacer posible que la ciudadanía catalana salga del bloqueo entre sus dos mitades enfrentadas.

Esa será probablemente la gran diferencia entre las derechas españolas (acompañadas por algunos de los más conservadores barones socialistas) y el PSC. Para constatar su voluntad de encontrar ya un nuevo y más esperanzador camino para Cataluña, Illa mostrará, como ha hecho durante la gestión de la pandemia, su voluntad de entendimiento.

Salvador Illa genera esa sensación de que será capaz de romper la hegemonía del relato independentista, que solo ha pasado a un segundo plano por la pandemia. No es fácil, pero Illa, un buen hombre, ha renovado la esperanza en que es posible. En dos meses y medio veremos.

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