Telepolítica

¡Illa, dimisión! ¡Illa, sigue!

José Miguel Contreras nueva.

La idea de que Salvador Illa encabece la candidatura del PSC en las elecciones catalanas ha trastocado todo el panorama político. Las encuestas aparecidas estos últimos días parecen mostrar un crecimiento del PSC insospechado hace apenas 15 días. Que a nadie le extrañe que el independentismo quiera aplazar las elecciones. Seguramente, tanto el PP como Ciudadanos estarían encantados con el aplazamiento. Sus resultados apuntan a considerable desastre. La tercera ola del covid-19 podría servir como justificación. Seguro que no pararán las elecciones del Barcelona, pero las del Parlamento catalán son otro asunto que al parecer podría esperar.

A la espera de ver si hay aplazamiento electoral, lo más llamativo ha sido la primera reacción de todos sus contrincantes políticos pidiendo la inmediata dimisión de Salvador Illa como ministro de Sanidad. Creo que no tiene sentido alguno tal pretensión por diferentes razones.

  1. La primera y más evidente razón es que ni siquiera es seguro que las elecciones vayan a celebrarse ahora. Carecería de todo sentido que dimitiera de su actual responsabilidad y quedara perdido en el desierto político a la espera de que el actual Gobierno independentista catalán decidiera su estrategia. Por tanto, mientras no esté confirmada la cita a las urnas para el 14 de febrero ni siquiera tiene sentido la discusión.
  2. Siempre que hay elecciones, aquellos candidatos que forman parte del Gobierno siguen en funciones en sus cargos. Tiene toda la lógica que un proceso electoral no paralice la actividad gubernamental. El propio Pere Aragonés, actual president en funciones de la Generalitat, seguirá lógicamente en su puesto hasta que se elija en el Parlament a su sucesor. No tiene consistencia que se invente una norma específica para el caso de Illa.
  3. Salvador Illa, como ministro de Sanidad, se ha convertido en una figura capital en la batalla frente al covid-19. Numerosas voces han criticado la posibilidad de que abandone esa responsabilidad, pese a que, en la mayoría de los casos, sean las mismas que pedían su dimisión inmediata por incompetente hasta hace unos días. Parece lógico que dada la trascendencia de su responsabilidad actual, si se va a producir un cambio se haga mediando un período de transición que garantice la perfecta continuidad de la lucha frente a la pandemia. Si se confirman las fechas anunciadas, Illa dispone de más de un mes para traspasar su gestión a su sucesora. Por otra parte, si es Carolina Darias, buena parte de este trabajo de transición será muy sencillo puesto que ambos ya coordinan conjuntamente todo el proceso de relaciones con las administraciones autonómicas que gestionan directamente tanto la vacunación como la atención sanitaria.
  4. La política implica ante todo fijar prioridades de actuación. Está más que anunciado por todos los expertos que vamos a vivir en las próximas dos semanas un serio crecimiento del número de contagios y de hospitalizaciones como consecuencia de las fiestas navideñas. Su previsión es que esta tercera ola tienda a apaciguarse hacia finales de mes, si todo funciona sin nuevos sobresaltos. Reforzar la atención sobre esta tercera ola del coronavirus debe prevalecer sobre la participación en una actividad virtual previa a la auténtica campaña electoral que, en caso de tener lugar, se concentraría en las dos primeras semanas de febrero.
  5. En base al mismo argumento, no sería admisible que se mantuviera como ministro de Sanidad si no tiene absoluta dedicación a esa función. Por tanto, durante la campaña electoral deberá haber delegado ya sus funciones en el Gobierno. En esta campaña habrá media docena de debates y otras muchas entrevistas concentradas en apenas dos semanas. Además, se realizarán numerosos actos clásicos de visitas a diferentes lugares de Cataluña. Incompatible esos días con llevar una importante responsabilidad de gestión sanitaria.
  6. Si Salvador Illa dimitiera hoy mismo, todo el mundo se lanzaría a su cuello con la razonable justificación de que no es admisible abandonar el puesto de ministro de Sanidad cuando se esperan dos o tres próximas semanas de agravamiento de la pandemia. Por contra, hay quien entiende que su actual posición le facilita una mayor atención mediática que a sus competidores. Esta apreciación es tan razonable como la de entender que efectivamente ésa es su actividad profesional. No hay trampa alguna.
  7. El electorado catalán conoce de sobra a Salvador Illa y tiene ya su opinión formada sobre él. Sus rasgos principales derivan de su capacidad o incapacidad de gestión política ya contrastada y de la evidencia de que es el único candidato que tiene entre sus atributos el de facilitar por vía directa una relación fluida entre la Generalitat y La Moncloa. Ambas características están ya asentadas en su imagen pública. Nadie las va a descubrir como nuevas a lo largo de este mes.
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Para terminar, hay un último aspecto que tiene poco fondo político pero que es pura condición humana. La batalla electoral es confrontación. Los votos son los que son. Lo que una candidatura obtenga es porque se lo ha arrebatado a alguno de sus rivales. Es decir, en unas elecciones todo aquello que beneficia a uno, perjudica a sus contrincantes. Por tanto, si todos los partidos rivales a los que se va a enfrentar Salvador Illa desean que dimita ahora, seguramente se debe a que creen que sería lo mejor para sus intereses y peor para los del PSC. Aunque suene a disparate, que nadie se extrañe si las elecciones se aplazan poniendo la pandemia como excusa. Las encuestas favorables a Illa han hecho temblar a demasiada gente.

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