¡A la escucha!

De vuelta al gran bazar

Helena Resano nueva.

¿Se acuerdan cuando creíamos que de todo esto saldríamos mejor? Casi da ternura pensar en lo inocentes que fuimos, al menos servidora. Lo de esta semana con la farmacéutica AstraZeneca ha sido el último ejemplo de que esto es la selva, de que pase lo que pase, da igual que estemos hablando de vidas humanas, de una situación límite, de coordinar políticas, la única ley que sirve es la del “sálvese quien pueda”.

Los contratos súper secretos que la empresa hizo firmar a Europa han sido la trampa de todo este embrollo. Sólo ellos saben lo que acordaron, en qué plazos, de cuántas dosis hablamos, del coste y de los compromisos y cláusulas que se firmaron en caso de que surgiera algún tipo de contratiempo. Nadie puede saberlo porque la farmacéutica se aseguró de que así fuera, y Europa lo aceptó. Ahora se han visto atrapados en ese secretismo/oscurantismo, exigiendo que cumplan, exigiendo explicaciones y recibiendo explicaciones poco convincentes: hablan de una falta de previsión, de que se vieron desbordados en la producción, pero ¡oh casualidad!, sólo en sus plantas de Europa. Reino Unido, que llegó antes, que pagó antes, sigue recibiendo puntualmente sus dosis y vacunando sin ningún problema. Y sin problemas en ninguna de sus dos plantas.

Si algo nos ha enseñado esta pandemia es que el mercado internacional y globalizado, cuando hay escasez, se convierte en un gran bazar. Pasó con las mascarillas, pasó con los EPI, con los respiradores y está pasando en esta primera fase en la que las vacunas están, sí, pero siguen siendo pocas. Estoy convencida de que todo esto se solucionará en cuanto entren en juego más laboratorios, en cuanto lleguen más vacunas, pero, mientras, estamos en sus manos.

Sería un enorme error meter a todos los laboratorios en el mismo saco. Y sería muy injusto. Ahí está por ejemplo el gesto de Sanofi, otro de los gigantes de la industria farmacéutica: ellos no han conseguido en estos meses tener éxito en la vacuna que estaban desarrollando así que se han ofrecido a Pfizer, su eterno rival, su competencia, para producir sus dosis en una de sus plantas. Echar una mano cuando más se necesita, al margen de intereses empresariales o económicos. En su comunicado explicaban que esto respondía a la voluntad de todo el sector farmacéutico para luchar contra la pandemia. ¡Bravo! Eso es lo que todos hubiéramos esperado en una situación así, los que confiábamos en el buenismo que generaría esta situación creíamos firmemente que esa carrera contra reloj por dar con la vacuna implicaría gestos de este tipo. No el vodevil que hemos presenciado de reuniones canceladas, plantones, ahora sí y ahora no, ahora te doy, pero ahora te quito, que ha protagonizado la farmacéutica sueco-británica.

A nadie se le escapa que esto también va de política. Europa no se puede permitir fracasar en esto. Sería una humillación para los socios, un fracaso enorme en un momento clave, cuando necesitan demostrar que unidos somos más fuertes, sobre todo cuando acaba de irse uno de sus socios. Muchos antieuropeístas utilizarían ese fracaso como arma arrojadiza y en los despachos de Bruselas lo saben. Así que esta semana las reuniones se han desarrollado a cara de perro, hemos visto declaraciones mucho más subidas de tono de lo que estamos acostumbrados, porque, sí, se trata de salvar vidas, pero también de evitar una nueva bofetada al proyecto europeo en forma de vacuna.

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