Buzón de Voz

Illa gana sin gritar, Vox se dispara gritando

Jesús Maraña nueva.

“Un acertijo, envuelto en un misterio, dentro de un enigma”. Lo que Winston Churchill dijo cuando le preguntaron sobre lo que haría Rusia en 1939 era válido para calcular el resultado del 14-F. Demasiadas incertidumbres: el efecto Illa, el suelo de Ciudadanos, la abstención por miedo a la pandemia, la disputa por el liderazgo soberanista entre Puigdemont y Junqueras, el ¿techo? de Vox… El escrutinio deja varias incógnitas abiertas y algunas conclusiones claras que tendrán serias consecuencias no sólo en Cataluña o en su relación con el Estado, sino en el tablero político nacional, donde Pablo Casado nota ya el aliento de Abascal por el liderazgo de la derecha.

1.- Lo que Pedro Sánchez bautizó como ‘factor Illa’ ha sido un éxitoha sido un éxito. El PSC duplica el resultado obtenido en 2017 por Miquel Iceta, gana las elecciones en número de votos y se coloca como primera fuerza del espectro no independentista a gran distancia del resto. Pero el efecto Illa tiene una lectura que trasciende los objetivos partidistas. En mitad del ruido, en un clima de polarización máxima en España y en Cataluña, se ha demostrado que huir del griterío, renunciar al insulto y defender el diálogo como arma política puede obtener amplio respaldo social y electoral. El despreciado ‘buenismo’ se desvela pragmático e imprescindible.

2.- El independentismo mantiene su mayoría absoluta en una Cataluña que sigue partida por la mitad en lo identitario. La fuerza del soberanismo es evidente, por encima de encarcelamientos, pandemias, con máxima participación o con la más alta abstención. Pero también es evidente que ERC, Junts, la CUP y el PdeCat no logran esa “mayoría social amplísima” que el propio Oriol Junqueras ha reconocido imprescindible para volver a plantearse una ruptura con el Estado. El resultado de este 14-F deja más abierta que nunca una pugna por el liderazgo soberanista que es mucho más que la pura disputa por la presidencia de la Generalitat. Se tensa el pulso entre la vía pragmática y dialogante defendida por ERC y la de un Puigdemont que no aceptará nada que no incluya una amnistía. El empate fáctico entre ambas fuerzas dificulta la formación de gobierno, pero una derrota de los republicanos habría supuesto el peor escenario para cualquier salida dialogada a la crisis territorial. Para la estabilidad del Gobierno de coalición en España era tan importante que Illa ganara en el bloque no independentista como que los de Junqueras no fueran derrotados en el soberanista.

3.- Vox se autoproclama verdadero triunfador del 14-F y abre la peor de las pesadillas para Pablo Casado y para el futuro de la derecha en España. Convertirse en cuarta fuerza política en Cataluña y dejar al PP al borde de la desaparición es una palanca que Abascal no desaprovechará para intentar asaltar el liderazgo del conservadurismo. Por más obvias que sean las señas de identidad ultraderechistas y filofascistas de la formación verde, mucho más claro es el currículum de Santiago Abascal y su equipo como un grupo de oportunistas dispuestos a vestir cualquier traje populista que les permita ocupar parcelas de poder. Conviene no olvidar que se criaron en el PP, y que su máxima aspiración es tomar la casa del padre. Es probable que a partir del resultado del 14-F Abascal ensaye disfraces más alejados del franquismo y el señoritismo castizo para captar a todos los cabreados con el sistema, vengan de donde vengan. Todo demócrata convencido debería preocuparse mucho más por el ascenso de este ultranacionalismo xenófobo que por la solidez confirmada del apoyo independentista en Cataluña.

4.- Ciudadanos anda buscando sus restos. El desastre sufrido este domingo es proporcional al que expulsó a Albert Rivera de su presidencia y demuestra la fragilidad de fenómenos políticos tan sonoros como camaleónicos. Caer desde la victoria en las elecciones de 2017 al penúltimo puesto cuatro años después sólo se logra equivocándose en cada oportunidad. Lo comprobaremos en las próximas horas, pero parece claro que muchos de los votos que Arrimadas arañó al PSC envolviéndose en la bandera constitucional han vuelto a su sitio, otros se han quedado en la abstención y, lo más relevante quizás, aquellos que se hicieron naranjas por un antinacionalismo visceral, han viajado a Vox sin pasar siquiera por el PP. Apostar por la porra y el “a por ellos” tiene ese riesgo: siempre hay alguien aún más radical, más macho, más español.

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5.- Será cuestión de días, semanas o meses, pero en el PP es inevitable una combustión. Zarandeado en una pinza entre Bárcenas y Abascal, a Pablo Casado no le queda apenas crédito para seguir jugando esta compleja partida. Suscitó encendidos elogios su discurso en la moción de censura que presentó Abascal y del que salió visiblemente noqueado. Pero aquel discurso tenía un problema. Apostar en serio por una derecha moderada, europea, civilizada, dialogante, exige un liderazgo sólido, capaz de arrastrar a esa posición a un porcentaje importante del propio electorado del PP, antisanchista por encima de todo, y dubitativo si tuviera que elegir entre el perfil de Merkel y el de Trump. Para liderar ese camino en primer lugar hay que creer en ciertos principios, incompatibles por ejemplo con los que practica Isabel Díaz Ayuso o con los mensajes que en días pares o impares lanza la dirección de Casado apoyándose con más frecuencia en bulos que en una estrategia digna de tal nombre. La mayor debilidad de Casado no es de dónde viene, sino que nadie sabe exactamente a dónde va.

6.- Mantiene su fuerza en Cataluña En Comú Podem, lo cual evita también mayores problemas en el ya difícil equilibrio del Gobierno de coalición estatal. Para Pablo Iglesias era fundamental que no se repitiera el retroceso que sus aliados sufrieron en Galicia y País Vasco. Ha hecho lo posible en las últimas semanas, incluso provocando polémicos debates utilizados al máximo por la derecha política y mediática para apalear a Sánchez tanto o más que a él. En el resultado tiene mérito la talla que ha demostrado Jessica Albiach en cada debate, y la habilidad con la que ha sabido distanciarse a veces de los mensajes de Iglesias. El resultado permite a los Comunes erigirse en pieza clave para un gobierno capaz de superar los bloques desde la izquierda. Por muy difícil que sea imaginar ahora que ERC acepte una posibilidad que podría debilitarlo en su pugna con Puigdemont, lo cierto es que la suma del PSC, ERC y ECP es factible. Sólo desde la superación del bloquismo podrá avanzarse en soluciones de fondo al encaje de Cataluña en España.

El acertijo envuelto en el misterio dentro del enigma no queda resuelto, hasta el punto de que ni siquiera puede descartarse una repetición electoral. Pero las consecuencias para el dibujo político pueden ser trascendentales. La frase completa de Churchill terminaba: “Pero quizás haya una clave, el interés nacional de Rusia”. Valdría para Cataluña y para España.

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