¡A la escucha!

Menos efectismo y más sensatez

Helena Resano nueva.

Hace ya unos años, una conocida revista nos reunió a un grupo de mujeres nacidas en democracia para que debatiéramos sobre nuestra Constitución y el avance de los derechos de la mujer en estos años. Allí había periodistas, políticas, artistas, investigadoras... Una tertulia muy interesante de la que me quedó grabada una anécdota. Durante un descanso, la entonces vicepresidenta del gobierno se me acercó y me confesó, sin ningún pudor, que había días que necesitaba apartarse un poco del foco mediático porque “no encontraba nada ingenioso que decir. Llegas al Congreso y no tienes esa frase mágica que te dé un titular y deje descolocado al de enfrente”. Mi cara de estupefacción fue tremenda. Una vicepresidenta del gobierno me estaba hablando de acaparar titulares porque sí, por el impacto de una frase ingeniosa, y no por una acción de gobierno efectiva o transformadora. No. Eso fue hace ya unos años, pero creo que ése ha sido el gran problema de muchos de nuestros políticos desde hace demasiado tiempo: buscar ser brillantes sólo en la réplica parlamentaria, sin que detrás haya nada más. No esforzarse por cambiar la sociedad desde sus convicciones ideológicas, sino esforzarse por lograr su minuto de telediario. Y así nos va.

No sé usted, pero yo llego al final de esta semana con una sensación de hartazgo que me sobrepasa. Creo que el esfuerzo que como sociedad y como individuos estamos haciendo en estos meses no se merece la respuesta que vemos en el Congreso y en nuestra clase política. No todos son iguales, cierto. Pero las excepciones son cada vez más difíciles de encontrar. No quiero ver discursos más efectistas en la tribuna, ni con camisetas con mensajes ingeniosos, ni con performances con piedras en la mano. No. Quiero ver soluciones, decisiones, acción política real. Políticos que practiquen más la sensatez y el sentido de Estado.

El problema es que el desapego que están generando en buena parte de la sociedad va a ser muy difícil de superar. A los comerciantes de la calle Montera, a los que llevan meses sin turistas por culpa de la pandemia, sin recibir apenas clientes, levantando la persiana de su negocio cada día sudando tinta gorda, que vayan y les hablen de “reflexión profunda” sin condenar la violencia de un grupo que pedía más libertad de expresión y que les ha destrozado sus negocios. Que se lo digan hoy, cuando tengan que pedir presupuesto al cristalero, llamar al seguro para ver qué parte les cubre y dejar de abrir durante un par de días. Todo porque un grupo de violentos les reventó los escaparates porque sí. Creo que condenar esa violencia y pedir que revisemos si la que se empleó durante las protestas por parte de algunos agentes fue o no la adecuada es compatible. Lo uno no anula lo otro. Se puede hacer y se debe hacer. Y todo lo demás es confundir y enredar más aún el clima de las calles y de la política.

Y en la mesura está la clave: ir a una sesión de control a encender más aún los ánimos, con piedra en mano, tampoco me parece la fórmula de calmar el ambiente ni de encontrar la solución a un problema que promete seguir creciendo en los próximos días. El tono chulesco no funciona, aunque algunos lo intenten una y otra vez.

El problema, el hartazgo, es saber a ciencia cierta que esto que escribo es un desahogo que servirá de poco o nada. La bronca política es lo único que funciona ahora mismo. El problema es ¿a quién beneficia?

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