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Qué ven mis ojos

La justicia es ciega, pero sólo del ojo izquierdo

Benjamín Prado nueva.

 

“Divide y vencerás significa que la mejor forma de ganar al rival es hacer que te ayude a derrotarlo”.

Como quien echa un veneno en la bebida, filtra el Partido Popular a los medios de comunicación que ha obligado a la parte PSOE del Gobierno a dejar fuera de las conversaciones sobre la renovación del Consejo General del Poder Judicial a sus socios de Podemos. Y de paso sugiere que tampoco les ha costado mucho, hace ver que en realidad los socialistas cuentan las horas para poder librarse de la coalición que los ha llevado a La Moncloa y a los bancos azules del Congreso. No han cambiado el disco porque no tienen otro y, por lo tanto, lo que suena no es nada diferente a lo que oímos todos los días, porque los cantos de sirena del dinero y de la oposición siempre repiten la misma cantinela, un argumento que gira como un yoyó: echa a Pablo Iglesias, rompe tu alianza… Es posible que hayan confundido a Pedro Sánchez con Sadam Hussein y crean que la película va a ser la misma: primero te desarmas y luego te atacamos y nos reímos mientras corréis por las aceras de la calle de Ferraz como los soldados iraquíes por las orillas del Tigris.

Esa estrategia es tan antigua como la primera discusión sobre la capa de la Tierra entre más de dos personas: divide y vencerás, y entra dentro de las formas de lucha política habituales. El problema es que implica un desprecio irresponsable de las leyes de la propia democracia, al considerar transparentes e inocuos los votos de quienes decidieron de forma legítima apoyar al partido morado en las últimas elecciones, esa formación con la que algunos de sus rivales dicen yo no hablo, yo no negocio, y a la que sin duda querrían ilegalizar, lo mismo que algunos de ellos dicen que harían con cualquier grupo independentista y, si les dan cuartelillo, con cualquier adversario ideológico. La mano que baila el yoyó del que hablamos es, en estos momentos, la ultraderecha, y no está aquí para estrechársela a nadie, sino para echarlo a empujones del centro del tablero o del ring. La primera prueba la ha tenido en Cataluña, hace unos días, Pablo Casado, que juega siempre mal, se mete goles en propia meta y ya no depende de sí mismo: si Feijóo mueve un dedo, le quedan dos telediarios como candidato a la presidencia de España. Puede que quiera vender su sede de la calle Génova porque sabe que nunca va a salir a saludar a ese balcón. Nunca se sabe, pero da la impresión de que ese tren ya ha pasado de largo para él.

El bloqueo del CGPJ es un episodio lamentable y deja claro que es necesaria una reforma del sistema que lo impida en el futuro, porque estar con él en pausa ralentiza al país en general y es un ejemplo inmejorable de cómo la política ha invadido parcelas que ponen en peligro el mismo Estado de Derecho. ¿Dónde está la independencia de ese tercer poder cuyo fin es ponerle límites a los otros dos, cuando hablamos de magistrados de izquierdas y derechas o cuando uno de sus máximos representantes se permite el lujo de descalificar, también él y también desde ahí, en un tono demoledor para el prestigio de la institución a la que representa, a una parte del Ejecutivo, a la que descalifica por “comunista” y culpa de haber violado nuestra convivencia? ¿Cómo no se le ha abierto ya un expediente? Las y los ciudadanos de esta nación admirable por tantas cosas merecen gente mejor que esa.

El CGPJ debe reiniciarse, que lo haga, si es que al final eso es posible, será una buena noticia, pero no hay que negar que la cosa empieza mal, con el alarde de que hay una parte del Gobierno actual que ha sido vetada. No es buen indicio. Y también estaría muy bien llegar a enterarnos de qué es exactamente lo que se pacta, al margen de lo obvio, los nombres de sus componentes y el equilibrio de fuerzas entre las dos tendencias que al parecer son inevitables. ¿Qué más se va a discutir en esos encuentros? Es una pregunta razonable, cuando estamos oyendo al antiguo tesorero del PP o a sus intermediarios sostener que si ahora tira un poco más de la manta de la financiación irregular y la corrupción es porque no se ha cumplido la palabra dada por sus antiguos correligionarios de impedir que su esposa fuera a la cárcel. ¿Sabremos alguna vez si eso es cierto? En caso contrario, las sospechas sobre el funcionamiento democrático de la justicia seguirán ahí. Y habrá quien siga pensando que es ciega, pero sólo del ojo izquierdo. Eso es malo para todos.

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