Ultreia

La lección de Pablo Iglesias a tanto 'listo' y la agitada campaña que nos espera

Daniel Basteiro nueva.

Reconózcalo. En algún momento lo ha pensado. Si es así, no se preocupe. Era algo que recorría los mentideros de la política en la villa y corte, que protagonizaba las conversaciones de los en teoría más sagaces tertulianos, complacidos por la exactitud de su análisis. Unidas Podemos tiene perdida desde hace tiempo la batalla con el PSOE por el liderazgo de la izquierda (eso sí, estuvo cerca de lograrlo y el futuro es, por definición, una página en blanco). A Pablo Iglesias sólo le quedaba agarrarse al poder mientras durase. No lo sacarían ni con dinamita. Nunca se vería en otra igual y además, no tenía otro horizonte. ¿Cómo pagaría, si no, su vivienda en la sierra madrileña? ¡Ya es casta!

Sumémosle otra aguda ‘reflexión’. Pablo Iglesias e Irene Montero son pareja y ella es una de las dirigentes de Podemos con más proyección. Ocupa un ministerio de enorme simbolismo para la izquierda y, entre otras cosas, ejerció como portavoz del partido en el Congreso, un puesto de número dos de facto. Si Montero había alcanzado ese nivel de poder en Podemos es por ser la pareja de Iglesias. Es por ser ‘su’ mujer. Si Iglesias la seguía promocionando es porque veía en ella la sucesora perfecta para que todo quedase en casa. Literalmente.

Muchos deben hoy una disculpa a Pablo Iglesias (por no hablar del machismo hacia Irene Montero). Y, de paso, a sí mismos. Confundir las propias opiniones con hechos, los prejuicios personales con verdades contrastadas, es un mal endémico. También (y eso es mucho más grave) entre los periodistas que se supone deben un respeto máximo a la información. “¿Te consta? No, pero ¡no puede ser de otra manera, démoslo por hecho!” Hay una nítida frontera entre la línea editorial y la manipulación: la honestidad y el respeto a los hechos.

Los hechos de este lunes convulso demuestran varias cosas: Pablo Iglesias se va. O comienza a irse. Porque la decisión de concurrir a las elecciones en la Comunidad de Madrid puede hacerlo presidente regional, sí, pero se trata de una hipótesis muy incierta y arriesgada. Muy improbable tal y como están las cosas. Y lo que está claro es que deja el pájaro en mano, la seguridad de ser vicepresidente segundo del Gobierno, por el medio centenar volando. Además, renuncia a volver a ser candidato a la presidencia del Gobierno. Con muy pocas excepciones en España (la más notoria, el PNV), la máxima se cumple: el que más manda en un partido ocupa todos los espacios de poder a su disposición, desde el ámbito institucional al cartel electoral. De nuevo, se rompe un molde. 

Jesús Santos, Beatriz Gimeno, Serra y el exJemad Julio Rodríguez acompañarán a Iglesias en su lista a primarias

Jesús Santos, Beatriz Gimeno, Serra y el exJemad Julio Rodríguez acompañarán a Iglesias en su lista a primarias

Podemos es, desde que nació hace siete años, un continuo desafío a muchas verdades preestablecidas y supuestamente inmutables, hasta el punto de que hay quien cree que no merece la pena ni contrastarlas. Ahora, Iglesias, emblema de la formación, vuelve a sorprender para enfrentarse a la que puede ser la última gran empresa de una vida política que, en estos tiempos, parecen tres. Por la magnitud de los hechos históricos acumulados y el desgaste sufrido.

Si “la fortuna sonríe a los audaces” lo veremos el 4 de mayo. De momento, siete conclusiones a vuelapluma:

  1. La izquierda tiene más oportunidades que ayer. infoLibre publicó hace días que Unidas Podemos dudaba sobre Isa Serra y cuenta este martes que el nombre de Alberto Garzón se barajó para la candidatura, pero para su espacio, nadie como Pablo Iglesias. Es un perfil complementario al de Gabilondo, de manera que apelarán a electorados distintos. Quizás el objetivo de que no haya un votante de izquierdas que se quede en casa esté más cerca. La gran renuncia del líder de Unidas Podemos es la argamasa de su candidatura, que estará rodeada de épica, ese sentimiento que construye mitos (a veces desproporcionados) y aviva las campañas electorales. No olvidemos cómo se impuso Pedro Sánchez en las primarias del PSOE. Fue tras dimitir de todos sus cargos horas antes de que un PSOE roto en dos hiciera presidente a Mariano Rajoy.
  2. Ayuso tiene la campaña hecha. Puede limitarse a repetir “comunismo o libertad” sin parar, como antes iba a hacer con “socialismo o libertad”. Las dos disyuntivas son falsas. Difícilmente puede identificarse a Gabilondo con una amenaza a la libertad (tiene más trayectoria en su defensa que la presidenta regional). Difícilmente puede sostenerse en serio, sin reírse, que España es una democracia plena y, al mismo tiempo, que la presencia de Iglesias hace de España un lugar donde no hay libertad (eso se llama dictadura). Pero Iglesias asusta a parte de la derecha (algo que al propio líder de Podemos le gusta) y con eso basta.
  3. Una campaña polarizada. El PSOE y Ciudadanos están ahora en medio de un sándwich. El escenario puede acabar pareciéndose a la pinza que Rajoy trató de hacer al confrontar con Unidas Podemos para achicar el espacio a su principal competidor. Es el antagonismo que el PSOE ha buscado con Vox.
  4. Errejón y Más Madrid deben decidir. De su decisión puede depender que gobierne o no Ayuso.  
  5. La campaña tendrá episodios muy oscuros. No hay más que ver cómo parte de la derecha mediática ha hecho trizas a Inés Arrimadas. Ha pasado de ser una líder centrista a una persona despreciada sólo porque puso en peligro el poder en Murcia del PP, que lleva 26 años al frente de la región. Cuando el poder está en juego, se activan todas las estrategias y el juego sucio. Atentos a sus portadas. Atentos a los tribunales.
  6. Yolanda Díaz. Sin duda, es la ministra que más ha destacado en este año y tres meses de Gobierno. La comunista capaz de encandilar a la patronal y recibir elogios constantes de la parte socialista. Ya ha demostrado que tiene dotes de liderazgo. En ella hay un ingrediente imprescindible en todo líder: empatía, y en dosis generosas. El futuro del espacio de Unidas Podemos es suyo.
  7. La pandemia, la gran olvidada. Lo señalaba Jesús Maraña en su último artículo. A él le producía “una mezcla irritante de preocupación y perplejidad”. Me sumo al sentimiento y, además, quiero pensar que quien la ponga en el centro del debate público (más allá del Juego de Tronos) tendrá posibilidades de salir victorioso el 4 de mayo. Si se atendiera a los hechos, y no a las opiniones proyectadas como verdades absolutas, sólo por este capítulo Isabel Díaz Ayuso debería estar seriamente preocupada.

 

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