Qué ven mis ojos

Esto es Madrid y aquí o gana el PP o pierde y gobierna

Benjamín Prado nueva.

“Los cínicos tocan las campanas para que no sepas dónde está el fuego

Hace tiempo que la ideología se ha vuelto un asunto menor; la política ha abandonado las esferas de la filosofía y la sociología para incorporarse al mundo del espectáculo; los argumentos han sido suplantados por eslóganes, la oratoria por el photoshop y el debate por el combate. Lo llaman polarización, tiene menos que ver que con la dialéctica que con el boxeo y es contagioso. En España ese virus ha dado alas a la ultraderecha –ya sabemos de qué clase de pájaro–, que vive de la confrontación y que antes de ir de pesca siempre envenena el río. Los dos problemas son que hay gente que va allí a beber y hay otros partidos que los secundan mientras se atreven a hablar de libertad y a presentarse como sus abanderados. La campaña por la Comunidad de Madrid ha empezado por ahí y no irá a ninguna otra parte. Y las ciudadanas y ciudadanos serán otra vez lo de menos, porque en esta dinámica lo que conquista el cinismo lo pierde el civismo.

En Madrid casi siempre gana la derecha y cuando no gana también gobierna, por eso lo lleva haciendo veinticinco años y ninguna de las tres veces que el PSOE fue la formación más votada llegó al poder. En la última cita con las urnas, Isabel Díaz Ayuso obtuvo el peor resultado de la historia de su partido y fue presidenta, lo mismo que Moreno Bonilla en Andalucía, y en ambos casos gracias a Vox. Lo que haga falta y con quien haga falta, como si el lema que hizo célebre su fundador, Manuel Fraga Iribarne, cuando era ministro de la dictadura, siguiera vigente, con una mínima variación: la Puerta del Sol es mía.

El bloque de la derecha ha sufrido una baja, la de Ciudadanos, que parece camino de la irrelevancia e incluso, a corto o medio plazo, de la extinción, pero no da la impresión de que eso vaya acompañado de un cambio de zona de sus simpatizantes, aparentemente más proclives a regresar al PP que a moverse a la izquierda. Sin embargo, en el otro lado, Gabilondo descartó este lunes en una entrevista en Al Rojo Vivo cualquier alianza con los socios del Gobierno, Unidas Podemos, y dejó un titular al que será fácil sacarle punta: “con este Pablo Iglesias, no”, algo que quiso afilar aún un poco más al calificarlo de “extremista y radical”. Esa nave, por tanto, ya la ha quemado en el puerto, antes de echarse al mar.

Ayuso incluirá en su lista electoral a los consejeros del PP del Gobierno de la Comunidad de Madrid

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Sin embargo, uno suma dos y dos y ve otras elecciones dentro de estas y de las que vendrán: unas en las que compiten las siglas clásicas del bipartidismo contra las nuevas, surgidas del 15M y contra él, en un tiempo de crisis en el que, como siempre ocurre en estos casos, se tiende a la concentración, y en las que el PSOE ahora mismo y el PP de cara a un futuro en el que espera unificarse con Vox, se sienten fortalecidos al ver a UP y Cs al borde de un abismo, en un estado de debilidad que es, sin duda, la razón principal, aunque no sea la única, que ha empujado al todavía vicepresidente del Ejecutivo de coalición a dejar su puesto en las alturas y bajar a la arena regional. Si ha acertado o se ha hecho el harakiri tendrán que confirmarlo o desmentirlo con sus papeletas las y los madrileños, de momento, y en un par de años el resto de las y los españoles. Pero de entrada ya queda algo claro: entre sus rivales también se encuentran sus supuestos socios, algo que dijo Gabilondo sin titubeos cuando Antonio García Ferreras le preguntó en su programa con quién quería pactar: “Con Ciudadanos y con Más Madrid”, respondió sin un asomo de duda.

Quizá esta sea de nuevo la historia de siempre otra vez, y lo digo con esa acumulación de términos para que se note hasta qué punto se repite ante cada horizonte electoral la división de la izquierda y la capacidad de la derecha para ir de la mano, probablemente porque comparten más cosas: no me digan que desentonaría en Vox el machista vomitivo del PP que le soltó a la ministra Yolanda Díaz que en su partido “las mujeres sólo suben en el escalafón si se agarran a la coleta” de Pablo Iglesias. No debería poder ser al mismo tiempo tan necio, tan maleducado y tan indigno de un sueldo público quien no merece que un solo euro de los que cobra salga de los impuestos de una sola mujer de este país, tanto si esa mujer es de izquierdas como si es de derechas. Su falta de respeto no hay bandera que la ampare.

Nunca se sabe si las encuestas van a acertar o no, entre otras cosas porque lo que digan puede hacer cambiar de opinión o animar a salir de casa a quienes las leen y, en principio, no iban a hacerlo, pero aunque Ayuso no las ganara ya ha ganado algo: tiempo a la investigación del modo en que gestionó la hecatombe sanitaria en lo que se refiere a las residencias geriátricas, donde miles de personas fueron abandonadas a su suerte al prohibir que se las derivase a los hospitales donde podrían haberlas salvado. Tendremos que repetirlo una y otra vez, en cuantas ocasiones sea necesario y sobre todo mientras haya quienes siguen repitiendo por su parte, ante cualquier micrófono que se les ponga a tiro, la mentira de que las competencias en ese terreno no eran suyas, sino del Gobierno central y, más concretamente, del vicepresidente Iglesias. Son los propagadores del ruido y tocan las campanas para que no sepamos dónde está el fuego. Ojalá no se salgan con la suya, porque lo contrario de la democracia es la impunidad. A lo mejor lo que no hace la política lo termina haciendo la justicia, como en tantas otras ocasiones.

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