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Desde la tramoya

Soso, serio y formal

Luis Arroyo nueva.

Ángel Gabilondo ha logrado que su campaña como candidato a la Presidencia de la Comunidad de Madrid sea la más comentada, antes incluso de que empiece formalmente. El spot Soso, serio y formal ha llamado la atención de los medios y del personal y eso es algo muy meritorio.

Hacer de supuesta debilidad virtud no es nuevo, y de hecho es frecuente en la comunicación política. Hay un antecedente muy conocido en la nutrida historia de los spots electorales, y es aquel en el que Fernando de la Rúa, en 1999, afirmaba algo muy parecido: “Dicen que soy aburrido…”. De la Rúa despegó en buena medida gracias a aquel anuncio y ganó las elecciones presidenciales argentinas frente a un excéntrico Carlos Menem. Aunque después tras el “corralito” tuviera que huir del país.

La campaña de la Rúa, sin embargo, no paró ahí: hubo al menos otras cinco piezas, en las que el candidato aparecía en planos mucho más desafiantes, fijando como adversarios del país la pobreza y la corrupción. En uno de ellos, incluso, aparecía con unos militares armados detrás.

La idea del “soso, serio y formal” es por tanto una excelente idea publicitaria, especialmente si se ve desde ahora complementada como en aquella lejana Argentina del 99. Porque Ángel Gabilondo, no lo olvidemos, es el político más votado en la Comunidad de Madrid. Porque Isabel Díaz Ayuso es la política con una más pobre hoja de servicios. Porque el currículo de ella es paupérrimo en comparación con el del profesor de filosofía, rector y ministro de Educación.

Las redes sociales y el Ateneo de Madrid

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La entrada en la contienda de Pablo Iglesias ha elevado aún más la polarización, y lo seguirá haciendo. No hay mejor aliado de Ayuso que Pablo Iglesias, y viceversa. Ambos tratarán de captar toda la atención y todos los votos, como es natural. Como si en Madrid no cupieran otros colores que no fueran el blanco o el negro. Iglesias ha amenazado a Ayuso con la cárcel, y la presidenta amenaza a los madrileños con una dicotomía insultantemente sencilla: Comunismo o libertad. Y la campaña ni siquiera ha empezado. Es de prever que, por ejemplo, en los debates (que ella ya ha anunciado que tratará de limitar al mínimo posible), Iglesias y Díaz Ayuso ninguneen a los otros tres candidatos hablando el uno a la otra y la otra al uno.

Por eso Gabilondo y sus asesores van a tener que tirar de ingenio para que no suceda lo del árbitro: “Nadie compra camisetas del árbitro”, decimos: la gente prefiere alinearse con un equipo o con otro, y agradece poco la labor de moderación de los colegiados.

En los memes que circulan por la web y por las cafeterías, el arquetipo de Gabilondo, en efecto, es el de un político ausente, demasiado serio, soso y formal para una política de pasiones tan enconadas como la que genera la enemiga número uno de Pedro Sánchez. Pero es cierto que en Madrid muchos estamos cansados de las excentricidades y los excesos ideológicos y verbales de la presidenta, y que quisiéramos algo más de aburrimiento, más seriedad y más formalidad; menos excesos y astracanadas. Y Gabilondo aporta precisamente eso.

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