Los números de Ayuso

1.340 euros por habitante

1.340 euros: Madrid es la penúltima en gasto sanitario público por habitante

Los números no surgen por esporas. Cuando hablamos de inversión pública, los datos reflejan exactamente las intenciones y prioridades políticas: la ideología. El retrato más fiel de un programa electoral es el balance entre el dibujo de los ingresos y el reparto de lo recaudado. Casi todo lo demás es palabrería o excitación de las emociones. La mayor trampa del trumpismo es la creación de supuestas realidades paralelas, en lugar de aceptar la diferencia entre los hechos y las opiniones. Y el ejemplo más audaz y (según todos los sondeos) eficaz de trumpismo en España es el que Isabel Díaz Ayuso protagoniza en Madrid. Nos entretiene con la presunta reivindicación de “libertades” (para terracear) frente al “comunismo” (así, sin apellidos, sin distinguir el estalinismo totalitario del eurocomunismo democrático, como si los demás identificáramos el neoliberalismo con su primer laboratorio, el régimen criminal de Pinochet). Y mientras tanto nos cuelan una tozuda realidad que protege (desde hace tres décadas) los privilegios de una minoría frente al desmantelamiento galopante de un (incipiente) estado del bienestar.

Al número: Madrid dedica 1.340 euros de gasto sanitario público por habitante, 146 euros menos que la media nacional, situada en 1.486. Es la penúltima entre las 17 comunidades, según los últimos datos oficiales disponibles, sólo por delante de Andalucía. Esa es la cruda realidad después de casi 25 años de gestión de la derecha. Alguien puede aducir: lógico, cuando la comunidad de Madrid sólo dedica el 3,6% de su PIB a la inversión (me niego a llamarla “gasto”) sanitaria. Pero si se consulta a cualquier sabio no sectario, explicará que el dato de la proporción sobre el PIB hay que filtrarlo con otros elementos como la financiación autonómica, la inexistencia de espacios fiscales independientes o las obligaciones del fondo de garantía de solidaridad autonómica. Lo que no admite objeción alguna es que la milagrera Ayuso, que presume (con razón) de que Madrid está a la cabeza de la riqueza en España, con el PIB más alto del Estado desde 2018 (tras la regresión catalana), es la que menos presupuesto dedica a cuidar la salud de cada habitante de su comunidad. Del mismo modo que Alemania y Francia encabezan el ránking europeo de gasto sanitario público en proporción a su PIB, siendo las economías más ricas de la UE, sería matemáticamente lógico (incluso más allá de las ideologías hegemónicas en cada territorio) pensar que Madrid podría y debería permitirse el lujo/obligación de priorizar esa inversión con su ciudadanía respecto al resto de comunidades.

No es así. No es la salud de cada habitante de Madrid la prioridad de Ayuso, con o sin pandemia. Y en los próximos días iremos viendo, a través de los números, las causas y consecuencias de cada dato. Un anticipo: cuanto más se debilita la inversión pública en sanidad, más recursos se destinan a la promoción del negocio sanitario privado. A más listas de espera, mayor contratación de seguros; a menor protección y eficacia de lo público, más acelerada expulsión de las clases medias hacia lo privado (ver aquí) ¡Sálvase quien pueda!

Si me preguntan por mi número favorito, responderé copiando a Woody Allen: ¡”Muchísimo!” Si se trata de la gestión de lo común, lo de todas y todos, lo que condiciona el progreso y la desigualdad, me conformo con que no me tomen por idiota: transparencia y equidad. De libertad y comunismo también iremos hablando, y del capitalismo de amiguetes, pero sin insultos y sin trampas.

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