Desde la tramoya

Hedonismo de Ayuso o miedo de Monasterio

Luis Arroyo nueva.

No ha habido hasta ahora en una campaña electoral relevante un nivel de fascismo comparable al que ha desplegado Vox en la Comunidad de Madrid con ese cartel asqueroso en el que se ofrece la fotografía de un supuesto menor extranjero no acompañado (MENA) encapuchado y enmascarado como si fuera un delincuente, para señalar que supone un gasto de 4.700 euros al mes, en tanto que una abuelita amorosa –“tu abuela”, dice el cartel– solo recibe 426 euros de pensión. Los carteles se han pegado en las paredes de estaciones de metro, y Rocío Monasterio lo mostró en el debate del miércoles de manera reiterada.

La fiscalía provincial de Madrid ha pedido la retirada cautelar del cartel por posible delito de odio. Se ha señalado la vulgar desinformación que ofrece el ignominioso anuncio. La Comunidad de Madrid gasta en atención a los 1.900 menores acogidos en centros un total de 96 millones de euros anuales. De ahí debe venir la cifra (en realidad 4.200 euros), que es el coste –instalaciones, manutención, personal, etc. – de acoger a esos casi dos mil niños y adolescentes. En realidad, solo 269 son menores no acompañados. El resto son españoles o internacionales pero con familia en España. Por lo demás, el gasto público en la protección de esos niños –obligatoria por ley y no solo por justicia social o caridad–, que parte del presupuesto autonómico, nada tiene que ver con el gasto en pensiones, que fluye de los Presupuestos Generales del Estado y que administra el Ministerio de Seguridad Social. Por último, la pensión media en España, unos mil euros, está muy por encima de esos supuestos 426 del cartel.

La campaña de Vox, una vez más, vuelve a poner de manifiesto las características que tiene el discurso neofascista en sus expresiones en España y en el mundo entero.

Primero, un desprecio casi absoluto por la verdad. El relato fascista se asienta en datos sacados de contexto, en verdades a medias o en meras mentiras. Sabemos que la política es el ámbito en el que se discuten versiones diversas del mundo y alternativas verosímiles de la realidad. Hasta ahí podemos aceptar. Pero el uso del engaño a conciencia, como si el fin justificara los medios, es una característica del discurso de la extrema derecha desde Mussolini hasta Trump, desde Hitler hasta Bolsonaro, desde Franco hasta Abascal.

Segundo, una dicotomía ridícula y simplista entre “nosotros” y “los extranjeros”, siendo estos últimos los enemigos de la patria que se apropian de lo nuestro. El extranjero puede estar dentro, como un Mena o un judío del gueto, pero es extraño y amenaza nuestro empleo, nuestras costumbres, nuestro pan o nuestra seguridad.

La táctica de irse

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Y tercero, el miedo. El conservadurismo es uno de los rasgos más estudiados por la psicología política, y las conclusiones son contundentes. Los conservadores son más sensibles a la amenaza: tienen más miedo. Los conservadores tienden también a centrarse más en lo negativo. En un estudio de 2012 se registró el movimiento de los ojos de varios grupos mientras se exhibían imágenes placenteras (bebés sonriendo, crías de conejo o similares) o imágenes perturbadoras (coches chocando, arañas o heridas). Los conservadores observaban con más atención estas últimas, en tanto que los progresistas se detenían más en las placenteras. Esto parece explicar por qué los ultraconservadores suelen tener ideas que enraízan en temores: el temor a la élite, el temor al control, el temor a las vacunas, el temor a Dios, o el temor al inmigrante, por supuesto. Otro estudio demuestra también que las respuestas fisiológicas a las amenazas son mayores también entre los conservadores, y que, en consecuencia, sus cerebros responden de manera más intensa ante el miedo.

En definitiva, los líderes de Vox, como los de las formaciones parecidas de la extrema derecha mundial, son causa y consecuencia de una manera peculiar de ver el mundo: un mundo que les parece más peligroso, más amenazante, quizá más inhóspito. Como también es sabido, porque lo constata la Historia, el miedo abunda entre la gente cuando hay crisis y anomia.

Hasta dónde llegará ese miedo entre la población madrileña, o hasta qué punto primará entre los conservadores la narrativa más hedonista de los bares abiertos de Isabel Díaz Ayuso, es algo que tendremos que esperar a confirmar. La respuesta, el 4 de mayo por la noche.

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