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Desde la tramoya

La táctica de irse

Luis Arroyo nueva.

Primero: estuve entre los primeros en asumir y difundir la calificación de Vox como fascista. Por ejemplo aquí, hace dos años y medio, cuando refería el libro de Madeleine Albright Fascismo, una advertencia. Por si ese bellísimo texto no fuera suficiente, recomendé también, hace dos años, para comprender en qué consiste el fascismo de hoy, el más divulgativo Facha: cómo funciona el fascismo y cómo ha entrado en tu vida, de Jason Stanley.

Segundo: parte de la estrategia política del fascismo, como se explica en esos textos y en muchos otros, consiste en la victimización. Se buscan uno o varios enemigos –judíos, inmigrantes, gitanos, homosexuales, menores migrantes no acompañados, feministas, comunistas, masones, supuestas élites de oligarcas, medios de comunicación tradicionales…– y se hace a la nación pura y virtuosa víctima de esos mismos enemigos que conspiran contra el pueblo o que son responsables de los supuestos males que sufre ese mismo pueblo. Por eso los fascistas disfrutan cuando, como resultado de sus controversias, las instituciones convencionales les expulsan de los salones o crean “cordones sanitarios” frente a ellos. Los fascistas, por su naturaleza temerosa y radical, disfrutan del enfrentamiento para situarse, en sintonía con los movimientos populistas de toda condición, del lado del pueblo supuestamente maltratado frente a la élite dominante presuntamente corrupta.

Tercero: se puede despreciar el fascismo y al mismo tiempo entender cuáles son las estrategias políticas de sus enemigos, entre los que yo mismo me encuentro. Si algún lector se ofende por mi posición, recomiendo que deje de leer en este mismo punto. Porque desearía que la que siga, o el que siga, leyendo, acepte un análisis técnico de lo que pasó el viernes pasado en el debate con los cinco candidatos principales a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, en la Cadena SER (Díaz Ayuso decidió no ir).

Cuarto: Pablo Iglesias en su primera intervención, pidió directamente a Rocío Monasterio, la candidata de Vox, que condenara las amenazas que, a través de una carta anónima con cuatro balas, recibió el candidato de Unidas Podemos. Angels Barceló, la moderadora, introdujo como punto previo esas amenazas y otras idénticas que habían recibido el ministro de Interior y la directora de la Guardia Civil. Comenzó Iglesias: “No es aceptable que cuando mi padre, mi madre, mi pareja y yo hemos sido amenazados de muerte con cuatro balas, la candidata de la ultraderecha ponga en duda la veracidad de esas amenazas. Si no se retracta y vosotros permitís que siga en este debate sin retractarse, nosotros lo vamos a abandonar”. La deslenguada candidata fascista contesta: “Nosotros condenamos todo tipo de violencia. Me hubiese gustado que el señor Pablo Iglesias condenase la violencia que sufrimos en Vallecas. Yo le animo a que vaya a una comisaría a denunciar esas amenazas. Yo lo que he dicho es que los españoles ya no nos creemos nada de este Gobierno. Si usted es tan valiente, levántese y lárguese”. Y, claro, Pablo Iglesias se levantó y se fue. Perfectamente preparado, perfectamente ejecutado y perfectamente previsible. Tanto por uno como por la otra. Luego, descolocados, los equipos de campaña de los otros dos candidatos de la izquierda también decidieron que había que irse para no perder comba.

Quinto: cualquier aficionado a la comunicación electoral sabe que la única estrategia para que Vox y Podemos puedan crecer en voto en Madrid, de nuevo por su propia naturaleza, y por los números que arrojan las encuestas, consiste en la polarización. Porque Díaz Ayuso crece con la eficaz simplificación “Comunismo o Libertad”, comiendo mucho terreno natural de Vox, y porque Gabilondo –el candidato más votado en las últimas elecciones– y también Más Madrid, achican por su parte el terreno de Podemos. De modo que es comprensible que el equipo de Iglesias pensara con inteligencia el modo de cambiar el tono de la campaña y que decidiera nada más comenzar ese debate meter un petardo eficaz contra Monasterio. Y lo logró durante unos días.

Sexto: los políticos reciben constantemente amenazas de todo tipo. Incluidas amenazas de muerte. He trabajado algunos años para el Gobierno de España y yo mismo he abierto algunas cartas con amenazas. No las justifico, por supuesto. Solo las constato. Por supuesto, casi ninguna de ellas se hace pública. Se investiga su veracidad, se previenen las consecuencias, se denuncian y se callan.

Hedonismo de Ayuso o miedo de Monasterio

Hedonismo de Ayuso o miedo de Monasterio

Séptimo: desde el viernes en que Pablo Iglesias abandonó el debate de la Cadena Ser, la narrativa de la campaña de Unidas Podemos es muy sencilla y también muy verosímil y eficaz, aunque no sea veraz. Se identifica “los españoles ya no nos creemos nada de este Gobierno” con la propia amenaza de muerte. La cosa va más o menos así: “Los fascistas amenazan de muerte a los demócratas, ergo hay que votar contra el fascismo”. Y por el otro lado, por el de Monasterio: “Está claro: la dictadura de los medios y los partidos de izquierda y del pensamiento único oprime a quienes no pensamos como ellos”.

Octavo: la estrategia inicial del equipo de Unidas Podemos ha funcionado sin duda durante unos días, polarizando la campaña y simplificándola en el mensaje sencillo que era inicialmente propiedad de Ayuso: el “Comunismo o Libertad” pasó a encarnarlo Monasterio, y el “Fascismo o democracia” lo personalizó Iglesias. Sin embargo, la aparición de nuevas amenazas, ahora dirigidas a Ayuso, alteran sin embargo las percepciones de la gente, porque las víctimas son ya de los dos lados. La amenaza se diluye. Hay que reconocer inteligencia en Ayuso (o en Miguel Angel Rodríguez), cuando la candidata del PP respondió a las amenazas diciendo: “Hay que tomarse estas cosas dándoles la importancia que tienen, que es ninguna”. Y Monasterio ha dicho: “Una vez más condenamos todas las amenazas, en este caso a Díaz Ayuso. Una vez más, sigo esperando la condena por parte de la izquierda a las agresiones que sufrimos en Vox”. En conclusión, la victimización ahora funciona con más dificultad para Iglesias, pero sigue funcionando para los seguidores de Monasterio.

Noveno: voy a votar al PSOE porque es el partido que más coincide con mi manera de entender el país y sus desafíos colectivos. Desprecio y combato el ideario de Vox. Pero eso no me impide comprender cuáles son las estrategias electorales de unos y otros y explicarlas. Eventualmente aplicarlas honestamente. Me dedico a eso desde hace 25 años, con aciertos y con muchos errores también. Ahora, si eres de la minoría que insulta, o te vas a dar de baja de este diario nuestro, ya te lo advertí antes: tenías que haberlo dejado en el punto Tercero.

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