Directo
Ver
La gran paradoja del 21A: un Parlamento más soberanista, una ciudadanía menos independentista

Qué ven mis ojos

Qué hizo Cospedal, para quién, cómo, con qué dinero, a quién y para qué

Benjamín Prado nueva.

“La impunidad es un círculo vicioso donde quien cometió el delito no paga, porque sólo cumplía órdenes, y quien se las dio tampoco, porque ni dejó pruebas ni lo van a delatar”

En el terreno de la política ocurre lo mismo que en todos los demás: algunas cosas evolucionan y otras nunca cambian o sólo lo hacen a peor. Pero a veces no es así, la gente partidaria del famoso cuanto peor mejor no se lleva el gato al agua, los partidarios de las soluciones le ganan la partida a los apóstoles del caos, cuya mayor esperanza siempre es pescar en el río revuelto que ellos mismos han agitado, y entre unas cosas y otras al final lo torcido se endereza, las puertas del laberinto se abren, las diferencias se salvan y vuelve a encarrilarse lo que iba por mal camino. Un buen ejemplo es lo que ha ocurrido en las últimas horas en el rompecabezas del procés, una carrera de obstáculos que sólo podrá acabar si todos los que compiten en ella se paran, se sientan y hablan.

El paso hacia Madrid dado por Oriol Junqueras al renunciar a poner en el lado de lo “plenamente legítimo”, aunque sea entre líneas, al unilateralismo independentista, y aceptar por anticipado el indulto que está a punto de concederle el Gobierno, abre una vía para solucionar un conflicto que es desgarrador para todo el país y que ha abierto abismos en la propia sociedad catalana. Quienes viven de agitar el fantasma de la España rota, que en realidad son ellos mismos disfrazados de espectro con las sábanas que comparten con la ultraderecha, y han puesto el grito en el cielo porque se conceda una medida de gracia a los líderes de aquel movimiento hacia el vacío, están de mala suerte. Ya sólo les quedan la vacunación, que va viento en popa; las bravuconadas del rey de Marruecos, al que en Europa ya no le da la razón ni Francia, y la ETA, que está disuelta. Malas noticias para los hombres-bala.

En el otro extremo de las noticias está la llamada del juez a la antigua dama de hierro del Partido Popular, María Dolores de Cospedal, por el asunto de la trama comandada, presuntamente, por ella y su jefe de gabinete y mano derecha –también investigado– en el Ministerio de Defensa, para intentar robarl e a Luis Bárcenas la documentación comprometedora que obraba en su poder y que evidenciaba la financiación irregular de la formación. El actual secretario general y líder de los conservadores intenta salir del paso con un “de eso no hablo porque no tiene nada que ver conmigo”, pero la cuestión es mucho menos sencilla. Primero, porque aquí se trata de quién lo hizo, con ayuda o no de su marido, también bajo la lupa de la Justicia, pero sobre todo de para quién, y la respuesta cae por su propio peso: lo hizo para el PP, que no puede colocarse de perfil ni ver ese toro desde la barrera. Segundo: ¿cómo lo hizo? Pues ni más ni menos que usando a la policía, un bien común que no se puede utilizar en beneficio propio y, desde luego, que existe para investigar delitos, no para ocultarlos. Tercero: ¿con qué dinero se hizo? Pues con el público, con el de todos. Cuarto: ¿a quién se quería despojar de los papeles comprometedores? Pues ni más ni menos que a su antiguo tesorero y quien, según se sabe en parte y se intuye al cien por cien, repartía sobres, pagaba sobresueldos, amañaba cuentas y duplicaba contabilidades en la calle de Génova. Y quinto: ¿qué señalaban esas anotaciones que se querían eliminar? Pues un asunto tan extremadamente grave como su financiación irregular, que es una vulneración de la misma democracia, porque acudir dopado a unas elecciones es ganarlas de forma ilegal, además de tramposa.

Uno ya nunca sabe cuándo está viendo el informativo de las tres y cuándo el club de la comedia

Uno ya nunca sabe cuándo está viendo el informativo de las tres y cuándo el club de la comedia

Que Casado trate de escurrir el bulto diciendo que “las hipotecas en política no son hereditarias" y que él no estaba allí, es absurdo y es mentira: claro que estaba, era ni más ni menos que el portavoz del PP, llegó a su puesto de mando gracias a los votos de la propia Cospedal, la describió como su referente principal y, a modo de agradecimiento, la incluyó en su primera Ejecutiva. ¿A quién pretende engañar llevándose a su última comparecencia ante los medios de comunicación a un grupo de hinchas que jaleasen sus intervenciones y amedrentaran a la prensa? Al final resulta que el público que no puede ir a los estadios de fútbol se lo va a llevar él a las ruedas de prensa.

Eso sí, mientras pide dimisiones y ceses a mansalva en el Gobierno de coalición, el PP no ve motivos para dar de baja, ni siquiera de modo preventivo, a su antigua secretaria general. Sus normas internas dicen que se la suspendería en el caso de que fuese procesada, pero también que el Comité Nacional de Derechos y Garantías puede hacerlo en cualquier momento si el caso reviste gravedad. La nueva pregunta es si no les parecen suficientemente relevantes los cargos que se le imputarían, que son los de cohecho, malversación y tráfico de influencias. El fondo del asunto, incluso más allá de todo esto, es otro caso de corrupción, una plaga que nos cuesta, según las últimas estimaciones, avaladas por la Comisión Europea y de la oficina de estadística comunitaria, unos 90.000 millones de euros cada año, casi el 8 % del Producto Interior Bruto.

El presupuesto anual para subsidios a desempleados no llega a 20.000 y el dinero invertido en educación son 43.000 millones. O, por poner otro par de ejemplos que nos den una perspectiva del daño que se le hace a la nación al vaciar sus cajas fuertes, con esos 90.000 millones se pagaría prácticamente toda la Sanidad, que cuesta 98.500, o el 88% del gasto destinado a pensiones, que se eleva a los 102.500. O también podemos recordar que la ayuda que el Parlamento Europeo nos va a dar y que esperamos como el maná que saciará todas las bocas hambrientas y volverá a arrancar todos los motores parados, es de 79.796 millones a percibir de aquí a 2023. Todos a la cárcel, que diría el maestro Luis García Berlanga, tan joven a sus cien años y aunque sea desde el más allá.

Más sobre este tema
stats