Qué ven mis ojos

Ley sin democracia y democracia sin ley

Benjamín Prado nueva.

“Un juez tiene derecho a tener sus ideas y la obligación de estar por encima de ellas”.

En las sociedades donde se practica una ideología de trincheras, la posibilidad de que algo sea cierto es directamente proporcional al escándalo que montan quienes lo desmienten rasgándose las vestiduras, poniendo el grito en el cielo, negándolo todo con la contundencia que hace falta para tener la cara de cemento, por lo general, rodeados de altavoces y banderas y, desde luego, presentándose como víctimas de sus propios delitos: la comparecencia pública del expresidente Mariano Rajoy, respaldado por la cúpula de la formación de la calle de Génova, para afirmar solemnemente que la Gürtel no era “una trama del PP, sino contra el PP”, es un ejemplo recurrente pero también insuperable.

Al calor de esa norma del manual del hipócrita que recomienda que tu mano izquierda nunca sepa lo que hace la derecha, y mostrando un desprecio olímpico hacia las y los ciudadanos, a quienes consideran gente sin memoria, fácil de engañar una y otra vez sin cambiar siquiera de mentiras, obediente y dispuesta a justificar cualquier cosa que hagan los que consideran suyos, hay cargos públicos que viven en la impunidad y que, salvo algunos casos contados, se van de rositas por grave que sea lo que hayan hecho. Son los de mi cuerda, piensan quienes los volverán a votar, y lo hacen por mucho que esa cuerda recuerde a la que usan los presos de los tebeos para escapar de la casa en la que han robado.

Que los discursos más grandilocuentes contra los enchufes, los nombramientos a dedo o los mal llamados chiringuitos —en los de verdad, los de las playas, se trabaja mucho y hay que ganarse a pulso cada euro que entra en la caja o en el bote de las propinas—, los den quienes disfrutaron de uno de ellos o van a hacerlo a partir de ahora, ya es todo un síntoma de que el cinismo es más rentable que el civismo y el triple que la coherencia. Miren a Rivera, el antiguo líder de Ciudadanos que venía, según él, a luchar contra la corrupción y parece que hoy en día trabaja de asesor principal de Pablo Casado, el nuevo jefe del PP, al que ya le van faltando orejas por las que le hablen al oído las aes de la derecha y ultraderecha, que si Aznar que si Abascal, que si Ayuso que si Albert... La noticia, por esas cosas del destino, se ha conocido el mismo día que las informaciones que hablan de la manipulación que algunos altos mandos policiales de la Unidad de Delincuencia Económica Fiscal (UDEF) hicieron entre 2012 y 2014 de los informes que su compañero e investigador principal de la propia trama Gürtel, Manuel Morocho, para que llegasen censurados y alterados, siempre en beneficio del PP, a manos del juez que instruía la causa.

Mala persona

Mala persona

Unos jueces lo tienen difícil y otros lo hacen difícil, porque como se sabe el PP tiene bloqueados los órganos que los representan, tal vez para tapar asuntos como ese, y porque en la propia magistratura parecen darse, cada vez más a menudo, pruebas de una militancia incompatible con la ecuanimidad que se les debe exigir. Tienen derecho a tener las ideas que quieran, como todas las demás personas, pero también la obligación de estar por encima de ellas. Decisiones como la del controvertido Tribunal Superior de Justicia de Madrid al desestimar el recurso de la fiscalía contra Vox por el cartel de las elecciones del 4 de mayo en la Comunidad de Madrid, donde se atacaba a los inmigrantes menores de edad, resultan incomprensibles para la mayoría. El delito de odio no es aquí imputable, dice la sentencia, porque se trata de “un eslogan político” sobre “un evidente problema social y político”, y concluye que no se pueden “prohibir unas ideas y aceptar otras.” Será por casualidad, pero qué bien sintoniza eso con el reciente mensaje de Pablo Casado sobre el levantamiento militar de 1936 y la dictadura que lo siguió, calificada por él como una “ley sin democracia”, sin duda para emparentar el sistema asesino del Funeralísimo, como lo llamaba Rafael Alberti, con el legítimo de la República, a la que llama “democracia sin ley.” Esa lección de Historia tampoco se la sabe, lo único que ha aprendido, según parece, es a tergiversarla y a convertir a los verdugos en seres comparables a sus víctimas, si no superiores a ellas. No es de extrañar: blanquear es lo suyo, no hay más que ver a quiénes tiene de aliados.

Mientras, los mismos tribunales confirman la condena de diecinueve meses a Isa Serra, de Unidas Podemos, cómo no, por participar en un movimiento anti desahucio en el que, si ya es lamentable que los infractores y perseguidos no sean quienes echan a la gente de su vivienda, en infinidad de ocasiones de forma brutal e inhumana, sino quienes tratan de impedirlo, resulta que en este caso, por añadidura, se presentaron como pruebas unos vídeos del día de los hechos en los que en ningún momento se la ve resistirse a la autoridad ni mucho menos agredir a nadie, como la acusación insiste que hizo. Las imágenes sólo la muestran allí, nada más.

La vacunación, eso sí, avanza a buen ritmo, y en Madrid, Ayuso sigue repartiendo el pastel que han puesto en sus manos y los que vendrán de Europa, ahora privatizando la administración de la medicina salvadora en dependencias de determinados bancos y centros comerciales. Ya es primavirus en El Corte Inglésprimavirus.

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