Qué ven mis ojos

Que el juez tire la piedra y ya esconderemos nosotros la mano

Benjamín Prado nueva.

“Nueve de cada diez veces, no decir ni sí ni no ya es decirlo todo”.

En España hay quien sostiene que no todos debemos ser iguales ante la ley. El artículo 14 de la Constitución dice que sí, pero la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, dijo que no en la Asamblea regional, para salir en defensa del mismo rey emérito al que los fiscales le acaban de encontrar otra cuenta oculta en el banco Credit Suisse de Ginebra y que ya ha aceptado, al menos en parte, sus delitos contra Hacienda y su país, al hacer alguna que otra regularización. Sin embargo, la lideresa y el PP en general lo defienden mientras ella se le iguala alardeando de que la oposición que le frena los pies al Gobierno de coalición del PSOE y Unidas Podemos está formada por Felipe VI, por ella misma y por la justicia. Eso sí que es un tridente, como llama la prensa deportiva al que forman los atacantes de los equipos poderosos.

Queda la duda de saber si el actual monarca sabe que en la calle de Génova lo han fichado para volver a primera división, porque ellos creen que sí y por eso le animaron a no firmar los indultos de los independentistas catalanes: sería meterse un gol en propia meta. Por supuesto, lo que le pedían con eso era que se saltara el Estado de Derecho como quien brinca sobre la valla de una huerta para robar naranjas, pero debe de ser que en eso los amigos de sus amigos son sus amigos y, en consecuencia, se atienen a una de las consignas teóricas de la triple efe, la Fundación Francisco Franco, íntima de sus socios de Vox, según la cual "la patria es más importante que la democracia". Ni más ni menos.

Con todo, que en un ambiente de polarización estratégica como el que vivimos se traten de manipular los juzgados desde la política nos escandaliza pero no nos sorprende, porque tenemos claro que son así y que esa es su idea de la lucha por el poder. "Vamos a manejar desde detrás la Sala segunda del Supremo", se jactaban por escrito en el Partido Popular, que si tiene bloqueado el CGPJ no es por otra cosa que para evitar que sigan cayéndoles sentencias condenatorias como la de la Gürtel.Gürtel A ellos les gusta poner un uniforme bajo la toga, y lo demás son disculpas. Evitaron la renovación porque decían que con Pablo Iglesias y Unidas Podemos no tenían nada que negociar; luego dijeron que era por el procés, ese proceso que le hicieron los separatistas a ellos, con M. Rajoy de presidente, porque fue en todo caso a él y a los suyos a quienes les montaron un referéndum ilegal, les hicieron una declaración de independencia y se les escapó Puigdemont a Bélgica; un poco más adelante, la disculpa fue que no podían tolerar el trato que se le daba a Juan Carlos I; a continuación, vetaron a la jueza Victoria Rosell; por último, trataron de hacer lo mismo con el juez De Prada, de quien no se fían porque les condenó por la Gürtel, aquella trama que decía Rajoy que no era "del PP sino contra el PP…". Tiene razón Pedro Sánchez: no merece la pena hablar de esto con Casado, porque nunca van a desatascar lo que les viene bien que siga atascado. Y en cualquier caso, no es algo que no le hicieran ya a todos los ejecutivos de izquierda o alrededores: que se lo pregunten a Felipe González y a José Luis Rodríguez Zapatero. Su idea de España es esa: que es suya o de nadie.

Más preocupante, sin embargo, es que sea la propia magistratura la que se haga obstrucción a sí misma, aceptando como si fuese lo más normal del mundo que sus miembros sean considerados, por encima de cualquier otra cosa, progresistas o conservadores, lo cual es como aceptar que la venda que deben llevar en los ojos está hecha con tela de una bandera y que sus balanzas están trucadas. Algunos episodios recientes, como el protagonizado, una vez más, por el TSJM al fallar que no se le puede quitar una calle al general Millán Astray porque no está probado que fuera parte del levantamiento militar de 1936, no es que sea un ataque a la memoria histórica, es que es una burla hiriente. El PP y sus socios, desde luego, no dicen ni pío: cómo van a decirlo, cuando su jefe ni siquiera abre la boca tras escuchar a un antiguo cargo de la UCD que Franco no dio ningún golpe de Estado. Se olvidan de que a menudo no decir ni sí ni no ya es decirlo todo.

Otras decisiones no muy lejanas, como la de exonerar de haber hecho trampa en sus estudios y sus títulos al cargo público que se benefició del engaño y lo puso en su currículo y condenar a la profesora que la sirvió de apoyo y firmó los papeles; o la que llegaba a la conclusión de que las falsificaciones que hizo la jefa en Madrid de Vox, Rocío Monasterio, eran tan ridículas que la culpa de que la sirvieran para llevar a cabo proyectos arquitectónicos para los que no tenía la cualificación adecuada fue de quien las dio por buenas, tampoco hay quien las entienda. Eso por no hablar de manadas y otros horrores.

Hay demasiados cargos públicos que no sólo no respetan la justicia, sino que la quieren tomar al asalto para que no los persiga cuando salgan corriendo con el dinero en el maletín. Quieren que los jueces tiren la piedra y ellos esconder la mano. Y lo que buscan es siempre lo mismo: la impunidad, que es, a fin de cuentas, justo lo contrario de la democracia. Ellos sí que son los verdaderos antisistema.

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