Qué ven mis ojos

Yo te regulo y tú me regalas la llave de la puerta giratoria

Benjamín Prado nueva.

“Desconfía de los que dicen vengar al bosque talado arrojando el libro al fuego”.

Hay veces en que no resulta sencillo distinguir entre el cinismo y la mala memoria, pero esta no es una de ellas. Me refiero al divertido mensaje escrito en las redes por Pablo Casado, esta vez ataviado con su disfraz de Defensor del Pueblo: “Tras finalizar julio como el mes con el precio de la luz más caro de la historia, empezamos agosto alcanzando el tercer máximo histórico. Prometieron que no subiría el precio de la energía. Prometieron no dejar a nadie atrás. Medalla de oro en mentiras.” Aquí hay dos opciones: o se refiere a sus antecesores en el Partido Popular o se ha perdido cualquier tipo de conexión con la realidad. ¿No recuerda, por ejemplo, que fue su mentor, José María Aznar, quien acabó el trabajo que había iniciado Felipe González para privatizar Endesa? Si quiere, le recordamos que hasta 1997 el sistema eléctrico español estaba regulado por el Gobierno, que, por lo tanto, dictaba su precio.

En 1988, sin embargo, el dirigente socialista sacó Endesa a Bolsa y vendió el 25% de su capital. Aznar completó la jugada en 1997. La empresa ya no era pública. Y como todo atraco conlleva su botín, tanto uno como el otro expresidente acabaron en los consejos de administración de Naturgy y, en el caso de Aznar, de la propia Endesa que él había privatizado, que le puso una paguita de 200.000 euros. La historia de las puertas giratorias entre la Moncloa y las energéticas se resume en una línea diciendo que las cruzaron tres presidentes —también Leopoldo Calvo Sotelo— y más de veinte ministros de los dos partidos que han llegado al poder a nivel nacional, entre ellos varios ministros de Economía: Elena Salgado, Luis de Guidos, Pedro Solbes, Miguel Boyer o Rodrigo Rato, que no tenía sillón en la sala de juntas de Endesa pero le facturó millones de euros por oscuras labores de intermediación publicitaria, como han probado los jueces... Hoy por ti y mañana por mí, yo te regulo y tú me regalas.

A lo mejor porque no se tiran piedras contra el propio tejado ni se envenena el pastel del que te van a dar una porción, el PP de hoy exigió por tierra, mar y aire una bajada del IVA de la luz del 21 al 10%... pero cuando la medida se ha votado en el Congreso se han abstenido. Claro que también exigen ahora eliminar otro impuesto, el de generación eléctrica, fijado en el 7%... que implantó Rajoy en 2012. Sí, el mismo M. Rajoy que además subió el IVA al 21%, redujo la prestación de paro, quitó la paga de Navidad a los funcionarios y gravó las renovables, porque los oligopolios no admiten la competencia, así que manos a la obra, que hay que ponerles un palo a los molinos eólicos y una lona por encima a los paneles solares. Hoy en día, como los suyos están en la oposición, Isabel Díaz Ayuso se ha convertido, con la bendición de sus jefes, en la campeona olímpica de las bajadas de impuestos. Y le va bien: cambia “neoliberalismo” por “libertad”, o sea, una cosa por su contrario, y la creen, así que, ¿por qué iba a variar la estrategia?

Mientras tanto, la mina de oro continúa siendo explotada y los beneficios que sacan unos pocos a costa del país entero se multiplican. Los sueldos millonarios, el reparto de dividendos y la acumulación de acciones cada vez más valiosas hay que costearlos y por eso la factura sube cuando lo hacen las temperaturas y lo mismo cuando bajan, así que tanto da si enciendes la estufa como si pones el aire acondicionado, da igual si lo que nos amenaza es una ola de calor o una tormenta de nieve. Y si alguien habla de recuperar el control estatal de las energéticas, ya hay porteadores que levantarán la voz para llamarlo comunista y emparentar ese modelo de gestión con los de Rusia o Venezuela —de China, que también lo usa, no hablan, que es un socio comercial preferente—, ocultando que también se utiliza en Estados Unidos, Francia, Japón, Italia, Países Bajos, Suecia, Australia, Brasil o Suiza.

Vivimos en un mundo en el que la hipocresía es un valor en alza y en el que demasiada gente ataca a quienes tratan de protegerla y sigue a ciegas a quienes la explotan. Hay estómagos a la vez agradecidos y vacíos. Y ese es el origen de la tragedia: los demagogos salen al escenario, gritan que para vengar a los bosques talados hay que echar al fuego los libros cuyo papel fue fabricado con su madera… y el público aplaude. Así comienza todo.

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