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Aquí me cierro otra puerta

Por qué esta columna ya no va de política

Quique Peinado nueva.

Pensando en qué escribir para esta columna, una vez que descarté un texto titulado 'Fernando Grande Marlaska es una de las personas más inhumanas que jamás haya ocupado un cargo de responsabilidad' porque me parecía que el titular no iba a caber bien, me di cuenta de que cada día, sin pretenderlo, me preocupa menos el día a día de la mezquina política española. Siempre he pensado que era un problema para mí y para mi estado de ánimo el estar demasiado pendiente de eso, tenía claro que debía seguir menos las noticias, dejar de enfadarme con la ruindad que hace que sufra la gente que menos se lo merece. Primero, porque yo no soy capaz de arreglarlo. Y segundo, porque en ese estado nunca conseguiré hacer algo para arreglarlo. No hay nada positivo en ello.

Hace poco, muy poco, conocí a alguien que sí que hace cosas muy relevantes por los demás. Les ayuda, les acompaña, les inspira, que dirían los americanos. Un referente. De esa gente a la que quieres observar para ver cómo lo hacen, cuál es el truco, qué tienen para ser lo que son y cómo son. Hay cosas en las que nunca podrás igualarlos: su talento, su calidad humana, su capacidad para el amor, su determinación. Pero hay algo en lo que sí: su equilibrio. Esta persona es alguien que irradia algo difícil de explicar, y es que está en el mejor momento de su vida. Parece como que tiene todas las piezas colocadas bien. Y desde ahí, claro, es imparable. Puede con todo y más.

Una de las cosas que me dijo es que desde hace dos años no veía mucho la tele. Tenía la confianza suficiente y la seguridad para afirmar que "no se enteraba de mucho" cuando le recomendaba de uno de los miles de podcast que no paro de escuchar y que ni le sonaban. Estaba a gusto, en paz, sin ninguna necesidad de impresionar a nadie porque para impresionar solo tenía que dejarse llevar. Tratando de aprender cómo lo hacía, entendí que, a pesar de todo lo que hace y consigue, su valor estaba en cómo era. No necesitaba validarse. Ni conocer para integrarse en nada, ni saber para estar en ningún círculo que te otorgue reconocimiento por lo que consumes.

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Me impresionó. Me contó mil cosas interesantes desde puntos de vista muy distintos a los míos, respondió con paciencia a mis preguntas, estuvo en silencio cuando quiso y habló a borbotones solo cuando quería. No pretendía impresionar a nadie. No tenía nada que conquistar. Uno entendía que iba a estar bien donde estuviese.

Este fin de semana no miré ni una noticia, no me enteré de gran cosa, pasé bastante de todo y me dediqué a ser como esta persona. No lo conseguí, claro; posiblemente no lo logre nunca pero porque gente así hay poca y si acaso has de valorar la suerte de que te den su tiempo. Sin embargo, viví los dos mejores días que he pasado en mucho tiempo. Sin hacer nada extraordinario. Sin ningún hecho memorable que contar. Solo tratando de hacerlo así. Y me fue bien.

Supongo que por todo esto esta columna lleva un tiempo sin ser estrictamente de política. Porque no lo necesito, porque no me viene bien y porque pienso que a quien la lee le viene mejor que cuente esto. Posiblemente en infoLibre haya un director tirándose de los pelos por haberme contratado para esto, pero, amigo, así es la vida.

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