Avanti tutti

Salud, dinero y 'offshore'

Miguel Sánchez Romero.

Esa y no otra es la fórmula de la felicidad para los muy ricos. El amor ha sido desplazado de la ecuación. A diferencia del amor, con el dinero tu pareja no se enfada si decides ingresar en otro sitio el que no gastas con ella.

Son unos yonquis de la pasta. El tipo de personas que en la misma semana en que ganan el Euromillón volverían a jugar a la primitiva. El dinero es su debilidad y esa enfermiza necesidad de atesorarlo les iguala un poco a los pobres, solo que en los ricos, por innecesaria, es una tremenda vulgaridad. Si te lo puedes permitir —y ellos podrían— no hay nada más elegante que tener al dinero poco aprecio. Hay más glamour en la forma en que algunos ricos se arruinan que en la manera con que muchos otros defienden su riqueza.

Cuando un potentado, sea supermodelo, estrella musical o premio Nobel, inventa triquiñuelas para pagar menos —o nada— al fisco, queda automáticamente convertido en poco más que un youtuber andorrano. No hay diferencia entre crear Lion Trust Limited Company en las Seychelles y tirar un poco de la bolsa hacia arriba cuando pesas la fruta en el Mercadona. Es más, al precio que están los aguacates es más cutre lo de las Seychelles.

La mayor ventaja de poseer una gran fortuna es que te permite dejar de ser materialista. Si aun teniéndola sigues siéndolo, eres solo un miserable acaudalado. Antes de las elecciones norteamericanas de 2020, diecinueve multimillonarios norteamericanos pidieron que la nueva administración que resultara de estas aumentara sus impuestos como medida para hacer más justa la carga impositiva del país. Hay quien contempló esa extraña petición como un ejemplo magnífico de solidaridad. A mí me pareció algo más: un gesto de distinción, algo así como verter unas gotas de Chanel en la declaración de la renta.

En todo caso, los Pandora Papers han aportado a día de hoy pocas sorpresasPandora Papers, lo cual no significa que su investigación carezca de interés. Pero en estos asuntos pasa como con la lista de convocados de Luis Enrique, que más llamativas que la presencia de los incluidos en ella, suelen ser las ausencias de quienes todos imaginaríamos que iban a estar. No nos asombra, por ejemplo, que en la relación de trileros figure Dominique Strauss-Khan. De este hombre podríamos esperarnos cualquier maldad, incluso que no recicle. Y tampoco nos ha parecido raro que aparezca Elton John. Cuando alguien pasa de ser un icono pop a parecer esa tía soltera que no ha perdido la esperanza de dejar de serlo, es que está tramando algo.

Autos de fe cum laude

Autos de fe cum laude

Respecto a esas ausencias inconcebibles, lo verdaderamente sorprendente de esta lista es que pese a estar en ella Corinna Larsen, no aparezca Don Juan Carlos. Es posible que, incluso a él mismo le haya sorprendido. Extraña que no esté porque hay un empeño perverso en mezclarlo en todo tipo de asuntos turbios. Hace poco, The Economist publicaba un artículo en el que incluía al rey emérito en un exclusivo grupo de mandatarios residentes en Emiratos que eran sospechosos de haber cometido irregularidades en sus respectivos países. Entre ellos, el ex presidente de Pakistán Perverz Musharraf o el ex primer ministro tailandés Thaksin Shinawatra. The Economist daba a entender, subrepticiamente, que la estancia de estos personajes en el emirato estaba directamente relacionada con la falta de interés del país en ayudar a la justicia internacional, circunstancia que lo había convertido en “refugio preferido para los blanqueadores de dinero, los traficantes de armas y los gobernantes sospechosos”. El semanario no especificaba a qué categoría pertenecen cada uno de los mencionados en el artículo. Lo que parece claro es que, para The Economist, Abu Dabi es una especie de moderno Maracaibo donde recalaban piratas que, adaptados a los tiempos, en lugar de patas de palo portan caderas de titanio.

Afortunadamente, si los rumores acerca de que la Fiscalía del Supremo pretende cerrar las investigaciones abiertas contra Don Juan Carlos son ciertos, en breve podrá finalmente regresar a España, al tiempo que la institución monárquica sale de este asunto felizmente fortalecida. A fin de cuentas, Don Juan Carlos está siendo investigado únicamente por el presunto delito de haber cobrado comisiones en la construcción del AVE a la Meca, indicios de cohecho, prevaricación y tráfico de influencias, pero —lo que verdaderamente importa a la hora de juzgar la trayectoria de un monarca— ¿puede alguien decir de él que no recicle?

Es verdad que el cierre no borra las acciones del rey, pues los motivos del final del recorrido judicial son la prescripción del supuesto delito en unos casos y la inviolabilidad del monarca cuando las llevó a cabo en otros, pero de su reprobable comportamiento solo hay una responsable: Corinna. El rey solo es culpable de haberse enamorado de la persona equivocada (por segunda, tercera o cuarta vez). Para ese loco maravilloso que es Don Juan Carlos sigue vigente la receta tradicional de la felicidad: salud, dinero y amor. Y es por amor por lo que nuestro rey se lo ha jugado todo. Don Juan Carlos es solo un prisionero de Cupido, un amoroso Robin Hood que si hizo lo que se supone que hizo fue para mantener el trepidante tren de vida de la alemana. La mala es ella, que tiene un agujero en la mano. No veo yo a Corinna levantándose a las tres de la mañana para ahorrar luz poniendo la lavadora en hora valle. Corinna tiene pinta de poner lavadoras a lo loco. Y con el bombo medio vacío.

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