Caníbales
Los que dan
Llegamos al parque mucho más temprano de lo normal y los perros no son los habituales. Hay casi una manada, de todos los tamaños. La cachorrita, sumisa y peluchona, se acerca con ganas de jugar pero la rechazan por unanimidad: la persiguen, la acorralan, la marcan… Menos mal que las dueñas son buena gente.
– Perdona, hija, que por eso la llevo con bozal...
Me encantan las señoras que adoptan chuchos. Tienen cada una dos o tres, todos rehabilitados, todos felices. Me cuentan sus pasados espantosos y sus presentes espléndidos mientras la cachorrita nos observa a una distancia prudente. Con diálogo, paciencia y un poquito de pienso, acaba confiando.
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Mi perra, como el sistema, tiene un inconsciente que la impulsa a obedecer a los hombres de voz grave y convencida (que no convincente), pero ella y yo estamos descubriendo a las mujeres de los parques, las que se preocupan por nosotras y por el mundo, las que nunca se rinden y siguen cuidando, las que ni ven ni quieren ver colores, razas o tamaños.
También hay hombres así, claro, grandes y buenos. El otro día conocí a uno: salíamos todos erizados de ver su espectáculo y él estaba al fondo, disfrutando la felicidad de los demás. Me acerqué a darle la enhorabuena y él se quitó importancia y me adivinó la ansiedad: “Tranquila. Tú sigue haciendo”.
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“Tú sigue haciendo”.
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– ¿Qué haces?
– ¿Qué estás escribiendo?
– ¿Qué has escrito? ***
Cuando te dedicas a la cultura todos los días hay que rendir cuentas. Sobre todo ante uno mismo.
Marta Sanz decía el otro día: “La vida consiste en trabajar todo el día y culparse”.
Nunca hacemos lo suficiente, o nunca es lo bastante bueno.
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Tres días después salimos del teatro muertos de hambre y de frío. Nos desquitamos hablando de El viajante, de cómo retrata los matices, lo peor y lo mejor que hay en todos y cada uno de nosotros.
– ¿Y? ¿Cuánta gente la ha visto? ¡Los matices no dan dinero!
Ése que grita es mi productor tacañón. Todos los creadores llevamos uno dentro que nos quita energía, ganas y tiempo. El mío protesta en público, pero en privado se entretiene en facebook, con los mensajes que yo no leo. Así que cuando se pone pesado, nos vamos a casa y lo conecto. “Mira”, me dice, “te escribe un lector ingenuo”.
En efecto: “He escrito una novela. Quiero ser rico y famoso como tú”. Intento contestarle animosa y sincera: “No soy rica, no soy famosa, bien por ti”. Y me refugio en un chat con V., hablando (soñando) de las playas de Nicaragua.
“¡Eh!”, me grita el tacañón, “que facebok os está espiando”. Otra vez tiene razón: facebook nos envía publicidad de la costa de Panamá.
“Ahora ya sabes para qué quería facebook comprar whatsapp. Para mandarte anuncios”, escribe V.
– ¿Pero por qué Panamá y no Nicaragua que era de lo que estábamos hablando? ¿Qué tiene de malo Nicaragua?
– Que Panamá paga más.
Detox
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Es que a veces me atasco en los detalles y a facebook le sienta regular. Por eso retira la publicidad de playas y empieza a anunciarme mis propios libros sugiriéndome una contorsión carísima: “La única forma de que tú ganes dinero escribiendo es que te compres a ti misma”, me dicen el tacañón y la red.
Y con ese consejo, desconecto y sigo haciendo.
P. D.: los que no dan y siempre quitan han decidido bajar el IVA de los espectáculos en directo pero no el del cine. No tienen ningún argumento, así que no los dan.